Masacres de la Guerra Civil: terror en los burladeros...

Masacres de la Guerra Civil: terror en los burladeros de la Plaza de Toros de Badajoz (2/2)

Atraillados como perros de caza, eran empujados al ruedo para blanco de las ametralladoras que, bien emplazadas, los destruían con ráfagas implacables Aquí es donde difirien un tanto las versiones. Según algunos autores las matanzas se produjeron por toda la ciudad. Para otros, se concentraron en la tristemente célebre Plaza de Toros. Según J. Casanova: "Cientos de prisioneros fueron llevados a la Plaza de toros, donde según Julián Zugazagoiti "atraillados como perros de caza, eran empujados al ruedo para blanco de las ametralladoras que, bien emplazadas, los destruían con ráfagas implacacables" (J. Casanova - 'República y Guerra Civil', Crítica) Respecto a la participación de Yagüe, Casanova cita un artículo del periodista estadounidense John T. Whitaker para el New York Herald en el que el militar rebelde se destapa: "Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Iba a llevar cuatro mil prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?". Caben dudas sin embargo de algunas exageraciones de la prensa afín a los republicanos, como se verá más adelante.
Orgía mora
Pero ahí estaba, de nuevo, la teoría de la retaguardia peligrosa. Según Preston, Franco estaba más preocupado por practicar una purga total en los territorios conquistados que por cosechar una victoria más rápida, tal y como tuvo ocasión de demostrar en repetidas ocasiones a lo largo de la guerra, (Paul Preston, 'El holocausto español'). Cuando los nacionales consiguieron romper el cerco que comandaba el coronel Idefonso Puigdengolas Ponce de León, enviado por el gobierno de Madrid para organizar la defensa de la ciudad, los legionarios, regulares y falangistas se lanzaron a una orgía de de saqueos en comercios y viviendas. Siguieron saqueando la ciudad violando también a mujeres y llevándose a hombres hacia la Plaza de toros o fusilándolos sobre la marcha En su mayoría, pertenecientes a los mismos derechisas que habían "liberado". Un oficial rebelde le explicó al periodista Jay Allen: "Es el impuesto bélico que se paga por la salvación", Arrasaron con todo lo que podían llevarse (joyas, relojes, radios, máquinas de escribir, ropa y rollos de tela) y cargaron con el botín por las calles sembradas de cadáveres y cubiertas de sangre. -Preston-. Lo peor estaba aún por llegar: a partir de esa misma tarde las bandas de soldados moros y falangistas siguieron saqueando la ciudad, violando también a las mujeres y llevándose a los hombres hacia la Plaza de toros o fusilándolos sobre la marcha.
Terror en el burladero
Se instalaron ametralladoras en los burladeros alrededor del ruedo y allí emprendieron la matanza. Por la tarde del mismo 14, detuvieron en torno a 1200 vecinos que fueron llevados a la plaza, pero sin anotar nombres ni ningún otro detalle, motivo por el cual siempre fue difícil calcular el total de la barbarie y que el franquismo intentara anular la misma concepción de todo el operativo improvisado ese día y el siguiente. Se publicaron también algunas exageraciones célebres que aparecieron en la prensa y que se utilizaron después para desacreditar la versión de la matanza. Especialmente, una en la que se aseguraba que hubo público en las gradas y se torturó a los milicianos banderilleándoles como si se tratase de un macabro espectáculo taurino. Nunca ocurrio: fue sencillamente a golpe de ametralladora. Se aseguraba que hubo público en las gradas y se torturó a los milicianos banderilleándoles como si se tratase de un macabro espectáculo taurino Según Francisco Espinosa Maestre, el número de represaliados ascendió a 3.800, si bien incluye las ejecuciones durante los meses siguientes. A menudo, la propia cifra de los muertos durante la batalla y el posterior saqueo difuminan la cifra de los ejecutados en la plaza de toros. En cualquier caso, no bajarían de 1.200, aunque la historiografía franquista lo reduce aún más, sin superar los varios de cientos. Más o menos fusilados, ametrallados, en la Plaza de Toros, sólo indica una variación de la magnitud, no de la barbarie. En Badajoz, las tropas rebeldes superaron con creces incluso a la represión de Sevilla y Huelva ordenadas por Queipo de Llano. Mario Neves del Diario Lisboa, que se encontraba en Badajoz y describió la escena como un "espectáculo de desolación y pavor", consiguió entrevistar a Yagüe. Cuando le inquirió si era cierto que esa noche se habían fusilado a 2000, este le respondió: "No deben ser tantos".
Escarmiento campesino
Aunque es cierto que las cifras son difíciles de comprobar, lo ocurrido en Badajoz fue una de las mayores salvajadas cometidas durante toda la guerra y uno de los hitos de la represión en ambos bandos. No fue tan sistemática y organizada como la de unos meses más tarde, en Paracuellos llevada a cabo por miembros del bando republicano, pero sí uno de los operativos más crueles y brutales de toda la guerra. El escarmiento además con la provincia de Badajoz parecía tener unas raíces diferentes al del resto de las provincias, mucho más profundas. Allí es donde se había aplicado el mayor reparto de tierras siguiendo la Reforma Agraria, y la mayor ocupación espontánea por parte de los campesinos, lo que enfureció a amplios sectores de la derecha. La ley había dado vueltas en el parlamento de la Segunda República desde que lo planteara el gobierno provsional. Los africanistas se referían a la ejecución de los milicianos campesinos con la "jocosa" expresión de "darles reforma agraria". En Badajoz, la reforma de la propiedad se juntó con el odio, la guerra y la venganza. El resultado, exagerado en sus delltales más macabros por unos y minimizado hasta el ridículo por otros no esconde que en el verano del 36 en Badajoz se cometió una de las mayores atrocidadades de este país.