El modo de vida de Díaz Ayuso...

El modo de vida de Díaz Ayuso

No hay en todo Usera nadie tan inadaptado, con un modo de vida tan disfuncional, como quien habita a día de hoy el número 7 de la Puerta del Sol

Lo que empezó como una ocurrencia de la política espectáculo ha derivado en un riesgo grave para la salud de los madrileños. Aquella desconocida candidata a la Comunidad, cuyo discurso no era fácil de distinguir del de Vox si no llega a ser por una serie de ocurrencias de sello propio –la de recuperar los atascos pasará a la historia– llegaba a las alturas del PP con un currículum, unos méritos profesionales y un modo de vida consistentes en haber pertenecido al círculo cercano del delictivo PP madrileño y ser de las pocas personas que no estaban fichadas por ello. A no estar fichada por la policía, en el PP madrileño lo llaman currículum impecable. Con la única responsabilidad previa en gestión de haber llevado la cuenta en Twitter del perro de Esperanza Aguirre, Pablo Casado decidió que Isabel Díaz Ayuso, hija como él del ala radical del aznarismo sin complejos, sin culpas, sin formación, sin méritos, sin capacidades, estaba más que capacitada para dar el salto a la gran política. Gestionando ni más ni menos que la Comunidad de Madrid. Cualquiera sin antecedentes penales hubiera servido para ir de cabeza de lista y organizar lo público, pensó Casado, y el razonamiento no era del todo desatinado: el objetivo de un buen ultraliberal, a la larga, no es otro que el de que quede poca cosa pública que gestionar.

Así, con un modo de vida consistente en que no importe el mérito, ni la capacidad, ni el trabajo duro, sino los contactos que te aúpen a un puesto de privilegio, llegó Díaz Ayuso a la gran política. A esa gran política que consiste en algo más que en saber desenvolverse en redes sociales o frente a la cámara. A esa gran política que consiste en gestionar la vida de la gente. A esa gran política que consiste en saber qué hacer cuando las cosas están tan tranquilas como para poder privatizarlas a tu gusto, pero también a saber qué hacer cuando las cosas se ponen feas y llega una gran tormenta.

La gran tormenta llegó y Díaz Ayuso y su modo de vida se pusieron al frente de la gestión de una pandemia mundial que azotaba especialmente a Madrid. Ya no era una broma, sino una realidad. Díaz Ayuso y un modo de vida que la lleva a no integrarse en la sociedad, como ella diría de los inmigrantes, se dejaron entrever desde los primeros momentos de gestión de la crisis. Mientras otros responsables políticos –incluidos muchos de su partido– se estrujaban el seso para tomar medidas eficaces, ella decidió que una crisis sanitaria era un momento como otro cualquiera para lucirse personalmente, para pasar de la nada política al olimpo a base de golpes de efecto, para ser la reina de la nueva derecha. Como si las cosas en la vida real fueran tan sencillas. Distínguete de los demás, ofrece lo que otros no tienen, diferénciate, debió aconsejarle algún titulado en marketing político y modos de vida inadaptados.

Donde otros responsables autonómicos hacían lo posible por mantener el menú escolar de los niños en exclusión y pobreza –menudo aburrimiento– Díaz Ayuso se inventó la pizza para todos. Después de esto te van a votar hasta los pobres, Isabel, hasta los pobres. Donde otros responsables participaban en las reuniones de coordinación entre CC. AA. y Gobierno central, en plena crisis sanitaria Díaz Ayuso se ausentaba para fotografiarse con un avión lleno de material con el que hacerle oposición a La Moncloa, para llorar en misa de doce durante el confinamiento o para poner cañas en IFEMA dando justo la imagen contraria a la que debía dar toda una presidenta de comunidad autónoma en un momento tan delicado como la desescalada. Para, con un modo de vida disfuncional e inadaptado, desatender sus obligaciones, su trabajo.

Además de para el lucimiento, Díaz Ayuso entendió, por su modo de vida, que esta pandemia era una oportunidad de negocio para su círculo cercano. Es lo que aprendió de la teta de Aguirre y es lo que puso en práctica. El empresario y dueño del ático de lujo en el que se hospedó Díaz Ayuso, Kike Sarasola, fue protagonista por aquellas fechas de las facturas fantasmas de medio millón de euros en agradecimiento a la solidaridad hotelera. También lo fue la hija del cerebro de la privatización de la sanidad madrileña, que aprovechó la pandemia y los contratos de Ayuso para cumplir su sueño gestionando la atención en las residencias –“flipo colorines, voy a cumplir mi sueño de tener mi propia empresa sanitaria”–. Todo un éxito. Mientras su círculo cercano, con el mismo modo de vida inadaptado de la presidenta, trataba de lucrarse en un momento así, la responsable de salud pública de Madrid dimitía negándose a firmar el pase de fase que ningún experto aconsejaba. Díaz Ayuso instalada en el olimpo, ahora sí, de grandes referentes como Trump o Bolsonaro, a los que les dimiten los responsables sanitarios por el peligro de anteponer el radicalismo ideológico y el lucimiento personal a la salud colectiva.

Más tarde acabaron las medidas excepcionales y con ellas suponíamos que acabarían también las excusas de Díaz Ayuso, pero nos equivocamos. Olvidamos que quien vive en un modo de vida decidido a no adaptarse a la sociedad siempre encontrará un camino para seguir siendo disfuncional. Llegó el momento de contratar rastreadores y Díaz Ayuso se dedicó a desoír a los científicos y, en vez de rastreadores, contratarle a la Iglesia un ejército de curas listos para dar la extremaunción llegado el caso. Llegó el momento de ampliar el servicio de transporte público y Díaz Ayuso siguió mirando hacia otro lado mientras las líneas de metro y autobús seguían llenas. Llegó el momento de tomar medidas contra la masificación en locales nocturnos y Díaz Ayuso fue fiel a su modo de vida inadaptado a la realidad y consideró que lo ideal era dejar que la fiesta siguiera mientras buscaba un culpable de la futura resaca. Las culpas preventivas empezaron por Barajas –uno de los pocos espacios públicos de Madrid que no están bajo su gestión–. Ahora sabemos que los extranjeros que llegan a Barajas lo hacen para visitar Vallecas y todo el cinturón sur de Madrid. Ahora, con los datos de contagios disparados, las culpas de Ayuso señalan al modo de vida de los inmigrantes. Como si ellos no supieran de esfuerzo, de arrimar el hombro, de dejar de pensar en el lucimiento personal cuando las cosas se ponen feas. No hay en todo Usera nadie tan inadaptado, con un modo de vida tan disfuncional, como quien habita a día de hoy el número 7 de la Puerta del Sol.