VIEJECITAS ENTRAÑABLES...

VIEJECITAS ENTRAÑABLES

Si te adentras por las calles estrechas de los barrios viejos de los pueblos pobres de
nuestro solar patrio, puedes verlas, con vestido negro, largo, de amplio vuelo, con un pañuelo cubriendo su cabeza, pequeñitas, caminando despacio, con pasos tímidos e inseguros, queriendo pasar desapercibidas, como si solo fueran una sombra. Cuando en tu caminar te acercas con el paso decidido de la juventud, se apartan, humildes, no queriendo estorbarte en tu camino, mirándote como pidiendo perdón por su lentitud y torpeza.
Son mujeres nonagenarias que despiertan en mí una gran ternura, tal vez porque veo en cada una de ellas lo que mi madre no pudo llegar a ser.
Hay una a la que veo con frecuencia cuando se encamina a hacer su compra diaria al pequeño comercio de la esquina, el de toda la vida, el que era del abuelo del actual propietario, aquel que le fiaba el pan y los garbanzos en los malos tiempos.
Al cruzarme con ella veo las arrugas de su rostro y me entristece pensar que ya se ha quemado la mayor parte de la vela de su vida.
Mirando esas arrugas que ha dejado el tiempo pasado, el trozo de vela consumida, me pregunto cómo fue su vida ya gastada. Siento que mi timidez me impida entablar una conversación con ella, para satisfacer mi curiosidad.
Pero si dejo volar la imaginación, no mucho, que no es muy necesario, pues las mujeres de su edad han tenido vivencias tan parecidas, creo que puedo acertar en las líneas generales.
Basta con suponer cómo era un pueblo en la España interior, la España profunda y pobre, en la época en que pudo ocurrir su nacimiento, con un mundo enredado en lo que se llamó La Gran Guerra.
Triste porvenir esperaba a un recién nacido en un pueblo rural, en un país empobrecido por las continuas guerras civiles del siglo anterior y por la falta de estabilidad desde la Guerra de la Independencia. Y peor si era mujer.
Tuvo la suerte en su más tierna infancia de salvarse de la mortandad que causó la “gripe española” que asoló Europa el año que vio su nacimiento.
Pasó su niñez descalza, que el calzado era caro, vistiendo las ropas remendadas que iban quedando pequeñas a sus hermanas mayores.
Lloró al ver llorar a sus padres cuando su hermano mayor, el que ya ayudaba con su trabajo, se fue a servir al rey en las guerras de África de donde nunca volvió.
Más tarde, en la escuela, el maestro enseñó dónde estaban aquellos lugares adonde lo habían llevado, apuntando en el mapa con su vara por debajo de una mancha azul que decía que era el Mar Mediterráneo. Imaginó que debían estar muy lejos de su pueblo, donde nadie sabía dónde estaba, ni tampoco nadie había visto el mar; tan lejos que por eso su hermano no supo regresar.
Pero poco pudo aprender en la escuela, que había mucho que hacer en casa, y ¡para qué necesita saber leer o escribir una niña! Y de cuentas, con saber las vueltas de los comercios era suficiente. Así que aprendió a leer sin soltura, a escribir con dificultad, a sumar y restar contando con los dedos y oyó algo de la tabla de multiplicar. Y cantó que el Ebro nace en Fontibre y el Duero en Urbión. Y el Padre Nuestro, el Ave María y la Salve. Y en la catequesis, al preparar la primera comunión, los Diez mandamientos, el Credo y el Yo pecador, aunque no se enteraba bien del significado de aquello que repetía de memoria en una cantinela.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Yoli: Estupenda lectura nos regala Jose. Dale un besin de ésta orgullosa sobri.
! Y tan entrañables! Me he dado un también una entrañable satisfacción de "regresar" a escenas, vividas... y los muchos rezos con muy poco pan.! Que tiempos aquellos, dios!! Que lejos y que cerca en la memoria!
Decididamente yoli, no te has dejado nada por el camino.ç
Cuando hace justamente ocho años pasé por primera vez a darme compañía poreste aparato, y éramos solo unos pocos, yo solía, tejer historias en el que las viejecitas y las hijas de las viejecitas, estaban presentes... como lo estaban los que tuvieron la suerte de "regresar". Cuando voy a mi pueblo, el cual le dejé muy temprano, recorro sus calles y sus campos, y en cualquiera de sus rincones, reaparecen hechos tristes, otros entrañables. hace como un mes que hice una visita en un reencuentro con alguien de los que aqui "conoces" y mientras le mostraba el pueblo, le comentaba: Aquí, cosían o hacían calcera, les mujeres de entonces. Todo eso que ves y que ahora es un parque, se lo conocía por los muladares: yo y otros niños, ayudábamos a limpiar las ametralladoras. Tras esa tapiá había unas vigas enormes de olmo, y cogíamos los garbanzos que arrojaban de sus marmitar "los que habían venido de fuera y vestían todos igual: eran sucios y barbudos. Uno que no tenía barba, de vez en cuando me daba una naranja, ayudaban a mi madre y abuelo en las labores del campo. En esta calle que como ves se llam "Sal si puedes, se alojaba el señor José; un hombre bueno según mi abuela, que vino huido de la otra Castilla. En esa casa al lado de la mía, con mi vecino Mariano, recogíamos un buen número de "juguetes paligrosos" (no lo sabíamos) balas a las que les sacábamos la polvora. Es esta plazuela,, una vez que los soldados s se marcharon, a una mujer joven entre tres, vestidos con camisas azules la maltrataba, gritaba, les daba patadas, mientras la llamaban puta roja. pregunté a mi abuela el porque la hacían eso, y esta, mi abuela, siempre me respondía lo mismo: algún día crecerás y lo entenderás. Mientras que mi abuela, entro en el ponedero, aquel niño que yo era, vio como caía el pelo de aquella joven por el suelo entre carcajadas e insultos, de los tres individuos... Aún sin pelo, aquella muchacha seguía siendo guapa, pensé yo mientras que uno de los tres la desabrochaba el mono, y decía a sus compañeros "esta zorra no esta nada mal."
Pasó el tiempo entre olivares y trigos, y las trincheras se fueron borrando en el valle... pero no los recuerdos: recuerdos algunos que a mi inocencia niña le divertían. No recuerdo muy bien si mi estómago gritaba, si que solo teiía unos pantalones colrtos y remendados, y que calzaba unas albarcas, que me hacían daño. que manejaban muy bien la azada mis manos pequeñas, y que mi padre hablaba con mi madre cosas diferentes cuando se creían que yo no escuchaba.
Y cosa extraña que aprendía a leer muy pronto. Que porque portaba en una mano un libro y en la otra la azada, se me llamó leyes y otras cosas. Que noté no poca indiferencia, en algunos pero que sin embargo si que me divertía con mis amigos.. que en los pocos encuentros recordamos algunas coas. Si que he notado que alguno de ellos pareciere, no tienen memoria... y hasta he pensado mas de una vez, que huyen del tema, o que se equivocan, llamando canallas, a los que eran ni mas ni menos unos "mandaos.
Gracias yoli por recordarme que pese a todo fui un niño alegre... y que en mi memoria retuve muchas coas, que a veces en la solana, escribía en cualquier espacio blanco, llamando a los seres humanos, torpes.
Hoy mientras escribo, sigo pensando lo mismo... mirando al panorama.
! Y yo que me he acercado hasta el ordenador, en la idea de escribir una historia o poema de amos!
Regreso a la cama, pero seguro seguro que mas tarde me pondré delante del ordenador, para contarme cosas mas alegres.
Un abrazo Yoli. ... (ver texto completo)