VIDAS EJEMPLARES....

VIDAS EJEMPLARES.

Dos y dos son siete.

Con su visión renovadora están dejando obsoleto a Pitágoras.

Luis Ventoso.

Actualizado:

14/06/2019 00:29h.

No paran de inventar. Lo cual es admirable en un país que flaquea en I+D. Nunca se debe infravalorar la capacidad de la Nueva Política para modernizar prácticas vetustas (que por lo demás funcionaban estupendamente). En la era del casposo bipartidismo y las soporíferas mayorías estables, ya felizmente superada, los mandatarios eran elegidos para cuatro años. Qué ordinariez. Por fortuna, Rivera se ha percatado de que eso de gobernar toda una legislatura es más antiguo que la cinta en la calva de Mark Knopfler. Así que acaba de inventar los Mandatos de Quita y Pon. PSOE y Ciudadanos se repartirán con el nuevo método las Alcaldías de Albacete y Ciudad Real («dos añitos pa ti, dos pal menda»). Ambas partes sacian sus egos, aunque sea a costa de tratar como borregos a los votantes, cuyas preferencias electorales son burladas en el zoco del mercadeo partidista.

Cs demanda que la fórmula del Quita y Pon se aplique también en la Alcaldía de Madrid: dos años para Almeida, el del PP, dos para Villacís. La exigencia la presentó ayer Miguel Gutiérrez, ese miembro de la ejecutiva de Cs de porte pícnico, barbado y cabal. El señor Gutiérrez explicó muy serio que es de justicia que ambos turnen en la Alcaldía, dado que en las elecciones se registró un «empate técnico». Tal vez Malú y los muy iniciados entiendan esta forma de hacer las cuentas, pero el viejo Pitágoras debe estar flipando. Almeida logró cuatro concejales más que Villacís y un 5% más de votos. La Nueva Matemática de la Nueva Política lo llama «empate técnico». El público no parece muy convencido. Ayer, en una encuesta en la web de ABC, el 82% de los lectores condenaban la idea. La Nueva Matemática alberga más sorpresas. En Castilla y León, Cs ha puesto como condición para apoyar al PP que acepte el límite de ocho años de mandato, una medida de higiene democrática que el naranjismo considera crucial. Casualmente, Rivera lleva trece como presidente de su partido.

Cuando nació en Cataluña en 2006, Ciudadanos supuso un magnífico revulsivo contra el rodillo nacionalista. Prestaron un importante servicio. Tras su salto a la política estatal, sus llamadas al juego limpio resultaban atractivas y muy necesarias en un momento que el PP salía a gamberrada por semana. El problema es que el escenario va mudando. El PP ha endurecido su postura contra el separatismo y ha aseado su cocina, lo que priva al riverismo de parte de su originalidad. Ciudadanos atraviesa el complicado tránsito desde la frescura juvenil a la madurez. La coletilla escapista del «no somos ni de derechas ni de izquierdas» ya empieza a dar el cante. Las constantes fluctuaciones pueden degenerar en un partido bisagra, de mucha labia y poco crédito. A nadie le gusta dejar de ser el único divo de su compañía, pero a medio plazo el gran servicio de Rivera a España sería construir con Casado un partido único de centro-derecha. Porque las taifas se apellidan «Sánchez para rato», con los conocidos efectos secundarios (ayer ya empezó a gestarse Frankenstein 2, un nuevo Gobierno sostenido por ERC, que se cobrará un carísimo peaje).

Luis Ventoso.

Director Adjunto.