Eso no era un golpe era una chapuza echa a trozos sin...

Luis del Val

"La inocencia se pierde poco a poco, día a día. Pero hay días más trascendentes, como cuando descubres, de niño, que papá no lo sabe absolutamente todo o, en la adolescencia, sufres la traición del amigo que creías inseparable. El lunes, 23 de febrero de 1981, perdí otra parte de la inocencia, porque la inocencia nunca se agota del todo. Ya no era un niño, y en casa tenía una hija de seis años y un hijo de dos. Por la radio escuché los disparos y el grito de “Todo el mundo al suelo!”. No había teléfonos móviles. Hice tres llamadas. Cogí el pasaporte, firmé unos talones a mi mujer, y bajé con mi coche hacia Madrid. Carlos Robles Piquer le había encomendado a Eduardo Sotillos la dirección de RNE y a mí las 70 emisoras de Radiocadena. Fui a la calle Ayala, donde estaba nuestra principal emisora, pero tuve la prudencia de no entrar, porque había una tanqueta militar en la puerta. Como siempre me llevaba hasta allí el coche oficial no sabía dónde aparcar, y fui hasta la plaza de España a dejarlo. Luego, me acerqué a la sede de Unión de Centro Democrático, que estaba en la calle Arlabán, cerca del Congreso. Había poca gente. Alguien tuvo la acertada idea de enviar a casa a todo el personal, y por allí deambulaba algún cargo intermedio y media docena de los escoltas de los ministros, a los que los guardias civiles habían desarmado y despachado.

Fue una noche larga, cuando no existían los móviles, ni Internet, y donde a la pérdida de inocencia se sumó la desilusión, el miedo de lo que podría sucederle a tu familia, la impotencia de saber que no podías hacer nada. Hasta que apareció el que lo podía hacer, vestido con el uniforme de capitán general, el hombre al que había conocido en Zaragoza, cuando estuvo en la Academia General Militar, al que saludé en media docena de recepciones, ya en Madrid, el que dio un paso al frente, poniendo en riesgo a él y su familia, porque si el golpe sale adelante, hubiera sido el primer enemigo a abatir por los golpistas. Y, a la vez que perdía parte de la inocencia, creció en mi la esperanza, la ilusión de saber que hay personas que no tienen miedo correr riesgos por los demás. Hoy, tras comprobar su ausencia, volveré a perder la poca inocencia que me queda y contemplaré la terrible ingratitud que nos inunda".

Eso no era un golpe era una chapuza echa a trozos sin haber hablado entre ellos, sin una cabeza visible que podía desaparecer y no dar la cara si lo demás no iba como nadie sabe quién se esperabeba. Vendrá un militar, y vino uno que no esperaban pidiendo hacer lo que Tejero no quería.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Parece ser que había dirigentes socialistas y comunistas detrás del golpe de estado del 23F.