Ocho por ciento....

Ocho por ciento.

La idea de que Ciudadanos encabece la oposición se ha esfumado en cuatro semanas: el sueño de una noche de primavera.

Ramón Pérez-Maura.

Actualizado:

29/05/2019 00:27h.

Desconcierto es lo que exuda la dirección de Ciudadanos desde la mañana del pasado lunes en que se enfrentaron a un resultado malísimo. Un resultado que no es que no cumpliese sus expectativas, es que destruía la estrategia que se habían trazado.

A principios de año Albert Rivera fijó una nueva posición para su partido: estaba frente a Sánchez y no pactaría con él. Con ello se alineó claramente en la oposición, la antítesis de un partido bisagra. La apuesta le salió bien de entrada porque en las pasadas elecciones generales situó su partido a 219.423 votos, es decir 0,84 puntos porcentuales del Partido Popular. Eso permitió a Rivera empezar a proclamar, a partir del 29 de abril, que el jefe de la oposición era él porque su partido estaba en ascenso y el PP, en caída libre hacia los infiernos. Con esa posición, resultaba evidente que era inútil pretender que Ciudadanos respaldara la investidura de Sánchez. Cuando aspiras a liderar la oposición no puedes apoyar al Gobierno. Sea el que sea.

En menos de un mes se han vuelto las tornas. Los resultados del pasado domingo fueron catastróficos para las expectativas de Ciudadanos y para la estrategia que se habían marcado. En las elecciones municipales consiguieron 3.181.636 votos menos que el PP, es decir un 13,98 por ciento por detrás. Se puede argumentar que es un dato matizable porque Ciudadanos no tiene la misma infraestructura que el PP y hay muchos ayuntamientos donde no se presenta. Es cierto. Por eso la prueba del algodón es el resultado de las elecciones europeas, donde España es una circunscripción única y no hay una sola urna donde no esté disponible la papeleta de Ciudadanos. En esos comicios el PP aventajó a Ciudadanos en 1.783.551 votos, es decir un 7,956 por ciento de los votos. Para entendernos, un ocho por ciento. Con esa diferencia de votos Rivera y los suyos saben que es una broma pretender encabezar la oposición. La España de circunscripción única habla con más claridad que ninguna otra elección o encuesta.

A partir de ahí, en las últimas horas hemos visto a Ciudadanos como un pato mareado, dando tumbos por el escenario político. Ya no se sabe dónde están. Su cabeza en Castilla y León, Francisco Igea, da señales inequívocas de querer echarse en brazos del PSOE. Y en otras regiones donde Ciudadanos podría apoyar al PP, el PSOE estudia la «fórmula Revilla», que es la que el socialismo puso en marcha en 2003 en Cantabria. Allí, las dos legislaturas precedentes había habido una colación de PP y Partido Regionalista de Cantabria con Miguel Ángel Revilla como vicepresidente. En ese año Revilla volvió a quedar en tercera posición tras PP y PSOE. Pero con tal de echar al PP, el PSOE hizo presidente a Revilla. La consecuencia para el PSOE ha sido que en las siguientes elecciones de 2007 el PRC le arrebató la segunda posición y desde entonces el PSOE nunca ha mejorado su tercer puesto. Un éxito de estrategia. Pero no parece que le importe mucho a la dirección federal del PSOE que ahora parece dispuesta a captar a Ciudadanos aún a costa de correr el riesgo de convertirse en un partido secundario como le ha pasado en Cantabria.

Pero lo más relevante es que los bandazos de Ciudadanos en las últimas horas demuestran que tiene serias dudas sobre su propia posición. La idea de encabezar la oposición empieza a fluctuar en sólo cuatro semanas: el sueño de una noche de primavera. Puede que a estas alturas hayan llegado a la conclusión que ser bisagra permite pillar poder casi siempre. Pero también implica no encabezar un gobierno nunca.

Ramón Pérez-Maura.

Articulista de Opinión.