EN AQUELLA CLASE RECITABA PARA TODAS...

EN AQUELLA CLASE RECITABA PARA TODAS

No era mi intención esta mañana hablar de Lorca, él que siempre me ha hablado, murmurado, acariciado tantos silencios míos...
Pero pasaba por aquí, a ver qué se decía de mi gran poeta, mi gran amigo invisible de muchos inviernos, de primaveras rotas y desangeladas. De veranos luminosos y cálidos. En mi particular trashumancia invernal, le sentía gratamente cerca llevándome de la mano hacia mis propios manantiales, olvidados, pisoteados y plagados de hojas secas arrastradas por el viento. ¿No era yo también una hoja seca sin futuro ni pasado ni presente hasta que le conocí?

Surgió por sorpresa, cuando no pensaba que nada grato me fuera a sorprender.

Ella empezó a recitar sus poemas en medio de una habitual algarabía y a poco de empezar, todas callaban. Hacía tiempo que yo callaba, nada mas entrar en la clase me cubría de mutismo y resignación.
No me sentía ni superior ni inferior, sino distinta. simplemente me decía a mi misma que estaba fuera de lugar, que no encajaba en este maremagno de pocos, muchos y nulos saberes. Como arrojada al abismo injustamente. ¿Por qué aquí y no donde solía estar? Y mas resignación.
Pero me recreaba en imaginar dónde estarían aquellas amigas mías, en aquel mismo momento? Ellas seguirían la rutina diaria de la que a mi me habían privado. Me limitaba a escuchar, ya que ahora había silencio, y era la voz de mi profesora la que hablaba por él. Tenía un voz dulce y tentadora que nos invitaba a escucharla con atención.

" ¿Te gusta? ", me decía mi amiga, vecina y compañera; con la que siempre solía ir a clase. "Si Carmen", que se llamaba igual que yo," me ha fascinado".
A los pocos días, éramos nosotras, y otras pocas mas, quienes leíamos en clase. Solo las que sabíamos leer, ya que la mitad menos una de la clase, todavía no había aprendido a hacerlo. La mayoría simple, si, las de la clase A.
En cierto modo, nos sentíamos afortunadas mi amiga y yo, que tanto teníamos en común y tan poco, según se mirase. Ella vendía pescado, y yo, comestibles, en general. Y todo, en nuestros ratos libres. Ella era hija de pescadero, y yo sobrina de tendero. Pero a ambas empezaron a gustarnos los libros de Josefina, ambas los cogíamos prestados para llevárnoslos a casa, y así empezamos a disfrutar del don la lectura. Mi particular regalo madrileño que regué con infinidad de lecturas distintas. Revistas, telenovelas, tebeos y otros géneros, de tantos como vendía.

Ella, mi amiga, me abría los ojos y me decía que trabajaba demasiado, y que mas que como a una hija me trataban como a una cenicienta. ¡No te dejan ni ir a misa, hija! Pero ella, se las arreglaba para sacarme de aquella casa para ir a la parroquia del barrio, o a pasear las tardes del domingo, a comprar pasteles o incluso ir al cine. Cuando no tenía ya mis tardes comprometidas en acompañar a mi abuela, a hacer lo mismo. A ir a misa, a pasear por el parque, a ser invitada a pasteles, a ir al cine o simplemente a hacer pajaritas de papel en el gran salón de mi abuela, acompañada de mis primos, que tras hacer sus tareas, se entretenían en hacer y tirar aviones de papel, de un lado al otro de la mesa. Unos aviones, que muchas veces rozaban las paredes, se estrellaban contra el espejo del aparador, y volaban hasta la mirada transparente, azul y bondadosa de mi abuelo Antonio. Que no estaba, pero presidía todas las comidas, todas las reuniones, todos los encuentros con total benevolencia y comprensión. Le miraba, me miraba y lo único que nos asistía era el silencio. Un sepulcral silencio porque sabía que jamás me iba a contestar, que los espíritus no hablan, no sienten, pero te transmiten su particular mirada que dejaron grabada al partir.

Ahora sé que esa mirada noble y tranquila no se corresponde con la mirada que dejó al marchar. Cuando la tragedia sobreviene, hay que buscar, y encontraron la mirada inocente de quien regresa a España, lleno de ilusión y entusiasmo a cumplir con el deber de español llamado a filas.

La mirada de la marcha no se plasmó nunca porque era una mirada anónima, trágica y compartida. Era la mirada de la desesperación, de la humillación, de estar donde debías estar, y sucumbir. Esa mirada no me miró nunca hasta que me alejé del cuadro, leí, leí y pude entender el porqué y la sinrazón de muchas cosas, que me llegaron cuando pude por fin entenderlas y poner palabras a mis vivencias y pensamientos. Tras pasar por otro período de mutismo, pues el horror paraliza, aún después de mucho tiempo hasta que logras asimilarlo.

A veces, a ráfagas sentía eras miradas enfurecidas, las sentía clavarse en mi, pero buscaba mi refugio en la que creía era la mejor mirada del mundo, azul, cristalina e inocente. La mirada de mi abuelo.

Las palabras escritas del gran poeta, si hubieran podido, se las habrían arrebatado también, pero no pudieron. Por eso creo que arrebatar una vida es algo insignificante si la memoria perdura. Lo peor es perder las señas de indentidad y la memoria.
¿Qué importa ya saber dónde están sus huesos, los restos de una persona que es inmortal, que han inmortalizado a su pesar desde entonces, claro.
Ahora, es patrimonio cultural y universal, y una fuente donde contemplar las miradas de muchos que se perdieron en el gran debacle de España.

Pero eso no quiere decir, que no haya quien se sigue aprovechando de la memoria histórica para su propio provecho.
La situación actual no guarda relación con la pasada. Llegó un momento en que todo cambió, y si la situación no va bien, no hay que buscar los motivos en el pasado que se zanjó con un montón de muertos, desaparecidos, huídos, desquiciados; sino en el presente.

Ha habido en España unos políticos ineficaces - que se decían del pueblo, y lo único que procuraron fue su propio beneficio. Esta crisis a muchos les ha salido muy rentable. Políticos que no han sabido hacer bien su cometido y como son ellos los que mandan, no se les piden responsabilidades porque las leyes están ahí amparándolos. Pero con su mal hacer siento que nos han traicionado y han traicionado la democracia.
Si un político no busca nada mas que el poder, y a costa de lo que sea, sucede lo que ha sucedido. No le demos mas vueltas que no las tiene. No ha fallado el sistema sino las personas que si se han aprovechado del sistema. Y de los votos, que sin haber tenido un respaldo político tuvieron que comprarlo.
Y ahora hay que pagar las deudas de este juego maldito en que han convertido la política, unos pocos desaprensivos que para nada les importó el pueblo.
Mucho tiempo estuvieron instigando la memoria histórica cuando lo que debieron fue haber hecho bien las cuentas y no haber liquidado lo liquidable.
¿Van a pagar ellos la bancarrota nacional que han provocado?
Pues que se aparten y no echen mas leña al fuego, que harto ha ardido España por todos sus costados y en todas sus épocas.