No tenemos por costumbre ver a un Presidente del
Gobierno mostrándose dubitativo, dolido y vulnerable. No es algo que asociemos a lo masculino, sino que queda relegado a las personas consideradas débiles: las
mujeres (por emocionales) y los niños (por indefensos) primero. Lo común, lo estipulado, en la «trinchera» pública es usar la violencia, el desdén, el sarcasmo o la ironía, porque «la mejor defensa» es un «buen ataque», lo obligatorio es vencer y para vencer, para ganar, hay que demostrar fuerza,
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