La picadora....

La picadora.

A algunos les vendría bien el «memento mori» de los romanos.

Luis Ventoso.

Actualizado:

02/01/2019 09:06h.

Cada año, personas que eran parte del paisaje se van para no volver. Cualquier repaso somero de la lista de caídos siempre impresiona un poco. En 2018 bajaron el telón tres reinas de la canción (la del soul, Aretha Franklin; la gran diva de la ópera Caballé y la penúltima señora de la canción española, Dolores Pradera). También se acabaron las viñetas de Forges, las películas de Bertolucci, el viejo Nuevo Periodismo de Tom Wolfe y las elaboradas novelas de Philip Roth. Murió un expresidente de EE. UU., Bush padre, y Stephen Hawking, que llevaba décadas driblando a la parca con gracia y valor, esta vez no lo logró.

Pero al margen de las físicas, que son las únicas graves, porque no tienen enmienda, están también las pequeñas muertes civiles: personas en puestos de relumbrón que súbitamente pasan a ser ciudadanos de a pie. De repente cotizan por lo que personalmente valen, sin el plus del cargo, y el móvil enmudece. Si viajamos a la España política de finales de 2017 y la comparamos con la de este arranque de 2019 queda patente lo frágil de la posición de todo político, aunque algunos creen levitar. A finales de 2017, Rajoy parecía consolidado tras parar el golpe catalán con el 155. Soraya seguía siendo la mujer con más poder de España y se jactaba de controlar todos los engranajes de la Administración (y a bastantes periodistas). Cospedal, sobrecargada de tareas, compatibilizaba el PP con un ministerio, como si el mundo no pudiese rodar sin ella. Cifuentes vivía su particular cuento de la lechera y confundiendo ambición con talento hasta se veía sucediendo al viejo Mariano. Susana Díaz seguía siendo un contrapeso importante en el PSOE y una carta de futuro. Carolina Bescansa intentaba lanzarle un pulso a Iglesias, ignorando que en los partidos leninistas solo cabe un Lenin, que siempre gana (y purga). Puigdemont soñaba con seguir dirigiendo Cataluña a la fuga y por guasap. Junqueras se creía el Moisés del separatismo, el que trola a trola llevaría al pueblo elegido a la tierra prometida republicana. Anna Gabriel, cupera intrépida y desaliñada, aparecía como perejil de cada esperpento del Parlament. Hoy todos están fuera de juego.

Como antídoto contra el mal de ego, los antiguos romanos recomendaban a sus héroes y líderes el lema «memento mori», recuerda que morirás. Los generales victoriosos entraban en Roma con un siervo a sus espaldas susurrándoles esta salmodia: « ¡Mira hacia atrás y recuerda que solo eres un hombre!». La taquicardia digital ha acelerado los tiempos políticos, a veces hasta la histeria. El kilo de líder caduca más rápido que las latas de bonito. Unos jamás han aprendido a aterrizar en la normalidad después de tocar púrpura (véase a Aznar, todavía reconcomido por dejar el poder hace dos décadas). Otros supieron entender que pasó el día y pasó la romería (el flemático Rajoy). Alguno, todavía en ejercicio, piensa que con ÉL ha arrancado una nueva era y ordena engalanar palacios canarios de reyes para pasar unas simples mini vacaciones navideñas. Será de los que sufran al volver a coger un taxi. Y vista la cascada de éxitos, no lo hará tarde...

Luis Ventoso.

Director Adjunto.