La moto de Sánchez...

La moto de Sánchez
El «gran triunfo electoral» se empieza a ver como lo que es: una victoria pelada.

Luis Ventoso.

Actualizado:

11/06/2019 08:48h.

La memoria de la humanidad guarda el recuerdo de gestas legendarias, que siempre se estudiarán con admiración. El 1 de octubre de 331 a. C., en una llanura no lejos de Mosul, Alejandro Magno ofreció la mayor exhibición de su genio y derrotó al rey persa Darío III en la batalla de Gaugamela. En octubre del 52 a. C., Julio César venció en Alesia a un jefe bárbaro con nombre de tebeo de Astérix, Vercingétorix, y se consagró como el gran talento militar capaz de doblar la mano de los irreductibles galos. El 7 de octubre de 1571, la flota comandada por Juan de Austria se impuso al turco en Lepanto, tal vez la batalla naval más tremenda de la historia. El 18 de junio de 1815, un general inglés de maneras cautas, Wellington, le dio boleto a Napoleón en Waterloo.

En tiempos recientes solo se ha producido un triunfo de genio estratégico equiparable a los referidos. Se trata de la victoria de Sánchez Pérez-Castejón el 28 de abril de este año. Tal es la conclusión a la que llegaron tras los comicios fuentes tan ponderadas como la TVE de Rosa María Mateo, la tele número 6 y ciertos chiringuitos digitales al rojo vivo, que estallaron en una trompetería eufórica por los resultados del PSOE. Los observadores neutrales, que no son tan sagaces como los politólogos del «progresismo» obligatorio, lo único que constataban es el hecho empírico de que Sánchez se había quedado en 123 escaños pelados. Exactamente la misma victoria anémica que obtuvo Rajoy en 2015, y con la que sudó tinta (hasta el punto de que hubo que repetir las elecciones, debido al enfático «no es no, ¿qué parte del “no” no entiende?» del por entonces líder de la oposición, un tal Sánchez, que advertía de sol a sol que con un triunfo tan rácano en modo alguno estaba Mariano legitimado para gobernar).

Pasado solo un mes y medio desde los comicios, la mayor gesta política que vieron los tiempos empieza a achicarse y a contemplarse como lo que realmente es: una achuchada victoria, con la que Sánchez gobernará de prestado y a lo Simeone (partido a partido y haciendo bastantes faltas). Ayer su hombre de guardia, Ábalos, lo vino a confesar al amenazar con nuevas elecciones. Su órdago es un farol, pues de repetirse los comicios probablemente el perjudicado sería el propio Sánchez, debido a que se produciría un reagrupamiento del voto de derechas, dilapidado en tres el pasado 28-A. Pero aún así, las palabras del escudero de Sánchez apuntan a una verdad: si Iglesias se pone estupendo y no se apea de su exigencia de ministerios, si el PP y Cs se mantienen en el no y si los conservadores navarros son toreados por el PSN y se enojan, Sánchez va a ser un presidente en el alambre. Paseará en el Falcon, se hará selfis por doquier y seguirá batiéndose gallardamente con el espectro de Franco. Pero gobernará más bien poco. O nada. Su eficaz factoría marketiniana no despeja la ecuación que importa: ¿Cómo se las apañará para sacar adelante los Presupuestos? ¿O acaso se llegaría a la aberración de indultos por apoyos?

Luis Ventoso.

Director Adjunto.

R-1.-