España, centro de operaciones de Gladio (b)...

España, centro de operaciones de Gladio (b)

STEFANO DELLE CHIAIE, TERRORISTA CON CIENTOS DE MUERTOS A SUS ESPALDAS, CONDECORADO POR LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA

La “transición” modélica española transcurría entre la sistematizada campaña terrorista (estrategia de tensión) de organizaciones creadas por los aparatos del Estado español como el BVE (Batallón Vasco Español) y GAL-Gladio contra ETA (más su entorno) y la brutalidad represiva que provocaban en las calles las fuerzas policiales del Estado y sus cachorros fascistas de Fuerza Nueva para intimidar y acorralar a la izquierda rupturista. Los atentados diarios de ETA en el País Vasco se sucedían, también, rutinariamente, al igual que las torturas policiales y las luchas obreras contra la reconversión industrial, las cuales eran reprimidas a tiro limpio. Quiero reflexionar, a continuación, sobre unos puntos, cuanto menos, oscuros que pueden resultar, lógicamente, discutibles pero resultan, como mínimo, susceptibles de controversia o “polémica”. Veamos.

Habría que preguntarse cómo es posible que la organización separatista vasca pareciese gozar de un amplio margen de maniobra para cometer sus acciones terroristas, incluida la facilidad para trasladarse hasta territorio francés, a pesar de que necesariamente tenían que estar controlados todos sus movimientos por los servicios secretos franceses y españoles ya que no se trataba (sus huidas a Francia, tras cometer los correspondientes atentados) de algo puntual, sino cotidiano (además del flujo de idas y venidas de sus militantes). Junto a los atentados contra refugiados vascos en el sur de Francia por parte de Gladio-GAL, de algún modo se podría advertir que había una estrategia en las cloacas policiales y de inteligencia españolas y francesas de “hacer y dejar hacer”. El llamado “santuario” de ETA en el país galo pudo ser, perfectamente, acordado (o tolerado) de antemano, conjuntamente, por Madrid y París para seguir alimentando la estrategia de tensión contra el nacionalismo vasco (en su conjunto, pero sobre todo el independentista que tenía una presencia muy fuerte en toda la Comunidad autónoma vasca). De otro modo no se explica que la conservadora Francia de Giscard D’Estaing y la “socialista” de François Mitterrand permitiesen a los comandos de ETA penetrar fácilmente en su territorio, después de cometer, repito, atentados en España, cuando perfectamente podrían haberles neutralizado, incluidos a sus dirigentes. Las ocasionales redadas francesas contra ETA servirían como una fachada para justificar su lucha contra el terrorismo.

Otro de los atentados, con el sello de Gladio, que causó gran impacto en la transición, fue el asesinato, en enero de 1977, de cinco abogados laboralistas en un despacho de la calle Atocha, en Madrid. Oficialmente, el crimen fue endosado a tres pistoleros ultraderechistas españoles: Fernando Cerrá (condenado), Carlos García Juliá (fugado con la connivencia de jueces y policía) y Fernando Lerdo de Tejada (también fugado de igual forma que el anterior). Estos sujetos eran la fachada aséptica ideal para escamotear responsabilidades políticas y policiales que, incluso, iban más allá de las fronteras españolas. Ultras franquistas nostálgicos de la dictadura asesinan a “rojos” “y aquí paz y después gloria”. Un escenario idóneo para vender el pucherazo-relato de una “transición” made in Victoria Prego. Pero las cosas tienen otras tinturas y perfiles que muchos han tradado de ocultar deliberadamente. Se ha sabido que al menos un terrorista italiano de Gladio estuvo también presente en la matanza y que todos estaban teledirigidos por la policía y los servicios secretos españoles. La conexión terrorista italo-española estaba de nuevo sobre la mesa. El señalado como el agente de Gladio en Atocha fue Carlo Cicuttini quien ya tenía experiencia como terrorista en ejercicio al ser señalado como autor de la colocación de una bomba en un coche de unos carabinieri italianos, en Peteano, 1972, donde resultaron muertos tres agentes. Este atentado fue atribuido, en un principio, a grupos de “extrema” izquierda (la estrategia demonizadora clásica de Gladio). La acusación contra Cicuttini, sobre su participación en los crímenes de Atocha, se basaba en un informe del Comité Ejecutivo para los Servicios de Información y Seguridad (CESIS) de Italia.

Fue, precisamente, el juez italiano Felice Casson (un juez de los de verdad), encargado de investigar el atentado de Peteano, el que descubrió el pastel de la red Gladio en Europa a través de otro sicario de la trama de la OTAN: Vincenzo Vinciguerra. Cicuttini había huido a España después de perpetrar el atentado de Peteano, gozando del beneplácito de las autoridades franquistas, donde se pudo mover a placer y actuar en otros asesinatos de la red Gladio durante la transición, como el de los abogados de Atocha. La España “democrática” se negó a extraditarle hasta que fue cazado en Francia en 1998 y extraditado a Italia. La negativa española a entregar a Cicuttini no tenía otra motivación que evitar que su terrorista “cantase” demasiado en torno a la guerra sucia contra ETA, ya que el informe reservado del CESIS hablaba en este sentido: “presunta participación de extremistas de derecha italianos en las actividades de carácter violento contra ETA de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL)