QUE NO NOS ENGAÑEN....

QUE NO NOS ENGAÑEN.

Cuando hablamos del crecimiento de una economía podemos imaginar que es como el crecimiento de un globo de material flexible y lleno de aire. A medida que hay más transacciones económicas, el volumen de la economía crece. De la misma forma, a medida que se introduce más aire en el globo, su volumen crece. Si se habla de un crecimiento del 3% cada año, lo que se está diciendo es que el volumen del globo tiene que aumentar cada año 3 unidades de volumen de cada 100 que tiene en ese momento. Por eso, cuanto más grande sea el globo, más costará hacer que siga creciendo porque habrá que introducir más aire para que vuelva a ganar un 3% de su creciente tamaño. Se trata, ni más ni menos, de un crecimiento exponencial. Precisamente por eso, crecer un 3% cuando el globo es pequeño es muy fácil, pero crecer un 3% cuando el globo es grande es más difícil.
Desde que comenzó la crisis económica en 2008 la economía española ha perdido un 5,4% de su tamaño, lo cual supone una caída bastante importante. El globo se ha deshinchado bastante, y por eso ahora es más fácil que vuelva a ganar algo de volumen: al fin y al cabo ese recorrido ya lo hizo una vez (el material flexible del globo ya experimentó y soportó en su día esa tensión, con lo que fácilmente podrá volver a hacerlo). Precisamente por eso, que en último trimestre de 2013 la economía haya aumentado un 0’3% con respecto al trimestre anterior entra dentro de lo normal y comprensible. ¡Lo preocupante sería que siguiese cayendo!
Ahora bien, no podemos olvidar que el cálculo del PIB adolece de importantes deficiencias. El PIB no es más que la cantidad de transacciones que se producen en todos los ámbitos de una economía. Calcular cuántas veces ha cambiado el dinero de manos es imposible, porque nadie puede estar en todos los rincones de una economía registrando el número de transacciones. Por lo tanto, la estimación del PIB se realiza a través de aproximaciones de tipo estadístico utilizando unas cuantas operaciones económicas importantes, como lo pueden ser las ventas que realizan algunas empresas, lo que recauda el Estado en impuestos, etc. El resultado final no es, por lo tanto, un número exacto que resume a la perfección el tamaño de la economía, sino una valoración bastante tentativa, con amplios márgenes de error. En consecuencia, que la economía crezca un 0,3% o que no crezca nada es prácticamente lo mismo. Tres décimas porcentuales entran perfectamente dentro de ese margen de error con el que juegan los estadísticos que construyen el indicador, que pueden estirarlo consciente o inconscientemente hacia un lado u otro. Estas personas se tienen que desternillar de risa cuando ven a los gobernantes o cualquier otra persona alegrarse infinitamente porque la economía española ha crecido un 0,3% en vez de no crecer nada.
Además, parece que nos hemos olvidado de que no es la primera vez en lo que llevamos de crisis que el PIB crece algo. En los años de 2010 y 2011 hubo tres trimestres en los que la economía creció un 0,2% con respecto al trimestre anterior; hubo otro trimestre que creció un 0,1%; y otro en el que la economía no creció ni cayó nada. Pero conociendo cómo se construye el indicador del PIB sabemos que no hay absolutamente ninguna diferencia entre todos esos crecimientos. Crecer un 0,1%, 0,2% o 0,3% es lo mismo que no crecer nada. Hasta que la economía no alcance ritmos superiores al 1% como poco no se puede afirmar con seriedad que la economía esté creciendo.
Por otro lado, es importante no perder de vista que el PIB no nos dice mucho del bienestar de la población, y mucho menos de cómo éste está repartido. Una economía puede estar creciendo a ritmos importantes o tener un PIB muy elevado, y al mismo tiempo tener condenada a buena parte de su población al hambre o a la exclusión social. Un buen ejemplo de ello es Estados Unidos, que es la primera economía del mundo en tamaño, pero que al mismo tiempo se sitúa en el puesto número 120 de 160 en el ranking de equidad en la distribución de la renta medida por el índice de Gini.
Por todo ello y más, el centro de atención nunca debe ser este indicador tan imperfecto como lo es el PIB que poco nos dice del bienestar material y social de la ciudadanía. Lo que de verdad nos debe importar es la tasa de desempleo, la cantidad de salarios que se pagan, la cantidad de inversión pública en sanidad, educación o cultura, la cantidad de prestaciones sociales como las del desempleo, pensiones o ayudas a la dependencia, los niveles de desigualdad, los precios de la electricidad, el transporte, las medicinas, los alimentos, la vivienda, la gasolina o el agua, etc. Y como precisamente la evolución de todos estos elementos no mejora sino que incluso tiende a empeorar, no podemos hacer otra cosa que no sea indignarnos profundamente cuando nos venden como una excelente noticia que el PIB de la economía haya crecido un 0,3%.

Seguimos con la reconquista desde el SUR le pese a quien le pese.