Más de un millón de empleados faltaron cada día a su...

Más de un millón de empleados faltaron cada día a su puesto de trabajo en 2018.

Es como decir que todos los ocupados de Galicia o el País Vasco no hubieran trabajado ni solo un día el pasado año.

El coste directo de las bajas laborales para las empresas rozó los 7.000 millones, casi un 10% más que en 2017.

Susana Alcelay.

Madrid.

Actualizado:

03/04/2019 09:29h.

El miedo al despido provocó un drástico freno del absentismo laboral en España en los peores momentos de la crisis. La recuperación económica y la mayor estabilidad en el empleo que comenzó en el año 2014 hizo que ocurriera todo lo contrario, que las faltas al trabajo repuntaran y año tras año hayan marcado ratios récord. Como la venta de automóviles o el consumo eléctrico, el absentismo laboral es probablemente uno de los indicadores de recuperación económica más fiables. Así se constata en muchos estudios recientes, en los que la curva ascendente de los indicadores macroeconómicos es casi paralela al que registran las bajas laborales.

El año pasado la economía española creció un 2,6% y se crearon 566.200 puestos de trabajo. Y al calor de este crecimiento el coste del absentismo laboral repuntó algo más del 10%, hasta 85.140 millones, el equivalente a siete puntos del Producto Interior Bruto, según refleja un estudio realizado por Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo (AMAT).

Según este trabajo de la patronal, durante el pasado ejercicio 1.014.707 trabajadores, el 5,3% del total de ocupados, faltaron cada día a su puesto de trabajo. Es lo mismo que decir que el total de ocupados en Galicia o País Vasco no hubieran trabajado ni un solo día en 2018 o que no lo hubieran hecho, por ejemplo, la mitad de los ocupados que tiene la Comunidad Valenciana.

El coste directo de este absentismo por prestaciones económicas a cargo de las mutuas y de las entidades gestoras de la Seguridad Social ascendió a 7.498,54 millones el ejercicio pasado, un 12,892% más respecto a 2017. Y el coste que tuvieron que asumir las empresas -abonan la prestación económica disfrutada desde el 4º y el 15º día por el trabajador- fue de 6.900 millones, un 9,67% más que un año antes. Tomando como referencia el PIB de 2018, se obtiene que el valor de los bienes y servicios que se habrían dejado de producir y prestar por el algo más de un millón de trabajadores asciende a 70.741 millones, dice AMAT.

La crisis marcó en 2008 un punto de inflexión en los gastos dedicados a incapacidad temporal (7.450 millones) y a partir de ahí la curva comenzó a caer, coincidiendo con la etapa más negra para la economía española. Esta tendencia se invirtió a partir de 2013, cuando el coste de las prestaciones se había reducido hasta los 5.000 millones. Desde entonces las curvas de gasto, de días de baja, ausencias del trabajo o de incidencia media no han parado de crecer.

Hoy, España sigue estando a la cabeza en tasas de absentismo. Datos de Adecco apuntan a que este desequilibrio es superior en aquellos países en los que la cobertura por enfermedad es más generosa. Es el caso de España, Suiza, Dinamarca, Finlandia, Estonia, Australia, Canadá y Estados Unidos, que se corresponden con los países con mayor nivel histórico de bajas laborales, aunque España se sitúa por debajo de Suiza y Finlandia.

En el informe de la patronal de las mutuas se asegura que en 2018 se produjeron 5.212.692 procesos de incapacidad temporal por contingencias comunes, un 12,70% más que en 2017. Y la incidencia media, que mide el número medio de procesos iniciados por cada mil trabajadores, aumentó casi un 10% en las bajas de trabajadores por cuenta ajena. En los procesos de los autónomos el alza fue de un 3,15% para el mismo periodo. Los autónomos se dan de baja por enfermedad mucho menos que los asalariados y sus ausencias al trabajo son más largas porque se deben a enfermedades que obligan al trabajador a parar sin remedio. Este colectivo se piensa mucho sus ausencias ya que si no acuden a sus puestos de trabajo su medio de vida se para.

Despido del trabajador
En 2012 la reforma laboral introdujo la posibilidad de despedir a un trabajador por absentismo y en 2013 el Gobierno aprobó el anteproyecto de ley de mutuas, una norma con la que, por un lado, pretendió frenar el fraude en las bajas laborales y, por otro, introducir altas dosis de transparencia en unos organismos que gestionan, entre contingencias profesionales y prestaciones económicas, en torno a los 12.000 millones de fondos públicos.

La patronal de las mutuas de accidentes de trabajo alerta del «escaso» impacto que ha tenido la norma en el control de las bajas. Vuelven a reclamar que puedan dar altas médicas, al igual que vienen haciendo con los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales. Su idea es prestar asistencia sanitaria, simplemente con el consentimiento del trabajador, sin necesidad de la autorización del servicio público de salud, y pudieran dar alta, al menos en patologías traumatológicas.