Después de la moción de censura en las urnas que le hemos propinado a Zapatero, eso sí, Madrid

Después de la moción de censura en las urnas que le hemos propinado a Zapatero, eso sí, con unos daños colaterales que han afectado a miles de sus conmilitones, de los que cabe añadir que no todos merecían la triste suerte de la debacle, va este fulano y hoy mismo, en el Congreso, asegura que no ha perdido la confianza del electorado. Sus palabras exactas fueron estas: "No ha cambiado la confianza, han cambiado las circunstancias, pero la confianza la tenemos".

Ya puede verse cual es la actitud de quien permanece con los ojos cerrados, los párpados apretados con fuerza y la creencia de ser más necesario que nunca. Cualquier cosa antes que contemplar la realidad de una opinión del electorado que le ha pedido por escrito (papel impreso en el interior de los sobres) que se marche a su casa de una puñetera vez.

Porque la legalidad de origen para el cargo que ahora ocupa Zapatero nadie se la discute demasiado, por más cuestionable que sea su primer acceso al poder tras el 11-M, pero sí es discutible, y mucho, la legalidad del ejercicio en el poder que ha venido practicando durante estas dos legislaturas cargadas de infamia y felonía, un período sobre el que bastaría con recordar tres detalles de los muchos posibles: Estatuto de Cataluña, negociación con los terroristas (legalización de Bildu incluida) y chivatazo desde Interior a esa misma banda de asesinos y extorsionistas.

Parece que entre los restos del naufragio socialista prevalezcan ahora dos posturas: la de los que dimiten a todo correr, como ha ocurrido esta misma semana con siete altos cargos de la Junta de Andalucía, no vaya a ser que acaben encausados ante tanto desmán y choriceo como se ha venido practicando en esa región, y la de los que aguantan a como dé lugar mientras sujetan entre los dientes el cuchillo destinado al primero que se le ponga por delante. Entre estos últimos, Rubalcaba y la Chacón, cada cual rodeado de su camarilla de interesados sicarios mediáticos. Bien, pues que conste que cualquiera de esos dos, uno por conspirador y la otra por antiespañola, son de los que en absoluto le convienen a un PSOE que pretenda adoptar la decencia como referente.

Ojalá dimitan muchos más, aunque sólo sea por el temor a pasar una temporada en la sombra, y ojalá que otro buen puñado de zapaterinos se asesinen políticamente entre ellos, sería la mejor solución para que un socialismo del siglo pasado como el que hay ahora, radical y sectario como ningún otro, se renovara hacia una social democracia a la europea. Y eso debería de ser así, naturalmente, después de que toda su plana mayor, comenzando por el más dañino de sus jefes, ZP, haya pasado al olvido. A ver si de este modo los españoles, finalmente, nos despertemos de la pesadilla.