2/2...

PULGARCITO; pienso que el comentario que haces en este escrito contradice la realidad de los hechos de aquella época.

Icluyo lo siguiente que es historia, largo, pero instructivo cuando se ignora, o se quiere ignorar.

LA ESCUELA EN LA II REPUBLICA · EL TIEMPO DE LA GRAN ILUSION
Introducción
Manuel Bartolomé Cossío, en una entrevista concedida al diario El Sol en julio de 1931, recordaba las dos grandes fuerzas que hicieron posible la proclamación de la II República: en primer lugar, Francisco Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza que llevaba entonces más de cincuenta años reclamando educación para todos, mejores condiciones en la formación del profesorado, mejor dotación para las escuelas y creando e impulsando centros e instituciones que transformaron el panorama cultural español. En segundo lugar, Cossío señalaba la influencia del Partido Socialista Obrero Español de Pablo Iglesias.

I. Una tierra poblada de hombres rotos
Había que formar ciudadanos nuevos porque la República, según Marcelino Domingo, heredó "una tierra poblada de hombres rotos". La República heredó una inmensa carencia de escuelas y de maestros, un lastre que el sistema educativo español arrastraba desde hacía más de cien años. Según un informe que encargó Rodolfo Llopis a la Inspección, había en España 32.680 escuelas y un déficit de 27.151, o lo que era lo mismo: había un millón de niños sin escolarizar. Las carencias todavía eran más evidentes al considerar la precariedad de los edificios dedicados a escuelas, la situación de la educación de la mujer, la formación del profesorado, la educación de adultos, etc.
En 1930 la tasa de analfabetismo en España era del 32%. De los veintitrés millones y medio de habitantes, casi seis no sabían leer, ni escribir. La situación en Aragón era tan preocupante como en el resto del Estado español.

Provincia Población
% analfabetos % hombres % mujeres

Huesca 242.958 30 39 61

Teruel 252.785 36 37 63

Zaragoza 535.816 30 38 62

II. Tres repúblicas en una
Pero la II República española fue, sobre todo, un tiempo breve, un tiempo insuficiente. Y esta escasez de tiempo para que se produjera una transformación de las mentalidades se pone de manifiesto, de modo más evidente, cuando se consideran los tres períodos que comúnmente se distinguen en la misma.
En primer lugar, podemos distinguir un bienio azañista (1931-33). Éste es un período claramente reformista, caracterizado por el progresismo en educación, por la renovación de la enseñanza primaria, que se concretaría en el impulso que se dio a la construcción de escuelas para paliar el histórico déficit de plazas escolares, la mejora de la formación del profesorado, la dignificación de la figura del maestro, la consagración en la Constitución de diciembre de 1931 de la libertad de cátedra y de la libertad de conciencia, el impulso que se dio a la escuela única, laica y gratuita, la extensión y renovación la red escolar mediante un plan de construcciones escolares que exigía, al mismo tiempo, la ampliación de las plantillas del magisterio, la mayor atención prestada a la formación de los maestros (cursillos, conferencias y jornadas), la elevación de los sueldos y la supresión de las categorías más bajas del Escalafón, el impulso que recibieron algunos servicios sociales que se prestaban a los más desfavorecidos desde la escuela (las cantinas, las colonias o los roperos), la labor cultural desarrollada a través del Patronato de Misiones Pedagógicas, la transformación interna que sacudió la escuela como consecuencia de la introducción de la coeducación y de nuevas metodologías, la mayor relación entre la sociedad y la escuela mediante la puesta en marcha de los Consejos Escolares.
En este primer bienio fueron ministros de Instrucción Pública Marcelino Domingo -hasta diciembre de 1931- y Fernando de los Ríos. Durante el mandato de Marcelino Domingo, aunque aún no se había aprobado la Constitución, se tomaron importantes medidas legislativas: programa masivo de construcción de escuelas, se crearon 7.000 plazas para maestros, se incrementó el sueldo de los maestros, se establecieron los cursillos de selección profesional en sustitución de las clásicas oposiciones, se reformaron las Escuelas Normales, se creó el Patronato de Misiones Pedagógicas que presidió Manuel Bartolomé Cossío.

En la etapa ministerial de Fernando de los Ríos se abordaron cuestiones como la disolución de la Compañía de Jesús (enero de 1932), el Proyecto de Ley de Bases sobre la 1ª y la 2ª enseñanza, el Reglamento de Inspección de primera enseñanza, el Plan Nacional de Cultura. Por otra parte, una de las notas más características de este período es la decidida política de inversión en educación y, más concretamente, la construcción de escuelas mediante la emisión de obligaciones por valor de 400 millones de pesetas.
A este primer bienio le sucedió un bienio radical-cedista. Las elecciones de noviembre de 1933 dieron el triunfo a la coalición formada por los radicales de Lerroux y los católicos de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) de José María Gil Robles. Componían esta confederación una amalgama de grupos como la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, fundada en 1909 por el padre jesuita Ángel Ayala, el colectivo de la Editorial Católica, con su órgano de expresión El Debate, que cumplió un importante papel en el asalto a la República, la beligerante Acción Popular, que aglutinaba a personalidades conservadoras de la época como Ángel Herrera Oria, etc. En lo que concierne a la educación puede afirmarse que se produjo una contrarreforma, una involución de algunos de los logros del bienio anterior: descenso en el ritmo de construcciones escolares, prohibición de la coeducación en las escuelas primarias, reforma de la inspección, retroceso en la enseñanza universitaria. Sin embargo, se prestó mucha atención al Bachillerato.
Por fin, el Frente Popular, un período que se extiende desde las elecciones del 16 febrero a julio de 1936. Reunió a los partidos de izquierda -fundamentalmente republicanos, socialistas y comunistas- en una entidad común. Este período fue un tiempo convulso, caracterizado por la crispación social y la intolerancia, repartida a partes iguales entre la extrema derecha y la extrema izquierda. Durante estos meses, se sucedieron graves enfrentamientos, que fueron antesala de la trágica sublevación militar del mes de julio.

III. De súbditos a ciudadanos: el proyecto cultural de la II República
Durante los doce primeros meses de la República se trabajó frenéticamente en el área de Instrucción Pública. Puede decirse que la Gaceta se convirtió, durante estos primeros meses republicanos, en un tratado de pedagogía.
Aunque los esfuerzos del gobierno republicano iban a dirigirse a la creación de escuelas, los responsables de la política educativa reconocían que no bastaba con levantar más edificios. La escuela tenía que recrearse, configurarse como una institución acorde con el nuevo espíritu que el legislador republicano trataba de imprimirle. Esta reconstrucción de la escuela habría de basarse en los principios educativos inspirados en la experiencia de la Institución Libre de Enseñanza, en los principios laicos del liberalismo y en proyectos como la escuela única, laica y gratuita.
Rodolfo Llopis afirmó en la clausura de las Jornadas Pedagógicas que se celebraron en Zaragoza en diciembre de 1932: "La misión de la escuela es transformar el país en estos momentos (...) que los que estaban condenados a ser súbditos, puedan ser ciudadanos conscientes de una República". No podían prosperar los ideales democráticos si había españoles condenados a perpetua ignorancia por falta de escuelas. Según los responsables de la política educativa de la República, para lograr hacer de España una auténtica democracia resultaba evidente que el programa pedagógico de la República sólo podía basarse en una escuela pública, gratuita y laica.
El Gobierno provisional sintonizó muy pronto con el sentir de gran parte del magisterio, tal y como ponía de manifiesto una circular de la Dirección General de Instrucción Pública de 24 de abril de 1931, en la que se agradecía al profesorado "la espontánea y fervorosa adhesión prestada por maestros, inspectores y profesores a la República. Esta actitud, tan firme y resuelta desde el primer momento, es la prueba más fehaciente de que la República hace tiempo que vivía en sus corazones".
La importancia que el primer gobierno republicano otorgaba a la educación y, concretamente a la enseñanza primaria, quedó bien patente con la aprobación de un plan quinquenal de construcción de escuelas mediante el cual se pretendía construir 5.000 escuelas por año.
Desde la proclamación de la República hasta diciembre de 1932 se crearon en España 9.620 escuelas, muchas de ellas unitarias. En Aragón en esos mismos meses se crearon 422 escuelas.
Relación de escuelas construidas en el bienio (1931-1933)

Manuel Puelles Benítez sostiene que mientras desde 1922 a 1931 se crearon 8.665 plazas de maestros, es decir, un promedio anual de 962 maestros, el promedio de nuevas plazas de maestros fue durante la República de 3.232 por año, a pesar del notable frenazo que el bienio radical-cedista representó para la política educativa.
1/2

2/2

IV. La escuela laica, la escuela única
El 31 de agosto de 1931, Marcelino Domingo le pedía a Miguel de Unamuno, presidente del Consejo de Instrucción Pública para que preparase una ley que sustituyese a la obsoleta Ley de Moyano, que databa de 1857. El Ministro le pedía al catedrático de la Universidad de Salamanca que la ley favoreciera el establecimiento en España de la escuela única. El Consejo encargó a Lorenzo Luzuriaga la redacción de un proyecto de ley basado en la escuela única. Según este documento, la educación debía basarse en los siguientes principios:
1. La educación pública es esencialmente una función del Estado.
2. La educación pública debe ser laica.
3. La educación pública debe ser gratuita, especialmente en la enseñanza primaria y media.
4. La educación pública debe tener un carácter activo y creador.
5. La educación pública debe tener un carácter social, por lo que se articulará un sistema de participación entre las representaciones sociales diversas y la escuela.
6. La educación pública debe atender conjuntamente a los alumnos de uno y otro sexo, haciendo de la coeducación un principio pedagógico aplicable a todos los grados de la enseñanza.
7. La educación pública constituye un sistema unitario.
8. El profesorado de la educación pública constituye un todo orgánico. Siendo una la función educativa, uno debe ser también el profesorado, lo que significa que debe recibir una preparación equivalente, asumir un trabajo docente similar y análoga retribución.
Estos principios se consagraron en la Constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931 como puede apreciarse en el contenido de algunos de sus artículos:
Artículo 1º: España es una República democrática de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia.
Artículo 3º: El Estado español no tiene religión oficial. Artículo 48. El servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada.
La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria.
Los maestros, profesores y catedráticos de enseñanza oficial son funcionarios públicos.
La libertad de cátedra queda reconocida y garantizada.
La República legislará en el sentido de garantizar a los españoles económicamente necesitados el acceso a todos los grados de enseñanza, a fin de que no se halle condicionado más que por la aptitud y la vocación.
La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana.
Se reconoce a las Iglesias el derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos.
El artículo 49 hacía referencia a la expedición de títulos y el 50 a la enseñanza en las regiones autónomas, a la inspección del Estado y a la expansión cultural de España en el extranjero.
El reconocimiento constitucional de estos principios desató una guerra escolar abierta y cada vez más encarnizada. La discusión en las Cortes Constituyentes del Artículo 26 de la Constitución, sobre congregaciones religiosas, en el que se establecía, entre otras cosas, la prohibición de ejercer la industria, el comercio o la enseñanza, dio lugar a la primera crisis de gobierno. La oposición de la iglesia española a la República fue cada vez más explícita. Posiblemente en la posición de los legisladores republicanos frente a la Iglesia católica se encuentra la clave de muchas de las resistencias que la República despertó.

V. Las luces de la República: el maestro que la República necesitaba
Los maestros eran un elemento esencial para extender los ideales de la República, porque estaban llamados a ser consejeros y orientadores no sólo con los niños de las escuelas, sino también con los adultos. El maestro representaba una fuerza influyente en las pequeñas poblaciones. La República era considerada como una obra de reconstrucción nacional y el maestro debía colaborar fundando bibliotecas, organizando cursos y conferencias, solicitando la creación de cooperativas, etc.
En la Revista de Pedagogía se sostenía en mayo de 1931: "Los educadores españoles estamos, como nadie, obligados a ser los defensores más entusiastas de la República. Tenemos el deber de llevar a las escuelas las ideas esenciales en que se apoya: libertad, autonomía, solidaridad, civilidad. Ningún poder puede haber sobre estas ideas; nadie que sea educador puede oponerse a ellas, ya que constituyen también la base de la Educación Nueva".

VI. Que el maestro sea el alma de la escuela: nuevos modelos de formación y de selección del magisterio
El 29 de septiembre de 1931, Marcelino Domingo firmó el Decreto que establecía la reforma de las Escuelas Normales. Aquel cambio implicaba una concepción radicalmente distinta del maestro y de los estudios de magisterio. En primer lugar se pretendía asegurar una sólida formación cultural para los maestros exigiendo el título de Bachillerato para ingresar en las escuelas normales.
Pero no bastaba con levantar edificios nuevos. Era necesario disponer de maestros adecuadamente formados, y retribuidos, que pudieran ser el alma de la escuela. Aquel plan de estudios que se establecía en la reforma de las Escuelas Normales se llamó Plan Profesional.

2/3
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
3/3

VII. Llevar a los pueblos el aliento del progreso. El Patronato de Misiones Pedagógicas
El 29 de mayo de 1931 se publicaba el Decreto de creación del Patronato de Misiones Pedagógicas con el propósito "llevar a las gentes, con preferencia a las que habitan en localidades rurales, el aliento del progreso y los medios de participar en él, en sus estímulos morales y en los ejemplos del avance universal, de modo que los pueblos todos de España, aún los apartados, participen de las ventajas y ... (ver texto completo)