DITORIAL ABC....

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Sánchez castiga a España.

Gracias al líder socialista el futuro de España es hoy más incierto. Además, y por su capricho, el nacionalismo separatista se ha reforzado tras estas elecciones.

ABC.

Actualizado: 11/11/2019 00:24h.

La operación de Sánchez con la convocatoria de nuevas elecciones ha sido un fracaso para el PSOE y ha generado un Parlamento infernal para formar una mayoría adecuada para los retos de España. Los socialistas y Unidas Podemos pierden escaños y, con los tres diputados de Errejón, suman siete diputados menos que en abril, quedándose en 158 actas. La dependencia de la izquierda respecto de los nacionalismos es hoy más intensa que hace siete meses, lo que constituye un despropósito cuando el desafío separatista en Cataluña sigue vigente y se verá reforzado con el debilitamiento conjunto del PSOE y sus socios de preferencia, Unidas Podemos y Más País. Para perder escaños y opciones de investidura un partido no convoca elecciones, y si lo hace, sus líderes deben asumir la responsabilidad política que les corresponde.

El nuevo Parlamento es el más complicado para hacer frente a la crisis económica, las tensiones en Europa y la ofensiva separatista. Este balance es imputable exclusivamente a Sánchez, un político obcecado con el poder, que ha querido ajustar cuentas con su partido por agravios pasados, al que ha llevado a una victoria sin sentido, y con Pablo Iglesias, quien ha resistido con tesón tanto la estrategia del PSOE de hacerle culpable de la repetición electoral como la labor de zapa que los socialistas encomendaron al irrelevante Íñigo Errejón. En la derecha, el hundimiento de Ciudadanos ha descuadrado unas cuentas que podían haber dado a PP, Vox y la formación naranja un empate con la izquierda. No obstante, la diferencia entre ambos bloques ha pasado de 16 a sólo 6 diputados. Pablo Casado ha logrado un muy buen resultado, sumando 34 escaños, con los dos de Navarra Suma, hasta los 90, y superando el 20 por ciento de los votos. El liderazgo de Casado se consolida en el seno de su partido y como líder del centro-derecha, pero el éxito de Vox obligará a los populares a una reflexión sobre el futuro de sus relaciones con el partido de Abascal, en las que tendrá que hacerse notar las diferencias entre un partido liberal conservador y una formación fuertemente asentada en formulaciones populistas, de difícil ejecución, sobre los problemas nacionales. También Vox debe pensar qué función quiere asumir con esta mayoría de edad que le han dado sus votantes. La euforia de los números debe dar paso a la acción, que será el banco de pruebas de la brocha gorda con que Vox ha tratado en campaña algunos asuntos de máxima responsabilidad.

Los resultados de Ciudadanos llevan su crisis más allá de lo que anunciaban las encuestas. El liderazgo de Rivera se extinguió tras haber perdido 47 escaños, aunque ayer se ahorrara el anuncio de su dimisión. Es cierto que el sistema electoral no ha hecho justicia al millón y medio de votos de la formación naranja, que sólo le rentan diez escaños cuando Esquerra Republicana, con la mitad de votos, ha conseguido trece. La legislación electoral no suaviza la realidad dramática, y es que Ciudadanos, sin su dirección en el Congreso, sin base territorial y sin financiación, debe plantearse, si no es el momento de iniciar un camino de fusión generosa con el PP, que refuerce el centro-derecha español y dé espacio a una formación liberal que no supo entender el papel que le correspondía en la política española.

El nacionalismo separatista se ha reforzado tras estas elecciones forzadas por el capricho de Sánchez. En plena ofensiva secesionista en Cataluña, el separatismo catalán se consolida con los 23 diputados que suman Esquerra Republicana de Cataluña, JxCat y la CUP. Además, tanto PNV como EH Bildu mejoran resultados, justo cuando los proetarras de Arnaldo Otegui están extremando su relato legitimador del terrorismo de ETA. Este saldo deudor de la política territorial de Pedro Sánchez ensombrece el futuro inmediato de la legislatura y, por supuesto, enciende todas las alarmas sobre las intenciones de Sánchez.

Lo que importa ahora es saber qué le espera a España con este Parlamento. Si Sánchez quiere una investidura sectaria, su opción es reeditar una mayoría similar a la de la moción de censura, contando con los votos de partidos cuyos dirigentes están condenados por sedición, o tienen antecedentes penales por terrorismo, o simplemente buscan la ruptura de la unidad nacional y el orden constitucional. La repetición de las elecciones exonera al Partido Popular de cualquier responsabilidad de facilitar la investidura de Sánchez, salvo que sea consecuencia de un pacto en el que ni la propia candidatura de Sánchez debería darse por asegurada. El problema para los socialistas es que la abstención de los populares tampoco sería suficiente si el resto de formaciones se opone al pacto entre ambos partidos nacionales. Gracias a Sánchez, el futuro de España es hoy más incierto.