EL PSOE S. A., EN QUIEBRA TÉCNICA. LOS CIUDADANOS,...

No se ataca al SOCIALISMO, se ataca a Zapatero por habernos llevado a la ruina.

EL PSOE S. A., EN QUIEBRA TÉCNICA. LOS CIUDADANOS, EN QUIEBRA MORAL.

A las puertas de la sede del la Federación Socialista de Madrid, en Plaza Callao, 4, no suenan silbatos, no flamean pancartas, no se reúnen los damnificados para gritarle al mundo que no cobran desde hace unos meses.

Entra y sale por su puerta Tomás Gómez, el Robín Hood cheli que se monta cada mañana una cruzada oral contra el despiadado liberalismo económico, y deja atrás hombres y mujeres tecleando ordenadores, haciendo fotocopias, enviando convocatorias por correo electrónico y manteniendo la cadena de producción de su partido, que tampoco van a cobrar su sueldo el próximo fin de mes de mayo.

Es la punta de iceberg de decenas de sedes, desparramadas por la geografía española, en las que siguen trabajando hombres y mujeres por amor al arte, por resignación ideológica o con la esperanza (que es lo último que se pierde) de que estos chicos progresistas pongan al día sus atrasos salariales.

Tampoco se forman manifestaciones en la puerta de la calle Ferraz, aunque doscientas almas cándidas, con sus expedientes repletos de servicios prestados al partido y horas extras regaladas a la causa, aguardan resignados su turno para entrar en el matadero laboral de un ERE.

El PSOE, S. A. está en quiebra y 200 trabajadores de su plantilla con la espada de Damocles del despido pendiendo sobre sus cabezas, pero no hay noticias de UGT, ni una sola alusión de Cándido Méndez, demasiado ocupado con su "golpe de estado" social para derrocar un gobierno democráticamente elegido.

Y, de repente, Rubalcaba. Se asoma a la tele y nadie lo contempla como el presidente de un consejo de administración de esa gran empresa a la que llamamos PSOE, sino como un hechicero haciendo "vudú" para ahuyentar los malos espíritus conservadores.

Sale Elena Valenciano, y al personal le parece una gran sacerdotisa del sagrado templo socialdemócrata de España, pero en realidad es la gerente de una sociedad anónima que debe una pasta gansa, que no tiene liquidez para pagar nóminas y deudas de acreedores y cuya elevada misión en la vida es predicar sin ni siquiera dar trigo a los suyos.

Esta dantesca visión de un partido político, es extrapolable al otro gran partido que se va relevando para mantener de rabiosa actualidad el célebre epitafio de Larra: "Aquí yace media España, murió de la otra media". En este gran mercado al que llamamos democracia, las dos multinacionales PSOE, S. A. y PP, S. A., solo compiten por el poder, por los chiringuitos, por los tráficos de influencia, por la información privilegiada, por las garantías bancarias que supone tener la sartén del BOE por el mango, que abre de par en par las puertas herméticamente cerradas de los prostíbulos financieros.

Lo demás, es marketing. Publicidad subliminal que llega a tocar la fibra sensible de los españoles. Sugerentes utopías sociales de los unos y sugestivos pragmatismos macroeconómicos de los otros. Asuntos para que los españoles nos partamos la cara durante los cafelitos, en los campos de batalla de las redes sociales o en esas reuniones de familia en las que brota la genuina pluralidad de España.

La cruda realidad es que Botín ha sido el banquero de Zapatero y, en una conversión más milagrosa que la de Saulo en el camino hacia Damasco, se ha convertido en el banquero de Rajoy.

Que hoy estamos celebrando o lamentando la irreparable pérdida de Rodrigo Rato, según los distintos colores del cristal con el que se contemple la vida. Que el debate en las calles es control de déficit versus crecimiento. Que los héroes o los villanos están en Berlín o en París. Que nuestra historia colectiva es una monótona transición en la que siempre ladran los mismos perros en una sociedad que se aferra al pírrico consuelo de los distintos collares.

El mercado político español ha entrado en barrena. El déficit democrático es mucho más alarmante que el déficit de las cuentas del Estado. Los partidos están en quiebra técnica. Los ciudadanos están en quiebra moral.

Pero nadie menciona la palabra Grecia, ¡lagarto, lagarto!, como nadie se atrevía a pronunciar hace tres décadas la palabra SIDA. Siempre nos quedará París, Berlín o mirar hacia otro lado, para amortiguar el pánico ante el contagioso síndrome de inmunodeficiencia sociológica adquirida en la patria de los filósofos que pusieron las primeras piedras de la democracia.