"Gómez Bermúdez, el juez del 11-M: "Los políticos no...

"Gómez Bermúdez, el juez del 11-M: "Los políticos no te llaman, sería una temeridad, te envían palomas mensajeras"
El presidente del tribunal que juzgó los atentados rememora para EL PERIÓDICO DE ESPAÑA los casi cinco meses de sesiones celebradas en un pabellón de la Casa de Campo preparado ex profeso para acoger la vista

Madrid 06 MAR 2024 6:50 Actualizada 06 MAR 2024 16:42
Javier Gómez Bermúdez, que hoy ejerce como abogado en el despacho Ramón y Cajal, es la cara más conocida de la justicia en relación con los atentados del 11M. Si bien la instrucción recayó sobre el magistrado Juan del Olmo, fue el presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional el que presidió el juicio por la muerte de 192 ciudadanos en los trenes, que se celebró entre el 15 de febrero y el 2 de julio de 2007, en un pabellón de la madrileña Casa de Campo en el que se escucharon los testimonios de acusados, testigos, víctimas, policías, políticos e incluso miembros de ETA. Tres meses más tarde, se dictó sentencia.

¿Cómo recuerda hoy aquellas jornadas en el pabellón de la Casa de Campo?

Son muchos recuerdos, todo fue muy intenso, muy medido, con mucha presión y muy agradable también dentro de la tragedia. Lo que estábamos juzgando era una auténtica tragedia, unos delitos terribles, tuvo una parte humana que yo recordaré toda mi vida. El trato con ustedes los periodistas, por supuesto, con las víctimas, incluso con los familiares de alguno de los acusados.

¿Hubo alguna que destacó especialmente?

Por un lado, la declaración del señor Díaz de Mera -director general de la Policía cuando se perpetraron los atentados, y después eurodiputado del PP-, y por otro la de una de las víctimas, que era un chico en aquella época joven, que quedó con bastantes lesiones. Estuve con él hace un mes y está muy bien.

Sobre la declaración de Díaz de Mera, fue el único momento en el que temí que el juicio estuviera en peligro, porque el entonces europarlamentario del PP empezó su declaración diciendo algo que ya había adelantado en la radio, que había un informe que vinculaba a ETA con los atentados, cosa que sabíamos que era rigurosamente falsa porque el informe estaba en los autos.

Se trataba del hallazgo de ácido bórico en el domicilio de Hassan el Haski en Canarias, similar al encontrado en un piso de ETA en Madrid. Pero esta sustancia no sirve ni para fabricar explosivo, sirve para la poca higiene y poco más no era en absoluto relevante.

El señor Díaz de Mera se negó a decir quién era su fuente y eso provocó que el tribunal, en este caso yo, en funciones de policía de vistas, le apercibiera y conforme a ley le sancionara en el acto y luego dedujera testimonio al Tribunal Supremo por un delito de desobediencia grave. Esa misma tarde noche me hizo llegar en un sobre la identidad de la fuente, que ya sabíamos.

¿Cómo vivió el tribunal los bulos, las informaciones controvertidas, la desinformación?

Todas estas teorías de la conspiración fueron un episodio bastante importante del juicio. Primero, porque es muy fácil hacer una teoría de la conspiración y, sin embargo, es muy difícil contestar en una sentencia al cúmulo de tonterías que se llegaron a decir.

Recuerdo además con mucha tristeza, con vergüenza ajena, los testigos miembros de ETA que declararon y sobre todo, el testimonio de Henri Parot -histórico de la banda- al que una defensa llegó a preguntar si se había entrenado en Argelia. Era plenamente conocido por las fuerzas de seguridad que nunca había estado en Argelia y que no había visto a un yihadista en su vida.

¿Sufrieron presiones los magistrados?

Vamos a ver, nunca un político, pero ni en este juicio ni en ninguno, te va a llamar, porque eso sería una temeridad. Se manda lo que denominamos en el argot palomas, palomas mensajeras que son amigos, conocidos, primos, otros compañeros que te trasladan que oye, mira bien esto. Te están mandando un mensaje.

¿Y cómo respondieron?

El tribunal era un tribunal muy experimentado. Estaban conmigo Fernando García y Alfonso Guevara, que tenían una experiencia altísima, porque el primero debería llevar en aquella época ya casi cuarenta años de servicio, Alfonso más de treinta, y yo llevaba también veintimuchos y, por lo tanto, no nos influían. Pero presiones sí que había.

Es muy difícil contestar en una sentencia al cúmulo de tonterías que se llegaron a decir
¿Cree que la sentencia sirvió para dar satisfacción a una sociedad que había quedado marcada por la tragedia?

La sociedad estaba dividida, todavía hoy hay opiniones para todos los gustos. Yo creo que a la mayoría, más que satisfacción, les generó algo de alivio. El problema de los juicios es que la gente tiene que entender que el objeto de un juicio lo marcan las acusaciones y de ahí no te puedes salir. No podíamos contestar a los montones de disputas que había en la calle.

Yo siempre digo que lo más difícil de esa sentencia fue contestar a las cosas que no tenían sentido, como por ejemplo poner en cuestión que no había sangre en las pocas paredes que quedaron donde se suicidaron los terroristas en la calle Martín Gaite de Leganés. Mire usted, la dinamita deflagra a 3.000 grados, y a 3.000 grados todo es polvo, no queda nada <<<<<<<<
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Vaya experto en explosivos y caradura que estás hecho.
Amplias tus conocimientos de Economía Liberal o sigues trotando?.