Buenos días amigo:...

MI QUERIDA JOSEFINA

¡Cómo me gustaría encontrarte!
Aquel día que te presentaste ante nosotras, parecías una estrella de cine, por lo menos para mi; y sin saber que pasarías dos largos años con nosotras, te mirábamos llenas de asombro y de emoción, al mismo tiempo.

Todas, desde ese momento nos queríamos parecer a ti, y con el tiempo nos enseñaste que todas éramos distintas, y que cada una debería buscar su propia identidad, sus propias raíces, que conformaría nuestra personalidad futura.

Nuestra joven profesora, la que decía al profesorado," en mi clase mando yo desde ahora mismo. Arpías fuera, y de puertas adentro son mis niñas, a las que intentaré educar con nuevos métodos".

Revolucionarios métodos, para el resto de los profesores, pero que la edad había dejado consumidos, incapaces y atónitos de hacer frente a un torbellino llamado Josefina, la nueva profesora de séptimo. Y su clase de "libertinaje", para ellos y ellas, que mas bien eran ya hojas caducas, que profesores y profesoras. Antiguallas del pasado que nada podían hacer ya en el presente y menos en nuestra clase que nos blindó Josefina a base de mesas en círculo para el debate semanal, libros de textos para recortar o estudiar; un periódico para nuestros textos, escritos, dibujos y títulos.

Pero tu nos hiciste ver que el término libertad era complejo y que no se podía confundir con la palabra "libertinaje".. Que no era lo mismo libertad que libertinaje; y que la libertad iba a reinar en clase, pero el libertinaje iba a ser castigado. Con tus castigos personales adaptados a nuestras capacidades y conductas.

También nos dijiste que no ibas a calificar tanto nuestros conocimientos, que necesitábamos; como el esfuerzo en conseguirlos. Tu método era aprender a aprender. Buscar lo que se nos pedía que teníamos que saber para la vida práctica, además de las enseñanzas para el futuro.

Y algunos días nos examinabas, incluso los ojos. Yo Josefina, soy la niña de los ojos tristes, como así me calificaste aquel día." ¡Qué tristeza veo en tus ojos!"Y siempre me quedaba pensativa en tus palabras pero intenté buscar la causa de esa tristeza.

La encontré hace muchos años pues se ve que mis ojos eran el reflejo de los que me rodeaban, que a menudo estaban tristes y aflijidos, sin ser capaces de poder expresar lo que les abatía, nada mas que en sus ojos en los que me miraba continuamente podía encontrar la desazón, que me contagiaban lo quiera o no. La tristeza flotaba en el ambiente pero a la vez era una protección especial que no se puede explicar con palabras. Simplemente era eso, tristeza.
Si hoy pudiera, te diría que tenías razón, y dirías claro, no podía ser de otra manera. Lo sabía.

Amiga, profesora y persona auténtica, allá donde las haya. Mucho mérito el tuyo en una época todavía oscura y maléfica, pero con indicios de que iba a abrirse en un futuro, un rayo de esperanza. Tendrías unos veinticuatro años. La profesora mas joven que jamás pisara el García Morente de Entrevías.

Unas ganas de poner tus teorías sobre la enseñanza a nuestro alcance. De compartir todo: libros, apuntes, poemas, novelas, cuentos, chistes, periódicos... Diste por hecho que había que salvar muchas lagunas y tu carácter optimista invadió toda la clase. Dos años en tu compañía fue algo que nunca podré olvidar mientras viva.

Gracias Josefina

! Hola! Un placer entrar hoy en este tema; para mí una gozada.
Lo cierto es que ha sido una semana rica en recuerdos, visitas que me han hecho recordar a mi tierra chica, los pasos alegres por ella y también los tristes.
Tambien el recuerdo de aquel maestro que por fin llegó, ha sido objeto de alabanzas... y de envidias por parte del mayor de la clase, por sus atenciones para conmigo. Sus métodos eran diferentes.! lastíma me llegó, a poco de yo emprender mi VIAJE!
Y es que Carmen, a aquel hombre yo le entendía, y no aquel grandullón de la clase, que me robaba, "mis cuentos" y los dictados, hasta que fue sorprendid en sus felonías. Confieso que me nació rencor hacia ese muchacho, que precisamente, en mi último viaje me dio pena.
De él y de todas aquellas cosas hemos hablado este fin de semana, ignorando que mis sobrinos conocían, mis ANDANZAS, que no eran otra cosa que rebelarme ante lo impuesto. Con 14 años me vi en casa de mis tías, en un Madrid, donde la vida no era facil... Y hasta aqui.
Me llaman, no se si sabes que tengo ocupaciones extra. y que me debo a estas, laman porque a estas señoras, que la viada les a llevado a sus últimos días dse soledad; hay que llevarles a casa.
hablando con una de ellas, hoy me ha nadido una historia paralla a la suya. Será para otro rato.
Un placer haberos leído. Un abrazo,

Buenos días amigo:

rememorando a los maestros se nos podría pasar un eternidad escribiendo pero hay que ajustarse al tiempo. Y a estas horas ya me va faltando.
Pero cantidad de profesores y profesoras pasaron por mi, tanto en nuestra tierra, como en Madrid. ¡Y qué distintos fueron!. Iban de extremo a extremo. Aunque te parezca mentira, Juan, lo que aprendí en nuestra provincia fue de mas calidad que lo de Madrid hasta que conocí a Josefina. Creo que me llegó como una compensación por lo sufrido.
En nuestra provincia compartíamos clase niños y niñas. y nos sentábamos en mesas de 4 a 6 alumn@s con lo que alternábamos entre nosot@s. Y aprendíamos y disfrutábamos pero duraba lo que el cuartel de mi padre daba de si. De marzo a noviembre.

Luego nos íbamos a Madrid; pero aquello era un gallinero. Con bancos corridos y con una rabia inmensa porque unas muchachas, que siempre se sentaban en los primeros bancos, hacían de espías de la clase y nos apuntaban a todos, menos a ellas, claro está, en la pizarra, solo por el barullo general. Las tenía una tirria horrorosa.

Mas a ellas, que a los bulliciosos y vagos que solo sabían alterar la clase, porque era lo que les enseñaban o dejaban de enseñarles. En cuanto el profesor, que era un burro diplomado, se iba a darse una vuelta dejando el recado a las listas de la clase,éstos se olvidaban de lo que iba a venir después. Por unas y por otros pagaba siempre con creces y sin culpa. Nos daban con una regla en las palmas de las manos, o en las uñas, que dolía mas.

Así que lo de Josefina fue un lujo en la estancia en Madrid, en mi casa, pero al cuidado de mis tíos y primos.
Mi casa se convertía en frutería, y en mis ratos libres vendía de todo hasta que me llegaba la hora de irme al colegio. Los fines de semana también eran días de trabajo. Y a a parte de vender, limpiaba. Estudiaba y leía. Me daba mucho de si el día pues las noches las solía pasar, bien compartiendo el salón con mi prima, o acompañando a mi abuela para que no tuviera miedo de estar sola en su casa que daba al campo del Rayo.
Todos los años sentía mucha nostalgia de dejar el pueblo en los inviernos pero... no quedaba otra.

¡Cuántas moscas hay hoy y ya apunta el sol en medio de las nubes grisáceas! Son muy listas, y en cuanto está de cambio se meten en las casas por cualquier resquicio.
En cuanto te deje, me ocuparé de ponerlas de patitas en la calle o acabar con ellas que están muy pegajosas.
Saludo y pasa un buen día Juan
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Lo cierto amiga carmen, es que yo también guardo recuerdos, de los pocos días que se me permitía ir a la escuela; las labores del campo, yo el mayor, mi padre recien llegado de donde lo llevaron, y que yo recuerde, aquel viejo maestro, sabía bien poco. Llegaría otro, mas humano y mas dedicado a mostrar mas libros, que el catecismo.
El mayor de la clase, la tenía tomada conmigo y todo porque, nos leyó un cuento, y sobre él debíamos escribir, cabe pensar que me salió bordado, el maestro me colocó ... (ver texto completo)