Los campos de concentración de Franco (3/10)...

Gibraltar, importaba un rábano.

Lea usted algo del tratado de Utrecht.

Ángel este que va a leer suelta la patá y se queda tan tranquilo
este cree que los ingleses se quedaron con un peñon para ir de caza
o que el peñon solo lo querían por los monos.

Hay muchos que el peñon de Gibraltar solo lo quieren por el tabaco y el guisqui
otros como los grandes yates por el combustible, otros para ingresar dineros de dudosa procedencia
pero politicamente es otra cosa muy diferente.
Pero este mangurrino dice que un pepino precisamente una cosa que allí no se cría.

Tan solo es mirar la cartografía, ponerse en la época adecuada y tener empatia con cualquiera de los dirigentes de hace un siglo sean de derechas o de izquierdas.

Que el peñón fuese ingles beneficio a España y Franco nunca pidió Gibraltar. Gibraltar siendo Ingles y Franco siendo gallego nos libro de la guerra mundial después de la nuestra.
No se puede olvidar que la guerra de España fue un ensayo de la guerra Europea, ni que la pérfida alvion fue una gran aliada y que los americanos (los verdaderos ganadores de la segunda guerra mundial) vieron en España una dictadura independiente con la que negociar y la misma filosofía utilizaron años después en hispanoamerica.

Franco utilizo a Italianos y alemanes a su antojo mientras mantenía relaciones con los aliados, de hecho si Franco no hubiese ganado la guerra, Hitler no hubiese tenido las pelotas suficientes para invadir a sus vecinos.

Franco fue el único fascista con visión de futuro y que solo pensaba en su país, después de nuestra guerra, las ideas del hijo del anterior dictador se las apropio como suyas también, el puerto de Barcelona y Valencia era un coladero de espías de todas las nacionalidades, España estaba en paz, era neutral y el resto de Europa en guerra.

El mare nostrum, las columnas de Hercules, el peñon de Gibraltar....

Perdón por el chiste, pero a Santiago Abascal, Hitler le hubiese engañado, pero a Franco no.

Hitler no engañó a nadie, salvo a sus votantes, aprovechando el momento crítico donde los nacionalismos cargados de sentimientos irracionales.
Después impuso la fuerza de sus ejércitos, y acabó destruyendo, no haciendo nada de lo prometido, creando enfrentamientos mundiales que destruyeron millones de vidas. Algo a tener en cuenta cuando la extrema derecha hace lo que hace.

España y las guerras del norte de África. El desastre de Annual (2/2)

Abordamos la llamada tercera guerra con los antecedentes de los Tratados de Tetuán 1860, Madrid 1880, Algeciras 1906 y, finalmente, por el de Fez de 1912. Mediante este acuerdo el Sultán Abd al-Hafid de Marruecos cedió la soberanía de su país a Francia, y acabó recibiendo España la administración sobre una serie de territorios del norte del actual Marruecos separados entre sí por la bahía de Alhucemas.

En 1907, la Compañía Española de las Minas del Rif, adquirió una concesión para explotar las minas de hierro y plomo del monte Uixan, y recibió un permiso para construir una línea de ferrocarril que las conectara con Melilla. Los principales accionistas de la misma resultaron ser, finalmente, el conde de Romanones, y los oligarcas marqués de Comillas y familia Güell, a la que se fueron añadiendo muchos de los más destacados financieros del país, con la más que vehemente sospecha de la participación en el negocio de Alfonso XIII.

La situación del Rif era extremadamente peculiar, apenas sometida a la autoridad del Sultán de Marruecos, con el que mantenían los cabileños frecuentes conflictos y que no controlaba este territorio de manera efectiva.

Se delimitaron los llamados Protectorados español y francés, y como antes indicábamos, se adjudicó la zona Norte de Marruecos a España, y la del sur a Francia, desencadenándose en los dominios hispanos la resistencia de los rifeños que duraría años, ocurriendo entre ellos el conocido como desastre de Annual.

El protectorado español era una suerte de subprotectorado delegado por Francia, que dominaba el sultanato de Marruecos en su conjunto.

En 1908 se produjeron acciones de hostigamiento rifeño hacia las actividades mineras y de construcción del ferrocarril, lo que motivó la orden del gobierno de Maura de movilizar varias brigadas para conducirlas a Marruecos, una de ellas de reservistas de Cataluña, compuesta en su mayoría por hombres de cierta edad, casados y con familias que mantener. En este contexto se producen los graves sucesos de la Semana Trágica, con el desencadenamiento de una huelga general especialmente amplia en Barcelona, entre el 26 de julio y el 1 de agosto de 1909, decretándose el estado de guerra, y ocurriendo toda una serie de trascendentales hechos que no podemos relatar detalladamente aquí, entre ellos, el fusilamiento en octubre de Francisco Ferrer Guardia, acusado en falso de ser el instigador de las revueltas.

Sucesos que se producen en el marco de una brutal represión organizada por el gobierno maurista que conllevó la muerte violenta de 78 personas, 500 heridos, la detención arbitraria de varios miles más, clausura de los sindicatos, cierre de las escuelas laicas (aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid), muchas penas de prisión perpetua y destierro, y cinco reos de pena de muerte a Josep Miquel Baró, Antonio Malet, Clemente García y Eugenio del Hoyo, así como el citado Francisco Ferrer i Guardia. Todo ocurre en un periodo inserto en la etapa «democrática» posterior a la Restauración.

Los inicios de la actividad de la Compañía Española de las Minas del Rif no podían ser peores, explotando recursos ajenos, desencadenando el hostigamiento de las poblaciones locales que se consideraban perjudicadas con esta producción extractiva, y provocando finalmente que fuera el ejército español el que tuviera que adoptar las más extraordinarias medidas para proteger aquella actuación colonialista y de rapiña, con las gravísimas consecuencias de todo tipo que conocemos, y la oposición de gran parte de la población española, sobre todo la trabajadora.

«Durante meses la prensa mundial tuvo un motivo permanente de atención por las cosas de España, casi siempre para transmitir de ella una imagen de país atrasado y bárbaro dominado por una Inquisición religiosa y una monarquía retrógrada…», produciéndose gran cantidad de movilizaciones de protesta contra la represión de aquella semana trágica, en diversas ciudades europeas, según nos recuerdan los historiadores Javier Tusell y Genoveva Garcia. Se detuvo a Pablo Iglesias y la cúpula de la UGT.

Como consecuencia del recrudecimiento del conflicto en el RIF, por parte del estamento oficial se intentó minimizar la imagen de la situación, presentándola como simplemente acreedora de una serie de actuaciones más de tipo policial que bélico. Es de extraordinaria significación, e ilumina sobre los acontecimientos posteriores, que el Gobernador General José Marina Vega, saltándose las órdenes del Gobierno, fue incrementando la escalada, bajo pretexto de asegurar las fortificaciones próximas a Melilla, con total seguridad por orden del Rey, único que podía amparar aquella indisciplina. Los acontecimientos se aceleran y acaban provocando el desastre del Barranco del Lobo, preludio del de Annual, ocurrido en 27 de julio de 1909, en que murieron 153 militares y 599 resultaron heridos, en lo que fue considerado como una de las más sangrientas derrotas sufridas por el ejército español en las guerras coloniales hasta aquella fecha, pese a la ocupación del macizo del monte Gurugú. Mientras, la población nativa sufría continuos bombardeos y ataques de artillería y fueron enormes las bajas de guerrilleros rifeños.

Finalmente, los refuerzos españoles y la superioridad de armamento consiguieron apaciguar la situación, nunca totalmente controlada, hasta el siguiente y posterior gravísimo conflicto.

Los campos de concentración de Franco (2/10)

En noviembre del año 1939, meses después del fin de la guerra, se cerraron muchos campos, pero lo que sucede realmente es una transformación. La represión franquista era tan bestia y tenía tantos tentáculos, que evolucionó en función de las circunstancias.

Franco, aunque aliado con Italia y Alemania, quería dar una buena imagen ante Europa, pues quería emitir una propaganda de respeto de los derechos humanos. Por eso, oficialmente los campos terminan con el final de la guerra, pero algunos perduran durante mucho tiempo. El último oficial, también el más longevo, fue el de Miranda de Ebro en la provincia de Burgos, que duró entre los años 1937 a 1947.

Los prisioneros de los campos de concentración estaban jerarquizados, de tal modo que presos comunes violentos, por tanto sin motivaciones políticas o ideológicas, estaban en un escalón superior a la mayoría de los allí encerrados, trabajando de vigilantes, los llamados “cabos de vara de estos últimos”.

A pesar de la destrucción masiva de documentación sobre estos campos de concentración, los estudios afirman que los campos se caracterizaron por la explotación laboral de los prisioneros, organizados en batallones de trabajadores.

Hay consenso entre los historiadores en afirmar, según testimonios de supervivientes, testigos y los propios informes oficiales franquistas, que las condiciones de internamiento eran inhumanas.

f22Los sublevados franquistas no reconocían a los soldados republicanos como prisioneros de guerra, con lo que nunca se les aplicó el Convenio de Ginebra del año 1929, firmado años antes por el rey Alfonso XIII en nombre de España.

La ilegalidad en el trato a los reclusos se materializó en el uso de prisioneros para trabajos militares, prohibido explícitamente por la Convención de Ginebra. La preventividad generalizada que significa el internamiento sin condena alguna, el uso de la tortura para obtener testificaciones y delaciones y ausencia de garantías judiciales, todo esto era una práctica habitual.

La oficialidad que administraba los campos destacaba por la corrupción generalizada imperante, que permitió el enriquecimiento de muchos militares y agravó el sufrimiento de los internados bajo su custodia.

Según Javier Rodrigo, cerca de medio millón de prisioneros pasaron por los campos de concentración entre los años 1936 y 1942. El historiador Carlos Hernández de Miguel en el año 2019 constató cerca de 300 campos de concentración, calculando que habrían pasado por los mismos entre 700.000 y un millón de personas.

El primer campo de concentración fue creado por los militares rebeldes, el diecinueve de julio del año 1936, horas después de la sublevación, cerca de Melilla. Al día siguiente el periódico El Telegrama del Rif informaba de la apertura del campo, situado en la Alcazaba de Zeluán, que era una vieja fortaleza del siglo XVII.

Vox y 'el novio de la muerte'
Francisco Franco fue informado inmediatamente de ello, mostrándose entusiasmado y ordenando la apertura de más campos para albergar a los elementos perturbadores y emplearlos en trabajos públicos.

El veinte de julio, el futuro dictador comunicaba al coronel Eduardo Sáenz de Buruaga, al mando de la ciudad de Tetuán, lo siguiente:

“Me han informado que los detenidos son varios cientos y que las cárceles no dan abasto para recibirlos. Como hay que evitar que las afueras de Tetuán ofrezcan el espectáculo de nuevos fusilamientos, a la vista de los corresponsales extranjeros que afluyen, hay que buscar una solución que podría ser un campo de concentración en el extrarradio... En Melilla ya han abierto uno en Zeluán con buenos resultados”.

Así nació el campo de concentración de El Mogote, en una ubicación idónea para ocultar la dureza de sus condiciones al exterior. Serían asesinados 52 prisioneros, el veinte de agosto, con el enterado de Franco.

La siguiente región en la que los rebeldes establecieron campos de concentración fue Canarias. Concretamente, fue en los terrenos militares de la península de La Isleta, en Gran Canaria, operativo desde finales de julio del año 1936.

Un número indeterminado de prisioneros de los campos canarios acabaron siendo arrojados al mar o al interior de pozos volcánicos. Al igual que ocurría en el norte de África, la prensa nacionalista ocultaba la dureza y crímenes cometidos en los campos, ofreciendo de los mismos una imagen idílica muy alejada de la realidad.

Otros centros de reclusión inaugurados poco después del comienzo de la guerra, como la prisión militar localizada en el castillo del Monte Hacho de Ceuta, han sido considerados campos de concentración aunque oficialmente nunca tuvieron esa denominación.

Por otra parte, diversos recintos, como los campos de Laredo, Castro Urdiales, Santander o El Dueso, fueron habilitados y gestionados inicialmente por batallones del Corpo di Truppe Volontarie de la Italia fascista.

Los campos de concentración de Franco (3/10)

El cinco de julio del año 1937, se creó la Inspección General de los Campos de Concentración de Prisioneros con el coronel Luis Martín Pinillos, un militar africanista, al frente.

Su objetivo era centralizar la gestión de todos los campos, aunque chocaría con los diferentes generales de otras zonas del país, especialmente con el general Queipo de Llano, responsable del Ejército del Sur.

Los campos andaluces funcionaron al margen de la Inspección General de los Campos de Concentración de Prisioneros, hasta mediados del año 1938, y los de Baleares, Canarias o el Protectorado de Marruecos conservaron hasta el final de la guerra una autonomía casi total.

Los campos de concentración franquistas albergaban, en el año 1938, a más de 170.000 prisioneros. Tras el final de la contienda, en el año 1939, la cifra de población reclusa oscilaba entre las 367.000 y las 500.000 personas.

El supervisor de todos estos campos fue el general Camilo Alonso Vega desde el año 1940. La principal función de los campos era la de retener a tantos prisioneros de guerra republicanos como fuera posible, y todos aquellos que fueran calificados de irrecuperables eran automáticamente ejecutados.

Muchos de los encargados de la represión o la administración en los campos habían sido víctimas en la zona republicana, y por este motivo destacaron por manifestar una voluntad de furia y venganza con los vencidos.

Tampoco los funcionarios de alta instancia se mostraron muy contrarios a este clima de represión y venganza: El Director General de Prisiones, Máximo Cuervo Radigales, y el jefe del Cuerpo Jurídico Militar, Lorenzo Martínez Fuset, contribuyeron en no poca medida a crear este clima represivo.

Los fusilamientos, de hecho, se produjeron sin ningún tipo de control durante los primeros meses. Después, se fueron organizando los juicios sumarísimos donde se condenaba a muerte a 20 o 30 presos a la vez. Franco apostó por eliminar a los irrecuperables y tratar de sanar al resto mediante el sometimiento, la humillación, la propaganda y el lavado de cerebro.

Diez años después del comienzo de la Guerra Civil, es decir, en el año 1946, todavía estaban operativos 137 campos de trabajo y tres campos de concentración, en los que estaban acogidos 30.000 prisioneros políticos. El último campo de concentración en cerrar fue el de Miranda de Ebro, que fue clausurado en enero del año 1947.

Se crearon campos de concentración tardíos entre los años 1940 y 1950, con denominaciones ya distintas. Entre estos debemos destacar el de Nanclares de Oca en Álava, La Algaba en Sevilla, Gran Canaria y Fuerteventura, estos dos últimos para prisioneros marroquíes de la guerra del Ifni y cerrados en el año 1959.

Franco y la historia
Durante el resto de la Dictadura siguieron quedando vestigios, por ejemplo, en el año 1966 se clausuró la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía en la isla de Fuerteventura, en la que se encarcelaba y reeducaba a homosexuales.

Estos centros estaban destinados solo a hombres, pues en la mentalidad machista y falsamente paternalista de los dirigentes franquistas, las mujeres no encajaban en los campos de concentración. Sí hubo grupos de cautivas en algunos como en el de Cabra en Córdoba, ellas fueron sometidas a idénticas torturas sobre todo en las cárceles.

Carlos Hernández, piensa sobre los campos de concentración “Solo hubo uno y se llamaba España”. La nación entera, a medida que fue siendo conquistado su territorio por las tropas rebeldes, se fue convirtiendo en un gigantesco recinto concentracionario”.

Los ciudadanos que consiguieron abandonar el campo de concentración con vida, tampoco alcanzaron la libertad definitiva y real. Cientos de miles de hombres y mujeres siguieron siendo prisioneros durante décadas en las localidades en las que residieron.

Un buen porcentaje de ellos volvieron a ser detenidos, encarcelados o fusilados tras ser sometidos a nuevos procesos judiciales. Quienes estaban en edad militar tuvieron que hacer la 'mili de Franco, iniciando un nuevo período de cautiverio y trabajo esclavo.

Todos, casi sin excepción, permanecieron para siempre vigilados y marginados social y económicamente. Los empleos y los nuevos negocios fueron solo para quienes habían combatido en las filas del ejército vencedor. La guerra había terminado. Ahora comenzaba una vida de pobreza y miseria.

LUGARES EMPLEADOS

Existían campos de concentración como en Albatera en la provincia de Alicante, la plaza de toros de Teruel o el campo de fútbol del Viejo Chamartín, en el que jugaba el Real Madrid, hubo miles de hombres y centenares de mujeres muriéndose literalmente de hambre.

f17En campos de concentración como el de Orduña en Vizcaya, Medina de Rioseco en Valladolid, Isla Saltés en Huelva o San Marcos en León perecían de tifus exantemático, pulmonías y tuberculosis.

El campo de fútbol del Viejo Chamartín, donde jugaba el Real Madrid, se convirtió en un campo de concentración. El Stadium Metropolitano, donde disputaba sus partidos desde el año 1966 el Atlético de Madrid también lo fue.

Las plazas de toros de la mayoría de localidades del país, como la de las Ventas en Madrid, la de Alicante, la de la Manzanera en Logroño o la de Baza en Granada, fueron convertidas en campos de concentración.

Fueron lugar de tránsito para miles y miles de hombres y mujeres que acabarían frente a pelotones de fusilamiento o en cárceles que especialmente en los primeros años de la dictadura fueron verdaderos centros de exterminio.

LA VIDA EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN

Las torturas y los malos tratos era práctica habitual en los campos de concentración, muchos de ellos estuvieron internados sin haber sido acusados formalmente de ningún delito. Soportaron unas condiciones de vida deplorables marcadas por las enfermedades, el hacinamiento y la corrupción.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Los campos de concentración de Franco (3-4/10)

Era frecuente que se les propinaran palizas a los presos y fueran falangistas o familiares de víctimas a los que se dejaba entrar en el establecimiento, los que las llevaran a cabo. Los internos eran objeto de brutales castigos propinados por los que los custodiaban muchos de ellos excombatientes, excautivos o familiares de víctimas de la represión en la retaguardia republicana o por los cabos de vara que reaparecieron en los campos de concentración ... (ver texto completo)