Años llevo buscándote, Señor
-cual Diógenes, con lámpara encendida-,
por todos los rincones de mi vida,
sin que ceje ni un día en mi labor;
yo sé, Dios mío, que me falta amor,
que no es mi entrega muy comprometida,
y que esa es la razón en gran medida
de que te ocultes en mi derredor.
¿Cómo podría, mi Jesús, hallarte?
¿Cómo podría amarte de tal modo
que fueran fuego mis deseos de entrega?
Con el mismo tesón vuelvo a buscarte,
y nuevamente en ello pongo todo.
¡Que consiga los frutos de esta briega!
Plazalagua.
Siguiendo a Santa Teresa de Jesús, que estudiamos esta semana, aprovechando la celebración de su V centenario, y aunque apenas se conocen de ella dos sonetos, me atrevo a presentar este, en el que se representa la búsqueda de Dios, y el ferviente deseo de amarle mediante la entrega; entrega en la que quiero representar darse al prójimo, a los hermanos.
Como en todos los poemas místicos se da más importancia al sentimiento que a la forma.
(En esta mi comarca de la Sierra de Segura, se están celebrando actos en su honor, ya que uno de los conventos que fundó fue en el pueblo de Beas de Segura.)
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