Arzalluz en la tiniebla....

Arzalluz en la tiniebla.

Administró la realidad del País Vasco como si nada extraordinario sucediera, incluyendo en sus partidas contables el recuento de cadáveres.

Salvador Sostres.

Actualizado:

28/02/2019 17:36h.

Arzalluz mandó siempre desde la sombra, también cuando la sombra se le volvía sanguinaria y tenebrosa. Entre el sobreentendido y el equívoco, las metáforas de árboles y nueces, y un verbo afilado y durísimo, el presidente más emblemático del PNV administró la realidad del País Vasco como si nada extraordinario sucediera, incluyendo en sus partidas contables el recuento de cadáveres.

La truculencia y la habilidad política fueron siempre de la mano en Arzalluz. En su tierra alzaba la voz y en Madrid domaba el pacto. Receloso y presumido, parco en efusiones y rápido de reflejos, convirtió su singular personalidad en su principal activo político. Gesticulaba como un gudari pero sólo para subir el precio de su apoyo parlamentario; habla como una víctima de la mentalidad uniformizante del Estado pero le costó mostrar compasión con las víctimas más indiscutibles y masacradas, creando unas secuencias lógicas sobre un fondo de estupor y muerte de muy difícil calificación moral.

A diferencia de los nacionalistas catalanes de Convergència i Unió, Arzalluz nunca quiso refundar España, ni gobernarla, ni salvarla. Se limitó a defender su provecho del modo más descarnado: con PP y PSOE indistintamente, y hablando indistintamente de transferencias y de cadáveres.

Su sentimiento se parecía más al de Ibarretxe que al de Imaz, pero era demasiado prudente, y demasiado inteligente, para iniciar aventuras que sabía mejor que nadie que no iban a ninguna parte. Pero para no quedar como un regionalista ante su público más exacerbado, ni ante sí mismo, recurría al cinismo de criticar los «michelines» de Imaz, cuando él mandó con el mismo tiento y la misma aversión al experimento.

Pocos meses antes de morir dijo en una entrevista que sería recordado como «un malvado». La posteridad es lenta y para él acaba de empezar. No sé si «malvado» va a ser el adjetivo que finalmente le resuma, pero sí que su primer recuerdo emerge más entre tinieblas que en un cielo claro.

Salvador Sostres.

Articulista de Opinión.

PD: ¡"BUEN" VIAJE LLEVES!, ¡HASTA NUNCA!