Mentira....

Mentira.

La deriva absolutista con que Sánchez y su cuadrilla han comenzado a ejercer el poder en esta legislatura se abre camino a marchas forzadas.

Luis Herrero.

Actualizado: 26/01/2020 01:47h.

El ministro Ábalos se reúne con la vicepresidenta de un tirano que tiene prohibido el acceso a la zona Schengen. Lo hace con nocturnidad y liturgia sigilosa porque se sabe en pecado. Cuando lo pillan, niega. La mentira se hace insostenible y tiene que cambiar cuatro veces de versión en 24 horas. Juega con las palabras para tomarnos por tontos. Más de una hora en la cabina de un avión con Delcy Rodríguez, la mano derecha de Maduro, no es una «reunión». Tampoco es una «conversación». ¿Entonces, qué es? Cuando se le preguntan, Ábalos estalla: «Nadie me pregunta por la subidas del SMI o de los sueldos de los funcionarios. Solo quieren saber si me reúno con uno de Venezuela o no… Importantísimo, ¿eh? Temas fundamentales para la sociedad…». Al ministro no le parece un asunto relevante. Lo que puedan pensar más de cuatro millones de expulsados por el hambre y la violencia, casi mil presos políticos y todos los demócratas que luchan por sacudirse la dictadura tiránica de un sátrapa le trae sin cuidado. Sus ideas están por encima de la responsabilidad política. Lo único que le importa es imponer su punto de vista como si no existieran otros que también persiguen un lugar al sol.

Horas antes, el Tribunal Supremo respalda la decisión de la Junta Electoral Central de desposeer a Torra de su escaño en el Parlament de Cataluña. Se extiende un plazo de 48 horas para que el presidente de la cámara autonómica certifique la ejecución de la medida. A Torra se la sopla. Dice públicamente que no piensa obedecer. El conflicto institucional está servido. Junts llama a todos los diputados independentistas a la rebeldía solidaria. El eco del conato de insumisión se apodera de los titulares periodísticos. La canallesca le pregunta a Sánchez qué opina del asunto y el presidente responde sin inmutarse: «Hoy no toca hablar de eso». Solo le faltó decir, como Ábalos en el caso Delcy Rodríguez, que no era un tema de interés para la sociedad. ¡Qué importa que el presidente autonómico con el que se va a reunir dentro de diez días para hablar del derecho de autodeterminación de Cataluña mande a hacer puñetas la autoridad del Tribunal Supremo! Bah, son bagatelas. No importa lo que piense el resto del mundo. Tampoco que su responsabilidad política le obligue a proteger las reglas del juego del sistema democrático. Su idea —cualquiera que ésta sea— debe prevalecer. Para eso es él quien manda.

La deriva absolutista con que Sánchez y su cuadrilla han comenzado a ejercer el poder en esta legislatura se abre camino a marchas forzadas. La imposición de Dolores Delgado como fiscal general fue el primer gran aviso de lo que se avecinaba. La apariencia de imparcialidad y el criterio mayoritario de jueces y fiscales eran menudencias baladís que no debían tenerse en cuenta. Lo único que importa, a partir de ahora, es la prevalencia de su punto de vista. Y si para hacerlo posible es necesario mentir, como ha hecho Ábalos a la hora de encubrir su «affaire» con la vicepresidenta venezolana, pelillos a la mar. Son gajes del oficio. La resolución de una presunta crisis diplomática, al parecer, lo justifica todo. En Los Ayacuchos, Galdós le hace decir a Fernando Calpena que lo que le falta a España, para poner en paz el gallinero político, es el culto a las formas. Pincho de tortilla y caña a que si levantara la cabeza y viera el espectáculo de estos días, don Benito nos mandaba a todos a la mierda.

Luis Herrero.

Articulista de Opinión.