Buenos días Adri: ...

Estas son cosas de Argentina que no se olvidan: mate y pan criollo. ¡Qué ricos!

Hola Balder.
Aquí tienes un amigo, sí, pero no cordobés. Soy de la provincia de Madrid, de España claro, y lo que te ha podido llevar a confusión es el ver la foto y la fecha y lugar donde compuse el relato.
Lo escribí, al igual que otros cuantos, estando en Argentina por aquellas fechas, en el segundo viaje que hice por allá.
Estuve hospedado en Córdoba, en la casa de la que hoy es mi mujer. Nos vinimos para España ese mismo año y mes, a finales de julio, y al año nos casamos.
Ahora vivimos en Sacedón que es un pueblo de la provincia de Guadalajara, en la comarca de La Alcarria, una de las zonas más bonitas y tranquilas de España, aunque no la única. El amigo libertad (que me perdone, pero no sé su nombre de pila) bien la conace pues es nacido en ella y bien cerquita de aquí según me comentaba, creo que anteayer precisamente.
No hay por qué disculpar nada, Balder, puedes vosearme (tutearme por estos lares) sin problema alguno. Por aquí podía ser una mala costumbre hace algún tiempo, hoy es normal el tuteo, aunque a algunos se nos deslice aun algún usted de vez en cuando, por aquello de una educación "antigua" para algunos.
Saludos desde ultramar y que tengas felices fiestas en compañía de familiares y seres queridos y una feliz salida del año que termina y feliz venida de nuevo.

Buenos días Adri:
Me alegro mucho que disfrutes mi tierra. Para mi, la mejor pero la vida manda. Eso sí, la disfruté intensamente en su momento, al igual que a mi familia. Luego, un día te tienes que ir y ya no sabes nunca cuando volverás de nuevo. Y tanto si es para bien, o para mal. Para mi la tierra es algo distinto que no se mezcla con los motivos que te impulsen a volver.
Mucho en común veo que tenemos, fotos, relatos, poemas... pero como de la noche al día. Lo tuyo es algunas veces demasiado contundente, lo mío a veces, frugal. Muy distintos somos pues distintas también las circunstancias.
Yo también fui vendedora de toda clase de comestibles en Madrid: fideos en ristra y huevos en cucuruchos de papel de estraza. Frutas, verduras, huesos de espinazo salados y muchos dulces y de todo tipo. También vendí y degusté yogures YOPLAIT. Y hacía mis tareas mientras atendía la frutería de mis tíos. Que en realidad esa frutería era multiusos pues en invierno hacía las veces de mi casa. Y cuando se iban mis padres y yo irremisiblemente me tuve que quedar, era mi casa tienda de mis deberes de niña. No llegaba nunca a la animalidad de aquel profesor que tenía, un tal José Antonio. Eso, un animal que en vez de pensar que éramos niños o niñas, se hacía la idea, supongo que estaba tratando con ganado y encima le pagábamos por sus anti-enseñanzas.
¿Os imagináis un encerado lleno de cuentas de sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, que me era imposible solo el copiarlas, pero lo hacía. Pero muchas se quedaban sin hacer porque yo tenía que hacer otras de la vida corriente. Una lechuga, un cuarto de fideos, cuatro sardinas y media docena de huevos. ¿Cómo llegarían entonces los huevos a las casas? Pues no se rompían o por lo menos nadie se quejaba porque se tenía mucho cuidado al saber que era un producto tan delicado.
Yo solo era tendera en mis ratos de ocio, entre clase y clase porque la razón de ser de mi estancia en Madrid era que tenía que continuar mis estudios o iniciarlos, según se mire.
Pero como en casa de mis tíos todos trabajaban, menos yo, que estudiaba, también tenía buenas cacharrerías que fregar todos los días. Y muchas veces holgazaneaba leyéndome todo tipo de revistas, tebeos e incluso libros de mis primos. Las fotonovelas de mi prima también me gustaban. Una selva de lectura en que yo podía leer de todo, y claro, el fregao de cacharros se retrasaba. Pero en cuanto tomaba conciencia de que había pasado demasiado tiempo leyendo... aceleraba el proceso pero siempre delataba mi culpabilidad. Pues podría haber dejado todo impecable y no lo hacía. ¡Era una vaga que me gustaba mas leer que fregar platos.! Pero los fregaba también. Y teniendo en cuenta mi edad, 11 años, creo que hacía ya demasiado porque encima llevaba mi curso estupendamente. Los sábados y los domingos no se descansaba y se despachaba. Los sábados me decían deja los cacharros o lo que hagas que tenemos la tienda a rebosar. Y hasta el embutido lo cortaba con la máquina y nunca me corté ni nada. Era despachar a destajo, rápido y sin equivocarte. Viendo como si la tienda fuese un pequeño mundo lleno de gente que solo les conocías porque venían a comprar, o a dejar la cuenta sin pagar.
Y lo mío no era nada comparado a lo que tuvo que hacer mi tía al ir a Madrid ven diendo de todo, y por las casas, leche y huevos, principalmente. Así que luego pusieron la tienda de comestibles y de frutería para abastecer a todo el barrio, sita en la calle Francisco del Olmo, nª 49, que allí también vivíamos yo con mis padres en los inviernos. Y mi casa, como te digo, era multifuncional pues servía de hogar en invierno y de frutería, el resto del año, eso una parte solo porque el resto de las habitaciones, de almacén de todo tipo de mercancías pero comestibles o útiles que se incluían desde escobas, desodorantes o cremas de afeitar. Mi tía tenía un supermercado en un sitio reducido en la época en que no se habían inventado los supermercados. ¿Qué más vendíamos?, bacalao y turrón en Navidad.
Y viniendo de comprar ahora una buena hogaza pues mañana no habrá pan porque también nuestros panaderos tienen derecho a tener dos o tres días libres al año reflexionando sobre estos recuerdos me doy cuenta que yo con cuatro años menos que mi hermano, era la mayor de todos ellos. Y mi hermano nunca fue admitido como dependiente en la tienda de mis tíos y yo era una mas a vender, a cobrar y a seguir colaborando en las tareas del hogar. La paella la hacía mi prima los domingos y yo era su pinche de cocina. Y muchas mas cosas fui yo, hasta su hermana mayor porque si no mi tía no la hubiera dejado salir con sus novios. Mi tía se ve que se fiaba mas de mi que de ella. Y yo hacía la vista gorda y atendía a la película para después contársela a ella por si le preguntaban de qué iba. Total que era la primita ideal y para mi primo también. Le peinaba cuando mi prima, su hermana no podía. Le cocinaba huevos con chuletas de cerdo que era lo que más le gustaba entonces. Ahora mi primo es vegetariano y la carne no la prueba, solo pescado. Éramos tres verdaderos hermanos de verdad y algunas veces tuve que aguantar los sermones de mi primo, alertándome de lo malo para que lo evitara. Era del único que admitía sermones pues si éstos hubieran venido de mi prima... ni te cuento. Bronca segura. Con llevábamos fatal en general, como si hubiéramos sido hermanas de verdad. Y mi primo se llama Antonio, igual que mi abuelo que no conocí y lo imagino de carácter también igual. La bondad personificada. La bondad en mi familia viene dada en los genes. Mi primo era el primer hijo de mi tío Francisco, el mayor de los hermanos y tuvo la promesa de poner a su primer hijo como al padre que perdió en la guerra.
Como puedes imaginar la pezuña negra asomaba en muchas fiestas navideñas pues el dolor traspasaba muchos corazones. Había que ser cuidadoso o cuidadosa en extremo para no alterar la paz que estaba muy amenazada siempre. ¡Cúantas tormentas no calmaríamos las mujeres de mi familia pues los hombres simplemente las padecían y nosotras teníamos que contenerlas para que el drama no saltase en cualquier momento. Mi madre y mi tía, caminaban muchas veces con los pies de plomo, por si acaso!
Un abrazo, feliz noche y feliz Navidad para ti y para tu familia que en armonía paséis estas fechas tan entrañables.