La primera vez que Pedro Sánchez se echó en brazos de Pablo Iglesias, dispuesto a hincar la rodilla ante Junqueras, Puigdemont (en aquel entonces todavía no había huido escondido en el maletero de un coche), Ortuzar y Otegi, con tal de llegar a La Moncloa, el Comité Federal del PSOE le obligó a dar marcha atrás. Alfredo Pérez Rubalcaba calificó con acierto el engendro como «gobierno Frankenstein», Susana Díez hizo valer toda la fuerza del socialismo andaluz en el afán de impedir la consumación de semejante pacto de perdedores, y el asturiano Javier Fernández impuso en las filas del puño y la rosa la sensatez que le caracteriza. Hoy ninguno de los tres plantea objeción alguna a las andanzas del reprobado. Tampoco lo hacen los líderes de Extremadura, Castilla-La Mancha o Aragón, temerosos de perder el favor del caudillo resucitado merced al favor de las bases. La lideresa del sur anda ocupada en conservar la poltrona y sabe que, para tener alguna posibilidad de lograrlo, habrá de apoyarse en Podemos, toda vez que Ciudadanos no volverá a ser su muleta. El poder tiende a corromper... y el morado que ayer parecía un color espantoso cobra de pronto el matiz de una tonalidad hermosa. Como decía el genial Groucho Marx: «Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros». En cuanto al veterano presidente del Principado, es de suponer que ha tirado la toalla. Ha desistido. Se ha rendido a la evidencia de que el PSOE ya no es el PSOE y carece de energías para dar otra batalla. Se va de la escena callado, por lealtad a las siglas, dando por perdida buena parte de aquello a lo que ha dedicado su vida.
Lo dicho; el socialismo español ha muerto. ¡Viva el frente popular!
Isabel San Sebastián.
Lo dicho; el socialismo español ha muerto. ¡Viva el frente popular!
Isabel San Sebastián.