EL CONTRAPUNTO....

EL CONTRAPUNTO.

Rendición o rendición.

Todavía puede Sánchez renegar del separatismo y hacer una oferta a Ciudadanos imposible de rechazar.

Isabel San Sebastián

Actualizado:

18/07/2019.

O Pedro Sánchez se rinde ante Pablo Iglesias o es éste quien se rinde ante aquél o bien vamos de nuevo a las urnas, perdemos un tiempo precioso y regresamos a un escenario de rendición inevitable. Porque rendición habrá, se ponga como se ponga el líder socialista, dado que ni en sus mejores sueños, ni siquiera en las encuestas que le cocina Tezanos, puede aspirar a obtener una mayoría absoluta. En una democracia normal, con actores razonables, no emplearíamos este lenguaje bélico para referirnos a los acuerdos entre distintas fuerzas políticas necesarios para formar un gobierno, pero dada la actitud que ha mantenido el candidato a la presidencia desde que recibió el encargo del Rey, «rendición» es la palabra adecuada. La única posible. Cuando se despliega tanta arrogancia, tanto desprecio, tanta altanería, tanta superioridad ante los rivales, todo lo que no sea una victoria incondicional es una rendición o una derrota.

Sánchez se ha topado, además, con la horma de su zapato. Porque en una pugna contra el jefe de Unidas Podemos por ver quién de los dos goza de una más alta autoestima, habría que dirimir el asunto recurriendo al foto finish. Aquí se han juntado el hambre con las ganas de comer. Dos gallos de pelea henchidos de sí mismos que luchan por la supervivencia, cada cual a su manera. Iglesias tiene menos que perder en el corto plazo, puesto que solo dispone del poder condicionante que está haciendo valer sin arredrarse ante las presiones del PSOE, pero en caso de repetición electoral se enfrenta a una derrota histórica que seguramente acabaría con su liderazgo. A través de los medios de comunicación que controlan la inmensa mayoría, los del puño y la rosa ya hacen guiños descarados a Íñigo Errejón para que se meta en la carrera nacional y le haga un buen roto a su antiguo compañero y amigo, como si la correspondiente división de la izquierda no fuese a dañar al bloque que encabeza su propio «campeón». Éste, a su vez, agita el fantasma de esas elecciones sabiendo que saldría de ellas reforzado, aunque no puede ignorar el riesgo de que la abstención y la fragmentación acaso dieran al traste con la oportunidad de prorrogar cuatro años más el uso y disfrute del Falcon. ¿Quién dará su brazo a torcer? El jueves que viene lo sabremos… O no.

Tengo para mí que las cosas han llegado a un punto que desborda lo político para entrar de lleno en lo personal. Y es que, además de narcisista, Sánchez es rencoroso. No perdonó a Rivera que esgrimiera su tesis plagiada desde la tribuna del Congreso y tampoco olvida que Iglesias le privó en 2015 de instalarse en La Moncloa, votando contra el pacto acordado entonces entre el PSOE y Ciudadanos. Hay algo de venganza, por tanto, en ese veto obstinado que el dirigente podemita no puede aceptar sin merma de su dignidad, por más que en él pesen, además, otro tipo de consideraciones de índole geoestratégica vinculadas a la presencia de uno o varios comunistas de manual en el gobierno de España. Algo que en la Unión Europea y en la OTAN no se vería con excesivo agrado. ¿Dónde encontrar la salida a este callejón tortuoso?

Lo dicho; o se rinde Iglesias o se rinde Sánchez, que tiene al menos la opción de elegir ante cuál de sus adversarios claudica. Todavía puede abjurar de sus devaneos con el independentismo y hacer una oferta al partido naranja imposible de rechazar. Está en sus manos, siempre que Iceta se lo consienta.

Isabel San Sebastián.

Articulista de Opinión.