Celebro tu afinidad conmigo....

A mi no me veras tirando piedras contra nadie, esas clases son para los que no acepatan los resultados emanados de las urnas, yo las he acepatado siempre, aunque no las entendiera, pero si las he aceptado, y por supuesto nunca se me ocurriria ir a asaltar ninguna sede de ningun partido.
Saludos

Sí, señor. Ese es el verdadero talante democrático que tan poco abunda.
Ahora, lee esto, puesto también en otro tema:

España es un país que se aproxima al subdesarrollo y que posee ya muchos rasgos típicos del Tercer Mundo. No importa que fabriquemos coches o que tengamos un turismo masivo, ni que nuestra renta per cápita siga siendo relativamente alta, aunque menguando cada día, porque el rasgo que marca la diferencia entre el desarrollo y el subdesarrollo es la existencia o no de una clase media próspera y bien nutrida. La clase media española, nacida con orgullo en el franquismo tardío y fortalecida en las primeras etapas de la democracia, se está desmoronando, después del ignominioso y nefasto gobierno socialista de Zapatero.

Los contratos basura creados en tiempos de Felipe González, predecesores de los cercanos minicontratos de 400 euros, son el signo más evidente de que la clase media se apaga en España, un país que pronto quedará clara y nítidamente dividido en ricos y pobres, con muy pocos millonarios en la cabeza y muchos mendigos en la cola, un grupo maldito de parias que ya tiene en España a casi dos millones de afiliados.

La clase media española creo una familia robusta, que, a pesar del maltrato gubernamental recibido y de los estragos económicos padecidos, sigue siendo la institución más saludable del país. Esa familia está arruinándose masivamente, después de haber tenido que acoger en su seno a los hijos desempleados y de pagar con los ahorros las hipotecas de los pisos de sus hijos, para evitar desesperadamente el temible desahucio. Muchas de las antes prósperas familias están ya en la ruina porque en los momentos de riqueza avalaron a sus hijos para que se compraran viviendas y coches.

Hace apenas cinco años, ser mileurista en España era considerado una esclavitud, pero hoy es ya un privilegio. Aunque parezca increíble, hay ya casi 10 millones de españoles que ganan menos de 1.000 euros mensuales.

Ante el hundimiento de la prosperidad y el desmoronamiento del valioso colchón de la clase media, España regresa al subdesarrollo, a marchas forzadas, mientras los ciudadanos tienen que asistir a espectáculos tan deprimentes e inaceptables como contemplar a sus políticos, causantes y culpables principales del desastre, disfrutando de privilegios que hoy parecen de cuentos de hadas: sueldos de lujo, pensiones fáciles y millonarias, kit de internet, ordenadores, tarjetas de crédito, dietas, secretarias, transprotes y muchas ventajas más, mientras sus víctimas respiran cada día más miseria y desesperación. El colmo del espectáculo grotesco de la casta política en obscena exhibición es contemplar en la primera fila de la política nacional y en la opulencia a personajes que han sido un ejemplo nauseabundo de pillaje y depredación, gente como los catalanes Montilla, Carod y Saura, el castellano manchego Barreda y otros de similar calaña, todos ellos beneficiándose de la desigualdad e injusticia intrínsecas de un "régimen" que premia el abuso de sus castas poderosas y que otorga impunidad práctica a sus dirigentes.

Hay miles de políticos, peetenecientes a la izquierda y a la derecha, culpables de haber gobernado mal y de haber antepuesto los intereses propios y los del partido al bien común y al interés general. Son los que se convirtieron en casi dioses decidiendo quien trabajaba y quien no, qué empresa recibía contratos públicos y cual no, quien apruobaba unas oposiciones y quien no, quien recibía subvenciones a manta y quien ni las vislumbra. Esa gente ha desmoralizado, desarticulado y desvertebrado la sociedad española y ha castrado al país, privando a los ciudadanos de fe, confianza y energía. Esos políticos son los que han desacreditado la democracia como sistema y los que están provocando que cientos de miles de españoles, algunos de los cuales se dedican ya a rebuscar en los contenedores de basura para poder comer, sueñen, cada día con más ilusión, con un salvador que coja la escoba de limpiar y los eche a patadas.

Si no cambiamos a la clase política como un calcetín y ponemos al frente de la sociedad a gente inteligente, decente y digna, si no nos unimos realizando un titánico esfuerzo colectivo que hoy resulta casi inimaginable, pronto volveremos a ver a cientos de miles de españoles pluriempleados y completando sus sueldos miserables en la economía sumergida, cocinando castañas, comiendo mucho pan, cosiendo en las casas para los ricos, sirviendo en los hogares de los millonarios y esperando, como en el pasado ignominioso de esta nación, la limosna de los que tienen abundancia, influencia, poder y amigos en la política.

Os juro que una sociedad como la que se nos viene encima, dirigida por ineptos y corruptos, sin valores y sin justicia, no merece la pena y que el deber primordial de todo ciudadano libre y decente es impedir por todos los medios que se instaure y nos esclavice.

No tengo mas que suscribir todo lo que dices.
Estaba zapeando y en el canal 13 tv, hay un debate en el cual hay una socialista que no deja hablar a ninguno de losque estan en la mesa, que comparte entre otroscon Gotzone Mora, antigua militante del PSOE y catedratica de universidad, vaya forma de imponer criterios no dejando hablar a nadie.
Como la policia no ha consentido acercarse a la calle Genova, ahoravan hacia el Congreso.
Saludos

Celebro tu afinidad conmigo.
He contemplado, más de una vez, ese comportamiento de la socialista que citas.
Ateniéndonos al tema, analiza:

No es posible negar que el papel político que desempeñan los sindicatos españoles, su forma de financiarse y su incrustación en muy diversas instituciones, constituye una de las más evidentes formas de pervivencia del franquismo, la continuación de una especie de Estado corporativo que resiste a la democracia a través de muchas instituciones y reglas de juego que se han incrustado en el nuevo orden constitucional.

No es razonable discutir ni la existencia de los sindicatos ni su derecho a discrepar, ni siquiera ese derecho a la ceguera que les lleva a identificar las políticas de izquierdas como las más convenientes para quienes se supone defienden. Es lógico que haya un poder sindical y sería muy conveniente que se desarrollase al margen e independientemente de la dinámica política ordinaria, pero eso no es lo que sucede en España.

Con muy escasas excepciones, nuestros sindicatos son unas corporaciones burocratizadas que viven exclusivamente de los caudales públicos, que los administran con una opacidad que no presagia nada bueno ni decente y que actúan conforme a una lógica política enteramente ajena a los intereses reales de los trabajadores, aunque muy coherente con los intereses corporativos de las cúpulas directivas. Un grupo bien nutrido e impermeable de dirigentes que se perpetúan en sus puestos al tiempo que reciben suculentos ingresos de los órganos corporativos en que se han enquistado.

Sólo un país ciego se negaría a establecer la evidente relación que existe entre este tipo de instituciones sindicales, la rigidez de nuestro mercado laboral y el terrible azote del paro que está a punto de colocar a la economía española al borde del abismo. Sólo una hipocresía redomada sería capaz de ocultar la anormalidad que supone que la legislación laboral pueda estar secuestrada, de modo que sea materia vedada a los órganos que representan la soberanía, salvo que el Parlamento y las fuerzas políticas obtengan previamente un visto bueno de unas cúpulas sindicales, un grupo de personajes que no se representan más que a sí mismos y a sus abundantes privilegios.

Un corolario inaudito de todo esto es que los sindicatos se crean legitimados para discutir en la calle, mediante el alboroto y la violencia disimulada, los cambios, tal vez más tímidos que prudentes, que pretende introducir un Gobierno que acaba de obtener una notoria mayoría absoluta y un mandato político bastante explícito a este respecto.

El poder sindical ha conseguido mediante el amedrentamiento y la complacencia de la izquierda, que no tengamos todavía una ley de huelga, un instrumento absolutamente esencial para frenar el aventurerismo de los más radicales y para garantizar que los derechos de los trabajadores no se ejerzan pisoteando los derechos comunes del resto de los ciudadanos, trabajadores también, aunque con un derecho innegable a librarse del sometimiento a la dictadura sindical.

El Gobierno de Rajoy tendrá que actuar con prudencia, y es seguro que lo hará, pero perderá una oportunidad histórica de normalizar el marco político español si evita la revisión indispensable de los privilegios sindicales, si no saca adelante una ley razonable de huelga y si no acaba con la presencia de las burocracias sindicales en órganos perfectamente inútiles e incongruentes con cualquier democracia.

La izquierda, naturalmente, se opondrá a estas reformas, porque sabe que siempre puede contar con los sindicatos para disimular sus errores o para incrementar su control social. Zapatero, el mayor destructor de la economía y el empleo de toda nuestra historia reciente, ha tenido a los sindicatos a sus órdenes. Que estos señores que no han movido un dedo frente a la irresponsabilidad política del anterior Gobierno pretendan impedir ahora que el nuevo Ejecutivo arregle los disparates económicos y corrija el mercado laboral es un índice inequívoco de cuáles son los intereses que les guían.

El inmovilismo sindical es un auténtico cáncer de la economía española, un tumor que o se ataja o irá a más. Hay instituciones, como las universidades, lo que constituye un caso casi único en el panorama internacional, en las que el poder sindical ha adquirido un protagonismo desmedido que explica, en buena medida, el abismo de mediocridad en el que se están hundiendo nuestros centros de enseñanza superior, cada vez más lejos de los modelos de excelencia que se abren paso en los países razonables. A medio y largo plazo, nuestra economía no tendrá remedio si hemos de seguir pagando tributo a nuestro peculiar, endogámico, ineficaz y egoísta poder sindical.

Saludos, amigo.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Hace pocas fechas, vino a España una sindicalista sueca invitada a unas conferencias y se quedó de piedra al comprobar que algunos sindicalistas españoles tuvieran coche oficial del sindicato y conductor como si fueran políticos de alto rango. Esta sindicalista sueca dijo: ESO EN MI PAIS ES IMPENSABLE. Aquí los sindicalistas viven como los políticos y un sindicato no es eso. A lo que yo agrego: En este pais no hay sindicatos puesto que son apéndices de los partidos o están integrados en ellos y para ... (ver texto completo)
Amigo Jose, el problema de los sindicatos españoles es un problema comun en la socieda que nos ha tocado vivir. Cuando un sindicato vive pegado a las faldas de un partido politico lo mas facil es que se pierda el norte de la doctrina sindical, y que este se convierta en un sindicato vertical y amarillo al servicio, unica y exclusivamente de ese partido, y si encima esta en el gobierno y le llena de prebendas en conceptos de cuantiosas subvenciones y dinero en concepto de cursos de preparacion que ... (ver texto completo)