PROLOGO...

PROLOGO
1º PARTE
La nación española, una realidad muy anterior a la Edad Contemporánea aunque el hecho nacional se la relacione con la Revolución francesa y su época, porque ahora se singulariza cuando no nos queda nada más que las glorias pasadas y una nación agónica donde sus propios hijos se dividen en banderías y sin conciencia nacional afloran sus ambiciones personales y sus odios e iniquidades para destruir esta magna obra que es España o lo que queda de ella, inventándose fronteras que nunca tuvo, al contrario en otro tiempo si atravesábamos los Pirineos y nos dirigíamos al norte estaba España en Flandes y Holanda (antiguos Países Bajos) y si giramos al Este estaba el mosaico italiano con su fraccionamiento con la presencia de España en el Milanesado, Napoles, Sicilia y la isla de Cerdeña y ya a lo lejos, en tierras griegas Neopatria y la isla de Malta.
En tierras africanas no olvidemos Ceuta, Melilla, Oran, Túnez, Bujía etc.
Clamaba el general Polavieja en Septiembre del 1889…Tuvimos el Imperio mientras lo merecimos, Hoy somos pobres, pequeños y débiles, porque lo merecimos también. ¿Nos quedan las aptitudes y alientos necesarios para conservar la Patria que nos dejaron tantos y tan combinados desastres? Pidamos a Dios y a la Virgen de Covadonga devuélvanos todas las grandes virtudes y cualidades que hemos perdido y sin las cuales iremos fatalmente a la total ruina.
Era el rey Felipe II quien manifestaba con orgullo que “en su Imperio no se ponía el sol”. Una aseveración completamente acertada pues “Las Españas” era un Imperio Universal que comprendía en Europa, la península Ibérica con la anexión de Portugal y su Imperio americano (Brasil), africano (Guinea Bissau, Angola y Mozambique e Isla de Santo Tome) y asiático (Goa, Diu, Macao y sus posesiones de Indonesia); en la actual Francia el Rosellon, la Cerdaña, el Franco Condado; en Italia el Milanesado, el reino de Napoles, Sicilia y Cerdeña y las islas de Creta y Chipre; en la actual Holanda y Bélgica los Países Bajos y Flandes; en el norte de Africa, Ceuta, Melilla, Oran, Bujía, Túnez e islas adyacentes; en América los Virreinatos de Nueva España, Venezuela, el Virreinato de Nueva Granada, Provincias Unidas de América central, El Perú y el Virreinato de la Plata, las islas de Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Jamaica, Trinidad y otras; en Asia las Islas Filipinas y en el Pacifico las islas Marianas, las islas Carolinas y la isla de Guam, Varios siglos han pasado desde que se inició la decadencia y FelipeII en su vejez se lamentaba clamando: “Dios que me ha concedido este vasto Imperio, no me ha dado un hijo capaz de mantenerlo”.
Sería Polibio, historiador griego romanizado, quien predijo que el movimiento de la Historia estaba sometido a la fatalidad de un proceso cíclico. Fundamentándose en esta convicción, Polibio expuso su teoría sobre “los ciclos constitucionales”. Así comentaba de forma genérica, que “la Monarquía, engendraba la Tiranía así como la Tiranía engendra a su vez la Aristocracia, la cual engendra a la Oligarquía y la Oligarquía es reemplazada por la Democracia y al final la Democracia acabará con la lucha de todos contra todos, en una guerra civil y entonces le sucede la autoridad única en forma de Despotismo.
Polibio expone, que este carácter natural, se desarrolla conforme a la Naturaleza y por tanto los hombres siempre pueden prever los futuros estadios que van a acontecer. Si analizamos este pensamiento filosófico y observamos el ultimo desarrollo de la Historia España en tres Edades, Media, Moderna y Contemporánea, comprobaremos el cumplimiento de los ciclos anunciados y en qué etapa nos encontramos y el fatal destino que nos espera si no actuamos con un cambio de timón en la política nacional y corregimos nuestro rumbo equivocado, que nos dirige hacia la autodestrucción como pueblo. En la Edad Moderna, son los Reyes Católicos, quienes definitivamente terminan con la anarquía que reina en Castilla, desde Enrique II de Trasmatara, más conocido como Enrique el de las Mercedes, por sus dádivas que conceda a los nobles, por el reconocimiento como rey fratricida y transcurre un periodo de ciento cincuenta años, donde el pueblo español está dividido en banderías y en acontecimientos intrascendentes. La monarquía se refuerza con los mandatos de Carlos I, El Emperador y Felipe II y sucede un periodo de decadencia con los últimos Austrias, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, a quienes les correspondería el apelativo de “reyes holgazanes” por su incapacidad para dirigir personalmente sus responsabilidades de gobierno y delegar en válidos, que abusando de su posición, acumularon cargos, honores y riquezas con ambiciones desmedidas y codicias insaciables, olvidando la obligación del gobernante que es servir al bien común del pueblo. Felipe III y Felipe IV, no pueden con la dura herencia y a este no poder le corresponde una progresiva relajación en la moral interna española, que va como soltando amarras de responsabilidades, de criterios morales que van desbaratando su capacidad política, encharcando cada vez más, su ímpetu y su voluntad de acción. De esta monarquía decadente, le sucede la oligarquía, protagonizada por los válidos, primero el marqués de Denia, seguido de los duques de Lerma, Uceda, el marqués de Siete Iglesias y por último el Conde-Duque de Olivares. Gaspar de Guzmán, hombre entregado a los intereses de la monarquía, pero quizás cegado por su política exterior, haciendo a España, participe una serie de conflictos bélicos como la Guerra de los Treinta Años, empobreciendo la frágil economía del Estado y desatendiendo la política interior. La España de los Austrias, es un estado descentralizado, formado por un conjunto de reinos independientes (Castilla, Aragón, Navarra, Portugal, el Reino de las dos Sicilias y el territorio de América), todos unidos por la Corona, como vástago común, en referencia la figura del Rey de España, existiendo un régimen de autonomías de los distintos territorios. El movimiento desintegrador se inicia en Cataluña y es Barcelona gobernada por la alta burguesía y un campesinado muy próspero, quienes ambos grupos sociales, unirían sus fuerzas, siendo este hecho lo que ocurrió en el año 1640 como el llamado “Corpus de Sangre”. Las tropas catalanes rebeldes derrotaron las tropas reales de Felipe IV y Cataluña parecía irremisiblemente perdida para siempre, pero unida a Francia, el comportamiento y las depredaciones que fue objeto Cataluña por Francia, hicieron cambiar la situación y se unió definitivamente a España.
La secesión en Portugal fue un hecho y un contagio de la secesión de Cataluña. Se inicia la sublevación en Lisboa, en fecha 1 de diciembre de 1640, aclamando al duque de Braganza, de la antigua familia real portuguesa, con el nombre de Juan IV.
El éxito de los movimientos separatistas de Cataluña y Portugal animó a otros separatismos de la corona hispánica.
En Andalucía se levantó un futuro rey, el duque de Medina Sidonia, hermano de la reina de Portugal y con la complicidad del marqués de Ayamonte se quisieron constituirse como reino independiente con la ayuda portuguesa. Olivares inmediatamente actuó y ordenó ejecutar al marqués de Ayamonte y desterró al duque de Medina Sidonia.
En Aragón hubo otra conspiración para nombrar rey al duque de Hijar pero inmediatamente fracasó.
En Sicilia y en Nápoles, la nobleza se puso a favor de la Corona española y el motín secesionista se transformó posteriormente en una guerra social. Se produce un movimiento secesionista iniciado por un caudillo popular Masaniello, que se alza contra soberanía española y hace huir al Virrey, duque de Arcos y establece un gobierno con los desvaríos de grandeza de tiempo de atrás en Roma, de Nicolás de Rienzo, pero la nobleza se puso a favor de la Corona española.
Este es asesinado y el pueblo sin caudillo, se apacigua, y en 1648 es nombrado un nuevo Virrey, el duque de Oñate que logra la pacificación.
La nueva monarquía entronizada, en referencia a la Casa de Borbón, con la figura de Felipe V, como primer rey, se inicia el siglo XVIII, con un cambio de timón nacional, en la concepción descentralizada del reino de España e introduce el centralismo monárquico con los Decretos de Nueva Planta.

Julio Reyes Rubio