Los bulos de la extrema derecha: cómo desinforman y...

Los bulos de la extrema derecha: cómo desinforman y cómo reaccionamos (1/3)

Si ignoramos los intolerantes mensajes de la extrema derecha, en lugar de refutarlos, estamos contribuyendo pasivamente a su expansión.

Todo discurso intolerante debe ser neutralizado con argumentos racionales, no ignorado. Si ignoramos los mensajes de la extrema derecha, en lugar de refutarlos, estamos contribuyendo pasivamente a su expansión.
Llevar un tiempo recuperando testimonios de personas cuyos familiares estuvieron en campos de concentración nazis o españoles, de gente que sufrió en su piel torturas y vejaciones, de mujeres que fueron torturadas o violadas o de familiares de gente que fue fusilada o asesinada en la represión franquista nos hace entender que el sufrimiento y el dolor de todas estas personas es lo que les lleva a luchar por los derechos humanos, por la dignificación de sus familiares y porque se les haga justicia.

Si bien éticamente cualquier lucha a favor de los derechos humanos es lícita, justa y razonable, y no se debería menospreciar por tanto la defensa del honor o de la dignidad de personas que fueron asesinadas por pensar de diferente manera o por defender la libertad, en España sí se puede menospreciar con total impunidad a las personas que llevan a cabo esta lucha. En España está permitido reírse o burlarse de estas personas con impunidad. Tanto ellas como su lucha son, de hecho, la diana adonde van a parar los dardos de la extrema derecha en sus discursos de odio.

No atiende a lógica ninguna que lo sucedido en el Holocausto preocupe a estas personas, incluyendo lo allí ocurrido a los españoles, pero que les ofenda que en España se lleven a cabo manifestaciones por la memoria histórica, que se enciendan velas por las víctimas del franquismo, por las miles de personas represaliadas, torturadas, violadas o fusiladas en la represión franquista. Este doble rasero da a entender que únicamente les interesa el comunismo cuando este ocasionó muertes: sin embargo, el hecho de que se haya matado aquí a los comunistas, a los rojos, a los republicamos o como queramos llamar a las víctimas del franquismo, no les importa en absoluto.

Pese a que los herederos del franquismo, faltos de empatía y rebosantes de desprecio, ostentan públicamente la intolerancia y la instransigencia que caracterizan al fascismo, los familiares de las víctimas no hacen más que ejercer el imperioso derechos a una sepultura digna para sus seres queridos, inherente a todo ser humano. Hacen esto por una cuestión de dignidad pero también de democracia: toda democracia que se sustente en fosas comunes, cunetas o pozos llenos de personas asesinadas y en desapariciones forzosas, como ocurre con la española, no es una democracia plena como debería ser.

Un tuit —una publicación en Twitter— expresó muy claramente, aunque de manera irónica, nuestro pasado reciente. Decía: “Franco era demócrata, lo que pasa es que era asintomático”. Esta frase representa el caso de muchas personas de derechas, y especialmente de extrema derecha, que aseguran preocuparse por los derechos humanos pero cuando los derechos en cuestión son de la gente que vive en España y sobre el genocidio de la represión franquista son asintomáticos: no solo no les importan en absoluto sino que, además, critican todo al respecto. En España se silenció una parte de la historia durante la dictadura franquista, la de los vencidos y posteriormente represaliados, y se sigue intentando silenciarla, pretendiendo el miedo de sus familias con la vana intención de que cesen en la lucha por sus derechos.

Es cierto que la memoria histórica española sufre muchos, muchísimos bulos. Los bulos son la estrategia sistemática de la extrema derecha para afianzar terreno y captar adeptos: difundir bulos, manipular la opinión pública. Por eso hay gente que, cuando detecta un bulo o un mensaje sesgado, dice “No compartas este vídeo” o “No compartas este artículo”; pero esa petición no soluciona el problema del auge de la extrema derecha: por supuesto que no se debe compartir los vídeos tendenciosos, o los artículos falseados, pero también se debe argumentar por qué no hay que hacerlo y qué no es correcto en ellos.

Si nos llega una información incorrecta o alterada y no la difundimos no estamos contribuyendo a solventar el problema, solamente a no agrandarlo. Si permitimos que la ultraderecha siga creando y difundiendo bulos a sus anchas sin confrontarlos con la verdad estaremos permitiendo indirectamente que su poder siga creciendo y que su mensaje cale más hondo. Cuando recibimos un vídeo de extrema derecha no debemos compartirlo, porque no debemos fomentar nunca la difusión de mentiras, aunque si en algún momento nos lo pasan e identificamos una mentira debemos exponérsela a quien nos lo envió y rebatirla.

Podemos, además, escribir un hilo en Twitter, un artículo en cualquier medio, podemos escribir dos frases: la cuestión es hacer que se sepa que es mentira, que se trata de un mensaje sesgado y manipulador. No podemos seguir permitiendo como sociedad democrática que somos que un artículo o un vídeo con falsedades circule por WhatsApp, por Facebook, por Twitter, por la prensa o por cualquier medio sin más: se debe confrontar, señalar los aspectos que no sean ciertos y dar los argumentos correspondientes. Los mensajes falsos se confrontan con datos verídicos, no haciendo caso omiso de ellos.

Bulos creados para manipular la opinión pública en favor de la extrema derecha española hay cientos, aunque dos de los más conocidos son el de los pantanos que hizo Franco y el de la Seguridad Social que creó Franco. Por supuesto, estos hechos no son así realmente; mucha gente lo sabe gracias a que hubo quienes los desmontaron. Si no hubiera periodistas, historiadores o simples personas que hubieran dicho “Estas cosas que tales personas están diciendo son mentira y estos datos lo demuestran” estos bulos seguirían circulando y calando en la gente ingenua.