Bildu desnuda a Sánchez....

Bildu desnuda a Sánchez.

El silencio del candidato socialista ante la provocación de la izquierda abertzale pone en evidencia el alto precio que ha tenido que pagar por su abstención.

Pedro García Cuartango.

MADRID Actualizado: 06/01/2020 03:51h.

Tras la invasión garibaldina de Sicilia, el sobrino le explica al príncipe Salina en «El Gatopardo» que es preciso que todo cambie para que todo siga igual. La portavoz de Bildu, Mertxe Aizpurua, citó ayer la novela de Lampedusa en su intervención en el Congreso. Pero la citó mal porque lo que Pedro Sánchez está intentando es que todo cambie para que nada siga igual. Abstracción hecha de la bronca y el griterío, que son impropios de un Parlamento, lo que ha sucedido en este debate de investidura es que hemos asistido al comienzo de la liquidación del régimen del 78 y de la Constitución por la que muchos luchamos hace más de 40 años.

Eso es lo esencial, y por ello, el discurso de la diputada de Bildu a quien debería haber ofendido es a un PSOE que tan alto precio pagó por el terrorismo en los años de plomo. Pero Sánchez escuchó sin inmutarse una intervención en la que Aizpurua afirmó que vivimos en un Estado fascista y autoritario, descalificó al Rey y aseguró que la Transición consistió en un pacto de impunidad. Pero fue muy clara: Bildu ha optado por abstenerse sólo para hacer posible el derecho de autodeterminación.

«Esperamos que sus buenas palabras se conviertan hechos», advirtió la representante de la izquierda abertzale al candidato socialista, que, en lugar de recordarle que su partido sigue sin condenar los 850 asesinatos de ETA y que tiene las manos manchadas de sangre, subió a la tribuna para hablar del euro, la globalización y el cambio climático.

Pero la mayor desfachatez que se oyó en el Hemiciclo fue la afirmación de Aizpurua de que la Justicia española se ha instalado en «la venganza» como si el tiro en la nuca que practicaba ETA fuera como el agua bendita con la que se unge a los recién nacidos. También señaló que Otegui fue encarcelado por sus ideas políticas, lo que volvió a soliviantar a quienes no han perdido la memoria.

Por todo ello, el discurso más demoledor contra Sánchez, el que le ha dejado desnudo y le ha quitado todas sus coartadas, no fue el de Pablo Casado, ni tampoco el de Santiago Abascal, ni el de Inés Arrimadas. Fue el de ayer de Mertxe Aizpurua.

Hay precios políticos que resulta indigno pagar, como recalcó Edmundo Bal. El pacto con ERC y el silencio de Sánchez que están detrás de la abstención de Bildu son inaceptables desde el punto de vista ético. El nuevo Gobierno que saldrá mañana del Congreso será legítimo y legal, pero no moral. La sangre no se lava mirando para otro lado.

Las provocaciones de la representante de Bildu hicieron perder la paciencia a algunos diputados del PP y de Vox, que la increparon. Suárez Illana volvió la espalda mientras hablaba. Abascal, Alcaraz y Jiménez Becerril se ausentaron del Hemiciclo. Y Casado tomó la palabra para decir que el discurso de Aizpurua había sido «el más nauseabundo» que se había escuchado en la Cámara. Los que criticaron estos gestos son los mismos que callaron ante los improperios de esta mujer.

El que acertó en el fondo y en la forma fue el joven Sergio Sayas, representante de Navarra Suma, que subrayó que un partido que ha justificado el asesinato de cientos de inocentes no puede dar lecciones de democracia. También intentó darlas Mireia Vehí, diputada de la CUP, que debutó en el Congreso con una intervención más digna de un parvulario infantil que de una investidura.

Ayer hicieron mucha falta las dosis de tila que recomendaba el diputado Joan Baldoví, casi siempre mesurado. Pero no tanto por el cabreo indisimulado de la bancada de la derecha, como diría Sánchez, sino, sobre todo, por el burdo intento de la futura coalición gubernamental de arremeter contra la oposición para disimular la naturaleza de un pacto que liquida la Transición y los consensos constitucionales. Hay que insistir en ello, incluso a riesgo de ser pesados.

Pero además hemos sido testigos estos días de una resurrección del cantonalismo, como si los fantasmas de Figueras y de Pi y Margall recobraran vida en el palacio de la Carrera de San Jerónimo. Ello nos ha recordado el asombro de don Jorge Witt, el personaje de Sender, durante la proclamación del cantón de Cartagena, harta de sus vecinos murcianos.

Para apoyar a Sánchez, los del Bloque han pedido la gratuidad de una autovía de Vigo, el de Teruel Existe ha exigido que no se cierren las estaciones de Renfe, Baldoví quiere que se protejan las naranjas valencianas y el de Foro Asturias echa la culpa al PSOE de que haya que pagar para ir a León en coche.

Bien le hubiera venido a Sánchez contar con un talento como el de Romero Robledo, el cacique de Antequera, experto en la ingeniería del voto y personaje de gran magnanimidad a la hora de repartir favores en la España de la Restauración.

Entre tanto particularismo y minifundismo, la diputada canaria Ana Oramas y el cántabro José María Mazón tuvieron el gesto de dignidad de votar no, lo cual es reseñable porque ambos han optado por la defensa de los intereses generales frente a los suyos pese a las amenazas de represalia del PSOE.

Mañana todo se decidirá por un par de escaños, pero, si no hay nada anormal, Sánchez presidirá el primer Gobierno de coalición desde la Transición, flanqueado por un Pablo Iglesias que ya ha decidido quienes serán ministros. El abrazo que ambos se dieron anteayer evidencia cuánto han cambiado las cosas.

Pero nada va a ser fácil para ellos porque el primer reto al que se van a enfrentar es la rebeldía de Torra contra la decisión de la Junta Electoral Central. Y serían unos ingenuos, que no lo son, si ignoraran que el independentismo les va a pasar factura por dejarles gobernar. Como dicen los gitanos, están condenados a vivir tiempos interesantes. Veremos si son capaces de dominar los vientos que les han llevado al poder y que impulsan la nave contra los acantilados.

Al final de la novela de Lampedusa, el príncipe Salina, un viejo aristócrata desencantado, comprende que su mundo está a punto de desaparecer. Tal vez, aquí y ahora, estemos no en el final del principio sino en el principio del final. Escuchemos la voz del autor siciliano: «el riesgo de descender el abismo es que se puede llegar al infierno».

PD: ESPERO Y ALGÚN DÍA PAGUE POR LO QUE ESTÁ HACIENDO ESTE PERSONAJE DE NOVELAS DE TERROR.