Andalucía dice «no» a la izquierda....

Andalucía dice «no» a la izquierda.

España vivió ayer una nueva transición democrática -la que pone a Andalucía en puertas de un nuevo futuro- y que debería provocar un inmediato adelanto electoral, porque Sánchez y el PSOE han sufrido la peor derrota.

ABC.

Actualizado:

03/12/2018 08:11h.

Los votantes andaluces han puesto fin a casi cuatro décadas de gobierno hegemónico del PSOE, con unos resultados sorprendentes por la espectacular caída de la izquierda en su conjunto, que pierde 17 escaños respecto a 2015 -14 el PSOE, que queda por debajo del 30% de los votos, y tres la confluencia de Podemos e IU-, y el auge inesperado de Vox, que, con 12 escaños, puede ser el detonante del cambio en Andalucía. La izquierda ha pagado muy caro sus divisiones internas, los discursos frentistas y la corrupción masiva en la Junta, aunque es cierto que las dimensiones de su derrota no eran previsibles. Cataluña ha sido también determinante del voto de muchos andaluces, y también de una gran parte de la abstención en la izquierda, que no han entendido el compadreo de Sánchez con un separatismo que siempre ha tenido el desprecio hacia Andalucía como santo y seña de su teoría del conflicto con España.

Esta derrota no es sólo de Susana Díaz, sino también de Sánchez, aprendiz de brujo que jugó a dividir la derecha promoviendo la crispación nutriente del voto a Vox y se ha topado con una derrota histórica, otra de las que jalonan el lamentable paso de Sánchez por Ferraz. Para él habría sido ideal un retroceso de Susana Díaz, pero manteniendo el poder con Podemos. Los cálculos han fallado a los estrategas de Ferraz. La abstención es el voto de castigo a la izquierda. Lo que ha sucedido es la manifestación de una Andalucía desconocida para los circuitos oficiales y que ha eclosionado con una quiebra del statu quo dominado por el socialismo. Sin embargo, no todo se explica por la abstención, porque los partidos del centro-derecha y de la derecha han sumado más votos que en 2015, hasta llegar a una mayoría absoluta de 59 escaños y 50% de los votos, lo que quiere decir que ha habido una clara voluntad de cambio en el voto de los andaluces. Un cambio que también apunta al resto de España, porque el PSOE no debe ignorar que el mensaje de los andaluces es que su política en Cataluña no se perdona. Sánchez vive por encima de sus posibilidades y ha tenido que ser Andalucía la que dé el puñetazo en la mesa para decir que el rey está desnudo. Si los dirigentes del PP y de Cs interpretan correctamente los resultados, deben articular una alternativa de gobierno que habrá de contar con los votos de Vox.

El partido dirigido por Abascal tiene en su mano propiciar el cambio en Andalucía, porque no hay opción viable sin sus votos. Su mérito histórico será dar paso a ese cambio, no bloquear la oportunidad que tiene Andalucía de soltar el lastre de décadas de socialismo inoperante. Sus propuestas radicales sobre inmigración son tema de debate en unas elecciones nacionales y no tendría sentido que condicionaran la formación de un gobierno que, por lógica electoral, debe presidir Juan Manuel Moreno. La izquierda se escandalizará con el posible apoyo de Vox a Moreno, pero debería recordar que Sánchez es presidente gracias a los votos de Bildu -es decir, ETA- y de los golpistas catalanes. Resultaba patético escuchar ayer a socialistas y populistas alarmarse de la llegada de «la extrema derecha», en vez de analizar su tremendo batacazo. En esto, el PSOE no puede dar lecciones de ética política. En el campo del centro-derecha, el PP retrocede siete escaños, pero se mantiene holgadamente como segunda fuerza, por encima del 20%. No solo evita ser desbordado por Cs, sino que permite a Casado superar el trance de Andalucía con la vista puesta en que su partido gane, por vez primera en la historia de la democracia, la presidencia de Andalucía.

Casado, que se ha volcado en la campaña, ahora sí tiene manos libres y autoridad confirmada para afrontar la renovación del PP. Sin triunfalismos pero sin vacilar en el proceso de transformación interna que debe conducir a una reorganización política del centro-derecha. Por su parte, Cs ha tenido un éxito incuestionable, alcanzando la tercera plaza y mejorando sus resultados, pero no ha desbancado a los populares, que era su objetivo estratégico a nivel nacional. Empieza ahora el procesamiento de los resultados por los partidos. La izquierda ha certificado en su feudo histórico un fin de ciclo maquillado por la moción de censura contra Rajoy, pero que ahora revela la decrepitud ideológica y programática de Sánchez. El centro-derecha tendrá que gestionar la aparición de Vox y asumir que el votante de derechas ya no se siente cautivo de sigla alguna. España vivió ayer una nueva transición democrática -la que pone a Andalucía en puertas de un nuevo futuro- y que debería provocar un inmediato adelanto electoral, porque Sánchez y el PSOE han sufrido la peor derrota imaginable.