Ay, Cipriano....

Ay, Cipriano.

A veces España parece un país inventado para que James Rhodes suelte sus ocurrencias a la manera de Dick Solomon en «Cosas de marcianos»

Rosa Belmonte.

Actualizado:

12/02/2019 08:22h.

Cuando preguntabas a Nati Mistral sobre Manuela Carmena te decía que lo primero que tenía que hacer era peinarse (también que Pedro Sánchez le parecía un peluquero de señoras). Con esa obsesión capilar, es una pena que Nati no conociera a James Rhodes, versión masculina de «Despeinada», la canción de Palito Ortega. Podía haberla acompañado al piano mientras ella cantaba «Ay, Cipriano». De todos los análisis sobre la manifestación del domingo en Madrid, el del británico no tiene competencia: «Mucha gente con banderas en el metro hoy de camino a la manifestación. 90% blancos, mayores de 55 años y aparentemente ricos (el uniforme del barrio Salamanca). ¿No son exactamente las mismas personas que nos metieron en este maldito desastre en primer lugar?». ¿Pero qué dice? Vale, luego reconoció que fue una generalización innecesaria. También contestó a otro: «Tío, amo España». Si no lo dudamos. Aquí tenemos las casas más limpias y las habichuelas las tomamos en un plato hondo como guiso. El hombre hasta se sorprende de que nos demos los buenos días en los consultorios médicos. Y ser mayor de 55 años no es malo. Las papeleras y todo el mobiliario urbano están a salvo aunque se echen a la calle, a no ser que venga de Vigo el viejo que raya coches y mete palillos en las cerraduras. Pero alguien que considera necesario señalar que el 90% de las personas que veía en Madrid eran blancas no debe de haberse coscado mucho de España. No sé si se habrá dado cuenta también de que el 90% de los españoles tiene persianas.

De Gaulle bromeaba con que Bélgica era un país inventado por los ingleses para fastidiar a los franceses. España a veces parece un país inventado para que James Rhodes diga sus ocurrencias a la manera de Dick Solomon (John Lithgow) en «Cosas de marcianos». Sobre la raza o sobre las meriendas (no de negros). A Carol Thatcher la echaron de la BBC después de comparar (tras la grabación de un programa) al tenista Gael Monfils con un «golliwog», tradicional muñeco negro de trapo. Es clavado. Eso aquí no habría pasado. Al menos hace años. En «Es peligroso casarse a los 60», Adriana Ozores se echa un novio negro y cuando se lo presenta a su padre, Paco Martínez Soria, este le saluda con un «Tanto negr… tanto gusto». Martínez Soria es nuestro Spencer Tracy de «Adivina quién viene esta noche».

Los españoles no vimos muchos negros juntos hasta que pusieron «Raíces» en televisión. Antes la cosa estaba desperdigada. Un poco Donna Hightower, un poco Phil Trim, un poco Barullo, el de Los Chiripitifláuticos (que luego Santiago Segura utilizó de adulto en «Torrente, el brazo tonto de la ley»). Yo el primer negro con el que hablé en mi vida fue un niño de la Operación Plus Ultra. No recuerdo qué heroicidad había llevado a cabo, pero me firmó un autógrafo.

En nuestra tele tampoco ha habido muchos negros. Francine Gálvez. Desirée Ndjambo. José Legrá en «Tutti Fruti», donde tenía que leer un texto lleno de trampas. Casi la misma proporción que había en la manifestación. Vi algunos negros. Desde luego, no el 10%. Pero varios. Ahora en la tele tenemos a Alfonso Arús. En su programa se ha desvelado que algunos seguidores del Cádiz se subieron en los autobuses que habían puesto los partidos políticos de derechas para ir a la manifestación, pero lo hicieron para ir a ver a su equipo, que jugaba con el Alcorcón. Encima se llevaron la alegría de la victoria (1-2). Un gol de Machís en el minuto 90 en una remontada de locos. James Rhodes tiene que entender también al pueblo gaditano para seguir conociendo España.

Rosa Belmonte.

Articulista de Opinión.