Si tuviésemos que hacer ese minucioso análisis de todos...

LA FOTO

JAVIER MARÍAS El País 1994

El pasado domingo, este periódico dedicaba unas paginas
a la aparición en castellano de la biografía Franco, del his-
historiador Paúl Preston. La información venia ilustrada por
cuatro imágenes. Ninguna tenia desperdicios: en una se veía
a Serrano Suñer junto a Himmler y otros nazis eminentes;
en otra, la mas conocida, se veía a franco y a Hitler en
Hendaya, con ocasión de su famoso encuentro del 23 de
octubre de 1940: Franco avanza mucho mas marcialmente
que el Führer (mas ridículamente, por tanto, con las manos
estiradas como si fuera a echar a correr) y pisa la alfombra
que les han puesto, mientras que Hitler la evita y camina
al margen; el austriaco lleva gorra y un correaje cruzando-
le el pecho; el español, gorro de soldado y un fajin que le
queda alto. La tercera foto, con ser semifamiliar, da bastan-
te mas miedo que las anteriores, pese a carecer del elemento
germano; según el pie, se trata de una visita de Franco y
su mujer, Carmen Polo, a las Torres de Meirás en 1938,
y el matrimonio esta acompañado del gobernador civil de
La Coruña, y el general Yuste. La señora tiene el gesto frío
y seco que siempre la caracterizó; aun mas, el gesto de asco o desprecio perpetuos, la ceja alzada, los labios finos de la rencorosa viuda que tanto
tardaría en ser, la mirada difidente y de soslayo, una mujer ya convencida entonces (aun estamos en plena guerra) de que la altivez
es un signo de distinción. Aun así no resulta distinguida, la delata
la manera en que tiene agarrado el bolso, con fuerza y desconfianza,
como si el general Yuste se lo fuera a robar. Es lo que le preocupa, el bolso; quizás también el pañuelo al cuello, su sombrero como boina ancha y su abrigo enlutado. A la izquierda de la imagen esta su marido,
Franco, ausente, distraído por algo elevado, quizás las torres, de nuevo con su gorro de cuartel, sobre el uniforme un capote con cuello de piel, versión pobre y guerrera del manto de armiño que le llegaría, al menos
en retratos oficiales e idealizados.
Pero es la cuarta fotografía la que hiela la sangre. El pie dice: Millán Astray y Franco cantan junto a su tropa. Millán Astray, fundador de la Legión, eligió a Franco para que dirigiera el primer batallón”. Pueden que estén cantando, pero la congelación del instante no nos lo permite ver. En todo caso, la cosa es aún peor si en efecto están cantando, porque nadie canta así. Más parece que estén abucheando o desafiando o escarneciendo a alguien. La cara de Millan Astray es la mas acabada imagen de la chulería fanática. Alzado con desdén el bigote de hormigas, la dentadura picada e irregular, los ojos demicerrados como para mirar sin ser visto, su gesto es ya un insulto, parece que estuviera diciendo: “ ¡Anda ya! ¡A tomar por saco!” o alguna frase similar. Le pasa la mano derecha a su compinche por encima del hombro, y la cara de éste es la de un individuo en el que lo último que debería hacerse es confiar. La expresión de irrisión y rechifla, la denigración y la crueldad en la boca, las cejas turbias, los ojillos fríos mirando siempre con avidez, el conjunto del rostro mofletudo y fofo, es el de un criminal. Son un par de facinerosos, sin apelación. Si nos encontráramos hoy día con esas caras, ni la calle cruzaríamos en su compañía. ¿Nadie las vio? ¿Eran percibidas de otra manera en su tiempo? Hoy vemos las caras de la gente mucho más a menudo y con mayor impunidad: las vemos en televisión. Pero nadie parece ver lo que las caras dicen, y a veces dicen lo suficiente para no querer tener nada que ver sus portadores (las apariencias engañan; sin embargo, no siempre). Me pregunto si en estos años nadie ha mirado de verdad los rostros de Javier de la Rosa y de Mario Conde, de Matanzo y de..........., De Mohedano Guerra y del ministro Belloch, de Idígoras y Roldan y de tantas figuras de nuestra política y nuestras finanzas. Si los hubiéramos visto en una película, habríamos adivinado enseguida sus papeles. Nos podríamos haber equivocado, pero es posible que no hubiéramos cruzado la calle con ellos, como tampoco con Jack Palance o Lee van Cleef. Que un pueblo entero se deje engañar por las caras de Kennedy o del propio Gonzáles es comprensible, que se dejara engañar por Franco, no.

Por favor, miren la foto otra vez.

Si tuviésemos que hacer ese minucioso análisis de todos los tíos feos con mala geta y dentadura picada correríamos el peligro de acabar fatal de la cabeza...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Mariela; tienes toda la razón del mundo, la diferencia es que, fué de esa boca tan mal cuidada que salió aquella frase famosa de " MUERTE A LOS INTELECTUALES" dirigida a Unamuno despues de haber sido este, apostrofado por un indecente grupo de falangistas que obligó a su admiradora Carmen, esposa del dictador, a acompañarlo fuera del aula para evitarle mayores "perjuicios".

""PRESTON, Paul: Las tres Españas del 36. (1998). Barcelona: Plaza & Janés. 65-98 pp.
Millán cenaba casi siempre en el comedor ... (ver texto completo)