‘Okkupert’ y el semáforo en ámbar...

‘Okkupert’ y el semáforo en ámbar

La ficción noruega que provocó un incidente diplomático con Rusia nos acerca a escenarios verosímiles sobre el futuro de Europa

Ya lo dijeron los Lendakaris Muertos Ay, ay, ay! no quiero pedalear. Que viva la energía, la energía nuclear. La Comisión Europea ha propuesto otorgar temporalmente la etiqueta verde a la energía nuclear y al gas para que las empresas que las explotan y comercializan sean consideradas ecológicas y puedan recibir dinero de los ciudadanos europeos. La propuesta ha provocado un gran debate en Europa entre los partidarios de la contaminación del gas (Alemania) y los partidarios de los residuos nucleares (Francia). En España la parte socialista del gobierno rechaza la propuesta, pero solo hasta cierto punto; la etiqueta verde les parece demasiado, pero proponen darles una etiqueta ámbar. Ya saben, para algunos gobernar es conciliar intereses. La parte morada del Gobierno dice que de ámbar nada y que no debería haber inversiones para quien contamina o genera residuos. Como cabía imaginar, todas las derechas, desde Vox a Cs pasando por el PP, están de acuerdo con la Comisión, con el gas, con las nucleares y con Lendakaris muertos. Viva el Rey, Viva España, viva el gas, nucleares sí… parecen gritar desde la Plaza de Colón.

Sin embargo este no es un tema más de conflicto político en la provincia España. Estamos hablando de algo mucho más grande que afecta a la geopolítica, a las soberanías, a los intereses de las grandes corporaciones energéticas que se quieren vestir de verde, e incluso hablamos de algo que podría llegar a condicionar el futuro militar de la región europea.

¿Les parece que exagero? Déjenme hablarles de Okkupert, una serie noruega que llegó a provocar un incidente diplomático con Rusia.

La historia está ambientada en un futuro cercano en el que el cambio climático ha provocado varios desastres naturales en Noruega. La traducción electoral de los desastres será que una fuerza política socialdemócrata con un programa ecologista gane las elecciones, prometiendo la paralización de la producción de petróleo y gas y apostando por energías limpias, respetuosas con el medio ambiente. La Unión Europea se opone a los planes del nuevo primer ministro noruego ecologista, porque necesita el petróleo y el gas noruego, en un contexto en el que los países árabes productores de petróleo han cortado el suministro a Europa y en el que el nuevo gobierno de EE. UU. (aislacionista y con autonomía energética) se ha cansado de financiar la OTAN (¿les suena?). A pesar de que varios comisarios europeos le dicen al nuevo primer ministro de Noruega que renuncie a su agenda ecologista, este sigue con sus planes… Hasta que un comando militar del gobierno ruso, con el apoyo de la Comisión Europea, le secuestra y le recuerda cómo funciona la política cuando tu ejército es poca cosa. Al día siguiente empiezan a llegar a Noruega técnicos y policías rusos que se integran en la administración. Aunque se mantienen ciertas formalidades de la democracia liberal, Noruega pasa a ser un país tutelado por Rusia de común acuerdo con la UE.

La serie es una ficción pero provocó, como decíamos, un incidente diplomático con Rusia. El embajador ruso en Oslo, Vyacheslav Pavlovsky, declaró: “Es una lástima que el septuagésimo aniversario de la liberación noruega de la Alemania nazi por parte del Ejército Rojo haya caído en el olvido y que decidan asustar a la audiencia noruega con una amenaza inexistente por parte de Rusia”. Casi nada.

¿Les parece inverosímil que algo así pudiera llegar a ocurrir? No piensen en Ucrania, ni en la frontera de Bielorrusia con Polonia, ni en Argelia cortando el gas a España y a Europa. No piensen en la desvergüenza de las corporaciones que contaminan o generan residuos vistiéndose de verde, ni piensen que el ecologismo liberal es una tomadura de pelo. Ni piensen que la energía pueda provocar una guerra en Europa o que la crisis climática destruya nuestras vidas. Mejor piensen en un semáforo en ámbar para solucionar los problemas.