Música y Poesia en la Fundación Juan March...

Música y Poesia en la Fundación Juan March
El Siglo de Oro (siglo XVII)

El siglo XVII es el segundo de los llamados Siglos de Oro de la literatura española. A pesar de esta denominación tan halagadora —de Oro—, nos hallamos en un momento de profunda decadencia política, económica y social. Lo llamativo, sin embargo, es la altura artística que alcanzan en general las expresiones literarias.

A lo largo de este siglo XVII se desarrolla el Barroco, un movimiento cultural que representa precisamente el desengaño y el pesimismo fruto de la profunda crisis que atraviesa España. El arte barroco proporciona dos respuestas aparentemente antagónicas: por un lado, la reflexión profunda que da lugar al planteamiento sobre el significado de la existencia —donde la influencia de la Iglesia será determinante—, y, por otro, la chanza y la burla, quizá como reacción lógica ante una situación desastrosa. En el primer horizonte nos vamos a enfrentar a composiciones que ponen de relieve el desengaño que sufre el ser humano del Barroco: la vida es breve, insignificante y fugaz, el amor suele traducirse en una experiencia dolorosa, los bienes terrenales importan poco frente a la eternidad que vendrá tras la muerte… En el segundo horizonte, las composiciones, sin dejar de ser en muchos momentos amargas, destacan por su tono desenfadado, crítico e incluso satírico.
Detalle de Portada Barroca
Portada barroca
del Museo de Historia de Madrid

En la poesía barroca española tradicionalmente se han diferenciado dos tendencias: Culteranismo y Conceptismo. El primero, cuyo autor más representativo es Luis de Góngora, juega con las formas de las palabras, con las posibilidades formales de un lenguaje poético muy ornamental, muy recargado —a la manera, por ejemplo, de los retablos o las fachadas de las iglesias barrocas—, dejando en un segundo plano la significación de las pala-bras. No obstante, a Luis de Góngora también le debemos piezas de corte más popular, alejadas de esta manera de escribir.

La segunda tendencia, el Conceptismo, del que sobresale como figura más importante Francisco de Quevedo, juega con los significados de las palabras, con los conceptos. Se trataría de explotar el sentido de las palabras del poema para decir mucho con pocas palabras.