EL REVÉS Y EL DERECHO...

EL REVÉS Y EL DERECHO

Hablar por hablar estación Esperanza
Los candidatos, todos, se saben las lecciones de las entrevistas: sólo hay que decir lo que llevas escrito, o lo que te van soplando
Juan Cruz
Juan Cruz
27 de junio del 2023. 22:00
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Hablar por hablar estación Esperanza
Aquel programa que Gemma Nierga llevaba en la Ser era mucho más entretenido, qué tiene que ver, que las presentes campañas electorales, que nacen del cansancio y van al aburrimiento. Los candidatos son previsibles, sus segundos son cansinos, y lo que sale de lo que dicen y de lo que hacen son sucesiones de lugares comunes que no levantan el vuelo ni parece que muevan el tablero de las preferencias. De vez en cuando se produce un error, porque un candidato equivocó sus fichas, o porque no atinó con el adjetivo que llevaba escrito, o porque no supo manejar las gracias que les habían soplado, y al aburrimiento o el desdén sigue una discusión sobre sus habilidades, o sus ineptitudes, que pasan a formar parte de las noticias nacionales.

¿Y las entrevistas? Los candidatos, todos, se saben las lecciones de las entrevistas: sólo hay que decir lo que llevas escrito, o lo que te van soplando, de modo que cuando te encuentren por los pasillos procura no decir nada, por si te has dejado el argumentario en casa.

Últimamente, por el lado de Vox, han nacido políticos nuevos, de escasa o nula experiencia parlamentaria, por lo cual aun no tienen claro qué deben decir o qué han de callar, de modo que se producen situaciones como las que protagonizó en El Intermedio de La Sexta el torero que va a presidir Valencia. Le preguntaban y le preguntaban y él respondía exactamente esto: “No voy a decir nada. Mientras no sea cargo público no voy a decir nada”. Y no decía nada, pero otra vez le preguntaban, en otro atajo del acto oficial al que estaba invitado, y él respondía exactamente en el tenor de esas palabras que acabo de reproducir.

La escritora y periodista Inés Martín Rodrigo.
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No ocurre de manera distinta en los reglamentos verbales de otros más bregados, excepto la candidata popular (y tan popular) de Extremadura, que arbitró para ella un silenciador de enorme eficacia para desdecirse y para decir exactamente lo contrario de lo que había dicho. Ella había sido la heroína de la campaña, poniendo a su partido en contra de Vox, que era su aliado imprescindible, por razones que parecían hijas de la sensatez contemporánea: no se puede despreciar a las mujeres y no se puede tirar a la basura la bandera LGTBi. Hasta que se le ocurrió acudir a la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso y se encontró en la capital de España con Esperanza Aguirre. Entonces se produjo esa escena que parecía un saludo y que era una reprimenda: la ex de todo en el Partido Popular, la mujer que tenía discursos y susurros en los tiempos en que mandaba tanto, se le acercó al oído a la señora Guardiola y le dijo cuatro cosas. La escena se vio a las claras: allí estaba el monólogo de Esperanza Aguirre y el silencio atento de la política extremeña. No estaban hablando de las picotas, sino de la realidad de la vida: si sigues por ese camino vuelve Vara, y ya sabes lo que eso significa, menos escaños para el partido.

Ha habido muchos discursos, muchos debates, y habrá muchísimos más, y todo es hablar por hablar, porque el pescado, el salado y el podrido, está todo vendido. Los grandes protagonistas y los protagonistas medianos saben que las cosas de comer son otras, que casi todo lo que dicen no será luego materia de gobierno, pues la verdad de la vida luego la marcan Bruselas y otros Ibex35. Ya pueden hacer lo que quieran los Martínez Vares de cada partido que a la hora de la verdad el voto se hace en silencio, en una cabina de tela, y se sitúa con sigilo, anónimo, en una urna que luego explica lo que explica.

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De modo que todo este hablar por hablar tiene su consecuencia, pero es menor, casi ni se nota porque la gente está oyendo otras cosas o no está oyendo nada. Así que lo que de veras importa es algo como lo que ha hecho, para cambiar una voluntad y poner de manifiesto otra, Esperanza Aguirre. Esto no fue hablar por hablar, fue hablar para decir: unos cuantos susurros, parecía que los traía en su bolso, y la joven María Guardiola se fue a casa, desconvocó su bravata y, en lugar de hablar por hablar, le envío un mensaje al mundo: de lo dicho, nada,