Iñaqui Ortega ...

Iñaqui Ortega
UN RATON EN EL CONGRESO.

Ya tenemos nuevo gobierno. Como en la fábula de Esopo, después de tanta expectación, el resultado ha sido pírrico. El breve cuento clásico se tituló El parto de los montes y decía así: "Hace mucho tiempo, en tiempos muy lejanos, los montes daban señales de parir, y los hombres de aquellos tiempos esperaban ese parto con mucho miedo y asombro por saber qué clase de monstruo iban a abortar; y al fin resultó que el temible fruto de los montes era un inofensivo ratón, lo cual causó carcajadas en los hombres".

Desde el mes de julio llevamos escuchando que se iban a reducir los ministerios y que el presidente Pedro Sánchez acometería una grandísima reforma del gabinete. Un nuevo tiempo continental, liderado por un español en la presidencia europea, exigiría dar ejemplo de austeridad y las carteras serían las imprescindibles. Los mejores perfiles formarían parte del equipo, y como en las purgas maoístas desaparecerían del círculo presidencial los ministros más relevantes para dar paso a nuevos y puros perfiles sanchistas. Al mismo tiempo los barones de Extremadura, Aragón y Valencia entrarían en el Consejo de Ministros en compensación por su salida de los gobiernos autonómicos a causa del voto de castigo a Sánchez en las elecciones de mayo.

La antigua alcaldesa de Barcelona, otrora activista contra desahucios, sería la ministra de Vivienda e ilustres funcionarios dejarían altísimas responsabilidades en organismos de prestigio internacional para acompañar a Pedro Sánchez en su insigne tarea de explicar el modelo de desarrollo económico y social español que ha parado a la derecha con sus pulsiones golpistas. Un gobierno de campanillas que deslumbraría a todos los españoles.

Pues bien, el parto gubernamental ha sido una camada con el mismo número de ministros, nada más y nada menos que 22. Muchos más que en Alemania, Francia, Bélgica o Países Bajos. Con la novedad de una vicepresidencia más y alguna que otra secretaría de Estado extra. Al mismo tiempo, ministerios que antes no tenían esa categoría por apenas disponer de competencias ahora son elevados a dicha condición para contentar a colegas o compañeros de partido. Ni rastro, por tanto, de los famosos ahorros, más bien al contrario, un mayor gasto público. Tampoco nada de la llegada de figuras de reconocido prestigio, únicamente conmilitones con la única experiencia de trienios acreditados en luchas intestinas de partido y hoja de servicios trufada de insultos al adversario político.

Visto en 20MINUTOS.