J. Pablo Colmenarejo.
Hace cuatro años Manuela Carmena fue elegida como alcaldesa de Madrid a pesar de no ser la candidatura más votada. Entonces, claro, le pareció muy bien. En cambio, en la hora de su despedida, cuando la suma de la segunda, la tercera y quinta fuerza con representación en el Ayuntamiento de la capital le gana en concejales, advierte al público en general: «Hay que cuidar la democracia». En su adiós como alcaldesa, y parece que también de la actividad política, Carmena disertó con superioridad moral, como si la entrega de la vara de mando a Martínez-Almeida supusiese para Madrid la declaración del estado de sitio, alarma y excepción. La democracia del 78 tiene casi los mismos años que el nuevo alcalde. Qué le vamos a hacer. La nueva política de hace cuatro años se ha hecho vieja. El populismo de entonces está disuelto en las instituciones o se ha marchado a casa. Volverá a ocurrir con los nuevos excesos que por naturaleza tienden a durar lo que una mala digestión. El bipartidismo está en vías de reconstrucción.
Vox ha sido la coartada o excusa para la consolidación del proyecto personal de Sánchez. Lo de las «tres derechas» ha servido de mucho pero es un invento que, desde ayer, empieza a pasar a mejor vida. El pacto general del PSOE con Ciudadanos en Castilla-La Mancha o acuerdos como el de Melilla han acabado con el cuento de La Moncloa. ¿Por qué no pacta Sánchez con Rivera si suman 180 diputados? La legislatura municipal y autonómica deja un panorama más equilibrado que la noche del pasado 26 de mayo. Sánchez va a tener contrapeso. El PP ha conseguido ganar poder en las negociaciones, es decir en la tercera vuelta electoral, aunque el resultado de las urnas hace necesario que Casado reconvierta y refunde el centro-derecha con la pausa necesaria que da el despejado horizonte electoral. No se puede olvidar que la noche del 28 de abril estaba tirando la toalla y fuera de cobertura. Seis semanas después, el líder del PP, ha salvado algo más que los muebles, no se ha dejado ganar por Rivera y ha empezado a engullir a Vox, una escisión de derecha dura y bravucona que tiene la misma fecha de caducidad que las siguientes elecciones. Sin duda, señora exalcaldesa, hay que cuidar la democracia. Cuanto más tiempo pasa, mejor aspecto tiene.
Hace cuatro años Manuela Carmena fue elegida como alcaldesa de Madrid a pesar de no ser la candidatura más votada. Entonces, claro, le pareció muy bien. En cambio, en la hora de su despedida, cuando la suma de la segunda, la tercera y quinta fuerza con representación en el Ayuntamiento de la capital le gana en concejales, advierte al público en general: «Hay que cuidar la democracia». En su adiós como alcaldesa, y parece que también de la actividad política, Carmena disertó con superioridad moral, como si la entrega de la vara de mando a Martínez-Almeida supusiese para Madrid la declaración del estado de sitio, alarma y excepción. La democracia del 78 tiene casi los mismos años que el nuevo alcalde. Qué le vamos a hacer. La nueva política de hace cuatro años se ha hecho vieja. El populismo de entonces está disuelto en las instituciones o se ha marchado a casa. Volverá a ocurrir con los nuevos excesos que por naturaleza tienden a durar lo que una mala digestión. El bipartidismo está en vías de reconstrucción.
Vox ha sido la coartada o excusa para la consolidación del proyecto personal de Sánchez. Lo de las «tres derechas» ha servido de mucho pero es un invento que, desde ayer, empieza a pasar a mejor vida. El pacto general del PSOE con Ciudadanos en Castilla-La Mancha o acuerdos como el de Melilla han acabado con el cuento de La Moncloa. ¿Por qué no pacta Sánchez con Rivera si suman 180 diputados? La legislatura municipal y autonómica deja un panorama más equilibrado que la noche del pasado 26 de mayo. Sánchez va a tener contrapeso. El PP ha conseguido ganar poder en las negociaciones, es decir en la tercera vuelta electoral, aunque el resultado de las urnas hace necesario que Casado reconvierta y refunde el centro-derecha con la pausa necesaria que da el despejado horizonte electoral. No se puede olvidar que la noche del 28 de abril estaba tirando la toalla y fuera de cobertura. Seis semanas después, el líder del PP, ha salvado algo más que los muebles, no se ha dejado ganar por Rivera y ha empezado a engullir a Vox, una escisión de derecha dura y bravucona que tiene la misma fecha de caducidad que las siguientes elecciones. Sin duda, señora exalcaldesa, hay que cuidar la democracia. Cuanto más tiempo pasa, mejor aspecto tiene.