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>>>>Con Franco se podía ir una tranquila de vacaciones, sabías fijo que no te iba a tocar desempeñar cargo alguno en la mesa electoral>>>>>

Mari totalmente de acuerdo tampoco se pierde tanto.
Te podias ir de vacaciones y donde quisieras con la
tranquilidad que nadie te okuparía tu casa o tu finca
eso segurisimo incluso dejando la puerta abierta eso
lo sabemos por experiencia propia, fue llegar los votos
y estar en una mesa y la ocupación y los robos fueron terribles
te lo digo en primera persona, otro dia te cuento lo que me paso
si quieres.
Buenas noches (ha no es ningun chiste es la pura realidad)
manuel

Así es, con los socialistas vamos a peor, por eso todo el mundo dice que tenemos el peor gobierno de los últimos 80 años.

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HISTORIA

El Auschwitz de Fuerteventura, un infierno de palos y torturas para castigar a homosexuales: "Sólo faltaban los hornos"
Miguel del Arco recrea en ‘Las noches de Tefía’ el campo de concentración que, con la participación activa de jueces y policías, Franco levantó para recluir a quienes atentaban contra lo que él consideraba valores católicos. A esta historia llegó gracias a Miguel Ángel Sosa, el escritor que descubrió en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas los expedientes de las víctimas
Fachada de la Colonia Agrícola de Tefía, situada en antiguo cuartel de La Legión.
Fachada de la Colonia Agrícola de Tefía, situada en antiguo cuartel de La Legión.

Pedro del Corral
Madrid 16 de junio del 2023 a las 06:50. Actualizada a las 10:24
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Era el infierno en la Tierra. A las palizas, los insultos y las torturas que sufrían a diario se sumaba la vergüenza de saber que no había sitio en la sociedad para ellos. Les habían encerrado por el simple hecho de amar, la condena más ilógica del mundo. Aunque, bueno, en la Colonia Agrícola de Tefía nada tenía sentido. En este pueblito de Fuerteventura se instaló un campo de concentración para quienes vivían como podían una sexualidad diferente: entre 1954 y 1966, ser gay era motivo más que suficiente para caer en el Auschwitz español. Un deshonroso episodio que, a pesar de su cercanía histórica, casi nadie ha cuestionado con la misma contundencia con la que golpearon a Octavio, Juan, Antonio, Ramón, Luis... De ahí que la serie que dirige Miguel de Arco tenga cierto puntito reparador: Las noches de Tefía da voz a quienes se jugaron la vida por la defensa del amor.

“Todo se remonta a la Ley de Vagos y Maleantes que Franco modificó en 1954, añadiendo la persecución a los homosexuales entre las causas de actuación. De esta forma, comenzó una caza contra ellos”, explica Miguel Ángel Sosa, autor de Viaje al centro de la infamia. Esta obra retrata, a través de los expedientes que localizó en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, el funcionamiento de una institución creada originalmente para reeducar a presos comunes y políticos. De hecho, allí coincidían con los nuevos arrestados. Pero con una diferencia: estos últimos eran obligados a dormir en barracones apartados por su condición. Un matiz que las propias sentencias fijaban como parte del castigo. Querían quitarles lo que Franco entendía por vicio a base de hambre y palos.

“Se creó un sistema en el que participaban jueces, policías, vecinos…", relata Miguel Ángel Sosa.

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El cambio legislativo engrasó una maquinaria diseñada para cumplir este objetivo. “Se creó un sistema en el que participaban jueces, policías, vecinos… Los buscaban en los parques donde se reunían, como si fueran delincuentes. Querían depurar todo lo que se salía de la norma. Por eso los encarcelaban: pensaban que con el trabajo, la humillación y el maltrato podrían reconducirlos”, continúa Sosa. A esta aberración llegó de casualidad, tras leer un artículo de prensa firmado por Juan Curbelo. En él, este superviviente relataba las atrocidades que padeció en Tefía. Un apunte que podría servirle para rematar la novela que estaba escribiendo. Sin embargo, lo que entonces imaginó como un capítulo terminó siendo un libro al completo. El mismo que, 17 años después, cayó en manos de Del Arco justo cuando buscaba ideas para un nuevo proyecto.

De las 300 personas que albergó el campo majorero, 20 fueron encarceladas por homosexuales.

R. Siempre ha sido la isla de los exilios. Miguel de Unamuno, por ejemplo, estuvo allí. Como tantos opositores del régimen. Incluidos los homosexuales, que atentaban contra sus valores supuestamente católicos.

P. ¿Quién lo dirigía?

R. Prudencio de la Casa de Dios fue uno de sus directores. Un carmelita descalzo estricto y severo. Me llamó la atención por lo descarnado y violento que era. También por sus contradicciones: era un hombre reprimido que, aunque no fue el único responsable, simbolizaba bastante bien al resto de mandatarios que se sucedieron.

Penas de hasta tres años
Curbelo llegó a él en 1955, un año después de su apertura. Fue el castigo que recibió tras haber sido detenido en varias redadas que, visitas al calabozo mediante, nunca habían ido más allá. Hasta ese momento. Él formó parte de la primera generación de gais apresados por su orientación: “Fue durísimo. Los llevaban a picar piedra. Eran objeto de desprecio y crueldad. El trato era pésimo”. Allí coincidió con Octavio García, otro de los reclusos que inspiró el texto de Sosa. Al igual que el resto, fue considerado un “peligro social”. Y, en consecuencia, sometido a látigos, fustas y varas que le redimirían de su terrible pecado. Apenas comían: un mendrugo de pan y un puñado de fideos de cabra llenaban sus estómagos cada jornada. Y únicamente les permitían ducharse los sábados. Eso sí, con el agua turbia que antes habían extraído de un pozo.

“Octavio, a quien le gustaba leer, de vez en cuando encontraba algún manual sobre la Segunda Guerra Mundial. Según decía, sólo faltaban los hornos crematorios”, subraya el escritor. De las 300 personas que albergó el campo majorero, 20 fueron encarceladas por los dictados de su corazón. Una cifra que, seguramente, fue mayor dada la falta de rigor de algunos expedientes. Sufrían penas que podían alcanzar los tres años. Y, cuando ya eran puestas en libertad, tenían prohibido regresar a su lugar de residencia: les obligaban a cambiar de ciudad, así como a estar sometidos a vigilancia penitenciaria. Una sanción que se extendió más allá de Tefía. Durante toda su vida: “La dictadura trabajó muy bien el silencio. El miedo ayudaba. Sin olvidar el prejuicio que había hacía la homosexualidad: pudor, castigo, pánico… El mutismo que rodeó a esta entidad se ha mantenido hasta hace poco”.

Octavio y Juan formaron parte de la primera generación de gais apresados por su orientación sexual.

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P. ¿Sabían los isleños lo que ocurría allí?

R. Cada domingo los internos eran trasladados, en fila india, a Casillas del Ángel. A este pueblo, situado a cinco kilómetros, acudían para escuchar misa. Por lo que les veían pasar. En cambio, nadie se sobresaltaba. Con el tiempo, muchos reconocieron que conocían a la perfección lo que pasaba… pero no actuaban porque no valdría de nada.

P. ¿Cómo llegó a su fin?

R. Hay que tener en cuenta que, a mediados de los 60, el régimen ya se estaba deteriorando. Ahora bien, el turismo internacional tuvo que ver. Sobre todo, en Canarias. Al parque de Santa Catalina de Las Palmas, por ejemplo, iban bastantes chicos que se relacionaban con la libertad que disfrutaban en sus respectivos países. Y no se atrevían a detenerlos. Sólo lo hacían con los españoles. Ciertas embajadas llegaron a intervenir después de que la policía se sobrepasara con alguno.

Hoy es un albergue juvenil
El 21 de julio de 1966 se clausuró por Orden del Ministerio de Justicia la indebidamente llamada Colonia Agrícola de Tefía. No obstante, el acecho no cesó. Y siguieron enviando homosexuales a la cárcel, esta vez bajo el nombre de galerías de invertidos. Una práctica que se mantuvo hasta 1970, cuando la Ley de Vagos y Maleantes fue sustituida por la de Peligrosidad Social. Sosa recuerda lo emocionantes que fueron sus primeros encuentros con los antiguos presos: “Juan me miraba con desconfianza la tarde que le entrevisté. Paso a paso, fuimos avanzando en su relato… hasta que mencioné a Prudencio de la Casa de Dios. En ese instante, empezó a chillar: ‘Es verdad que yo no miento’. Tal vez se lo había comentado a sus amigos, quienes le habrían mirado con recelo por puro desconocimiento”. Octavio, por contra, empezó a sangrar por la nariz. Lejos de detenerse, continuó para sacarse la espina que llevaba clavada.

“Buenas noches. Desde que te fuiste, estaba por llamarte para darte las gracias porque me encuentro con una vibración tan grande… Como te dije, llevaba esa cruz y ese tedio de haber sido inmerecidamente condenado. Pero hoy, gracias a Dios y a ti por la confesión que hice, me encuentro tranquilo, con una paz interior enorme. Gracias”. Este fue el mensaje que envió a Sosa horas después de finalizar su conversación. Ahí no terminó su relación. Eran vecinos, por lo que sus contactos fueron asiduos. En 2004, el escritor le asistió para solicitar las ayudas que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero concedió a estos afectados. Entonces, le hicieron numerosas entrevistas. Y, en cierto modo, empezó a sentirse reconfortado. Hasta viajó a Fuerteventura para participar en un homenaje a sus víctimas.

El 21 de julio de 1966 se clausuró por Orden del Ministerio de Justicia el campo de concentración de Tefía.

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“Puso un límite: llevar gorro, bufanda y gafas de sol. No quería salir en la televisión. Una vez allí, recibió el calor de muchísima gente. De repente, mientras yo leía un trocito de mi novela, vi cómo empezaba a quitarse capas. Y, al acabar, se levantó de la silla y pidió permiso para hablar. Fue emocionante”, rememora Sosa, también autor de El lugar donde muere la noche y La rana esmeralda. En 2008, el Gobierno de Canarias celebró en este lugar el primer acto constitucional del Día Internacional contra la Homofobia que cada año se celebra el 17 de mayo. El extinto campo de concentración, que en su origen fue un cuartel de La Legión situado en un aeródromo construido en la Guerra Civil,
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
En las checas, los izquierdosos, hacían de todo a personas que no hicieron mal a nadie.
Menos mal, que perdieron la guerra.