Mensajes enviados por AdriPozuelo:

Hola Carmen; pues sí que fue grato el encuentro. Estuvimos recorriendo su pueblo y saludando a familiares. Lo que siento es que por nuestra causa se perdiera el encierro de Balconcillos.
La mandorla, o vesica piscis,
acercada para apreciar mejor
los detalles. El capitel pinjante
es curioso: en tan poco espacio
representa la última cena, pero
¡con qué detalles!

Carmen, leo en uno de tus post de por aquí arriba, que me preguntas si tengo fotografiado al escarabajo "leñador" que hay en la foto; pues no, no lo tengo, y si como dices, se encuentra normalmente en robledales, difícil lo tengo porque por aquí no hay y no queda uno cercano. A ver si me acerco alguno y con paciencia ... (ver texto completo)
Puerta norte de la Catedral de Lugo.

La foto la tomé el día 23 de julio
pasado, en un viaje que nos hicimos
por parte de Galicia.

"La veradera joya de esta portada, y aun de la fábrica de todo el edificio es la imagen del Cristo Majestad enmarcada por la vesica piscis o mandorla sobre el tímpano bilobulado de la que cuelga a modo de pinjante el capitel exento en cuyo tambor aparecen en relieve las figuras del Señor con los apóstoles en la última cena." (de la página web de la Diócesis de ... (ver texto completo)
Este no es tan normal ¿verdad?
Pues estaba en el garaje en un rincón, muy acurrucadito, hasta que le molestó la luz del flahs, menos mal porque así no tuve que moverlo yo: ¡menudo bicho!
Comúnmente se le llama escarabajo rinoceronte.
Bueno, mañana más
Saludos
Este también es más común, es el mismo, pero sobre distinta superficie. En una está bajando por una pared de piedra, donde se ve la mica y en la otra está andando por el suelo. La sombra parece de un monstruo
Este ya es más común,
pero los hay muy parecidos,
con el punto blanco como este
y sin él y hasta con varios
puntos más pequeños
El picudo que has puesto es un gorgojo, al igual que este que pongo aquí, que está impregnado de polen de alguna flor amarilla. Estaba en la terraza de mi casa.

Sobre el gordo, te diré que sí que lo tuve que dar la vuelta, pero no es el pelotero, ni uno de ellos siquiera pues hay varios. Como bien dices son muy torpones y se mueven lentamente, a ello contribeyen sus cortas patas, en cambio los peloteros son ligeros, de patas más largas y más aplanados con relación a este y debido a sus patas se mueven más ligeros.

El escarabajo egipcio es el gordo, o al menos de ese estilo, a tenor de las fotos y reportajes que he visto sobre ellos.
Saludos ... (ver texto completo)
ME ACUERDO DE...:
(Continuación "Las condenas")

En una de las ocasiones en que se levantaba pidiéndonos silencio con el dedo sobre sus labios, previendo que pudiéramos dar aviso al despistado, lo pilló desprevenido, sin enterarse de lo que se le venía encima hasta que lo sintió.

Quizás el destino, o lo que fuese, quiso que en el momento de acercársele el “cuco” estuviese mirando la moneda que tenía en sus manos a la altura de la barriga y el golpe que dio contra el cristal lo diera con la frente, pues si lo da con la nariz, en vez de hacerse añicos, como así se hizo el cristal, hubiese sido su nariz la destrozada.

Senos, cornetes, vómer, toda la cavidad nasal podría haberse ido al garete, como incluidos los maxilares, haciendo que “escupiese dientes como pipas de sandía”, como dijo uno de los compañeros, y vaya usted a saber cuántos huesos más podría haberle roto, pues el muy bruto le dio tal pescozón que si le da con el canto de la mano le deja seco como a un conejo sacrificado para la cazuela. Tal bestia era.

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Las armas

Si te pillaba “de cotilleo con la vecina”, como él decía, lo primero que te ganabas era el "paquetazo". Esto no era otra cosa más que darte con un paquete que consistía en un mazo de papeles que había formado con un almanaque viejo, de los que había que ir quitando una hoja cada día y se colocaban en la pared.

Al menos contenía 365 hojas y su tamaño sería de 15x10x5 cm aproximadamente. Lo tenía bien apretado con cuerda de bramante, dándole varias vueltas cruzadas y lo lanzaba cuando veía que alguno estaba hablando y tenía vuelta la cabeza hacia el vecino del pupitre de detrás del suyo. Y, entonces… ¡catacrác! Hacía blanco con el paquete en el cogote del interfecto. Hay que ver qué puntería tenía el andoba.

La hoja de aquellos calendarios la quitaba don Vicente, o el pelota número uno indistintamente, todos los días; el “número dos” apuntaba en el encerado a los que hablasen cuando el profe salía de clase, como por ejemplo al servicio. Él no echaba moneda porque ya se sabe que el que manda, manda. A veces subastaba "el apuntador", pero claro, casi nadie pujaba y solía ser siempre el mismo.

El pelota número tres era un infiltrado en nuestro grupo –la verdad es que yo no sabía entonces qué era eso- y se le decía así porque el padre de uno de los nuestros le puso ese mote, sin saber quién era, ya que el profe siempre se enteraba de lo que hacíamos fuera del cole, incluso si lo hacíamos los sábados, los domingos y los días de “fiestas de guardar”. Como es de suponer, al principio no sabíamos su identidad, pero dadas las consecuencias, el padre de nuestro amigo dijo aquello: que teníamos un infiltrado en nuestras filas.

Por cualquier otra cosa, como un garabato en un cuaderno, un borrón, un agujero de tanto borrar, etc., te podía dar con la regla en las puntas de los dedos -aunque era en las uñas y con ellos juntos-, como darte con una vara flexible que tenía, semejante al bastón de Charlot.

Incluso nos hacía demostraciones como las que hacía el actor; lo flexionaba obligándolo contra el suelo, lo soltaba y cuando saltaba: ¡Ale hop! lo cogía en el aire; ¡pedazo de artista él! Al igual que si fuese El Zorro, te apuntaba y... ¡olé sus mengues! en una, o dos horas a lo sumo, tenías "la marca de aquél zorro" sobre la cara, o cualquier otra parte corporal, y durante unas cuantas semanas.

También podía atizar –pues nadie se lo impedía o se lo prohibía- con una correa de goma de un motor. La había cortado y llevando uno de sus extremos hacia atrás, lo había unido a cierta distancia con cuerda fina de bramante, de tal forma que pudiera usarse como asa del látigo en que la convertía. Con aquella correa me cruzó –literalmente- la cara.

Un día -cualquiera, pues no recuerdo la fecha en que fue- habíamos salido al recreo y nos fuimos a correr por fuera del recinto del colegio, cómo hacíamos de vez en cuando. Aunque el recinto era imaginario, ya que no le quedaba en alto nada del alambrado perimetral que lo delimitara en su día.

Tan sólo quedaban algunos postes de hierro en pie, pocos, limitándose a uno acá y otro allá, más los de las esquinas. Y ¡asombroso! las puertas existían –o subsistían- oxidadas y solitarias en medio de la nada, abiertas de par en par, ya que debido al óxido acumulado que tenían las bisagras, por la erosión y el desuso, no se podían mover.

La maya metálica estaba hecha una cuerda, de retorcida que estaba, y reposaba en el suelo, sujeta aún a los postes por abajo, e igualmente oxidada. Por algunos tramos la habíamos integrado en la tierra, pues era pisada y repisada diariamente, ya que “salíamos y entrábamos” al recinto por donde nos venía en gana, al no tener obstáculo físico que nos lo impidiera.

Para colmo, salimos por la puerta a correr unos cuantos kilómetros, teniendo que rodear el recinto para dirigirnos al comienzo del circuito que nos habíamos trazado de antemano.

Cuando regresamos estaban todas y todos, incluso párvulos, aún en el recreo, excepto nuestros compañeros de clase y el maestro. Nos miramos entre sí y nos encogimos de hombros, en gesto de extrañeza, mirando en todas direcciones por si veíamos a alguno. ¿Qué pasa, donde están los de nuestra clase? –nos preguntábamos-.

No podían haberse ido todos a correr por otro sitio y más improbable era que se hubiese ido con ellos D. Vicente, pues por allí tampoco estaba.

Estaban todos en clase, nos dijo uno de mis hermanos mayores, y que había sido "el Hermosilla segundo" quien se lo había chivado al profe. ¡Hombre ya sabíamos quién era el "infiltrao" que nos vendía y nos delataba; un compañero nuestro de correrías. No de todas, pues no era muy lanzado que digamos. Claro que, así se explicaba el que no secundara muchas de las nuestras, como la del maratón reciente por ejemplo.

Pero es que mira que éramos tontos, si era el hermano del "número uno", tanto de los de la clase como el de los pelotas.

Llegamos a la puerta de clase y llamamos. - ¡Que paséis! -nos gritó un compañero-. ¿Qué raro, no estará D. Vicente? -nos extrañamos-. Abrimos la puerta y como su mesa quedaba enfrente, y desde la puerta se veía toda la clase a nuestra izquierda, comprobamos que no estaba ni en su sitio ni por allí. ¡Qué confundidos estábamos!

La puerta se abría a derechas, quedando detrás de ella hueco suficiente para que abriera y no diera en la pared. Comenzamos a entrar de uno en uno, pues la puerta era de doble hoja, pero se abría solamente una de ellas.

Continuará ... (ver texto completo)
Y para terminar, por hoy,
unas hojas de cardo con
gotas de lluvia.
" ¡Caracol col col,
saca los cuernos al sol
que tu padre y tu madre
ya los sacó!"
Escarabajo muy gordo
Otra mantis distinta
Abeja en una flor de cactus
Escarabajo impregnado
de polen en una flor
de cactus
Abejas recolectando
el polen en una flor
diminuta del campo
Pareja de saltamontes,
apareados en la rama de
una zarzamora
La parte del tronco y la cabeza,
donde se ve más al detalle
"el capirote o cuerno"
Se llama mantis religiosa (no amantis) por ser de la familia Mantidae; también se la conoce como santateresa y hay muchas distintas.
Esta que dejo aquí es una muestra de ello, pues es diferente a las que se ven normalmente. En la cabeza tiene una protuberancia que parece un capirote, lo que en las "normales" no se ve.
ME ACUERDO DE...:
(Continuación)

Las condenas

Al entrar por la mañana en clase, lo primero de todo era rezar el Padre Nuestro, después cantar “el caralsol", el que no quise aprenderme nunca, porque no me dio la gana, quizás en solidaridad a las ideas de mi padre y algunos de mis tíos –no comunistas ni de “rojos”, aunque de ello les tachasen, y que luego fueron mías también-, y seguidamente a estudiar. Si no te sabías la lección, ibas castigado de rodillas al suelo, a veces con escorias debajo ... (ver texto completo)
La placa es esta, no?

El mío también es un Ford, Mondeo verde oscuro. Lo del clavel y la revista era película total.

Hasta mañana entonces.
Buenos días Adri:
quizás hayas continuado con tus relatos tan diferentes de los míos en cuanto a contenido, forma y extensión.
Como le decía a Juan (libertad) en cuando a todo lo conocido en materia de educación en mis tiempos de niña, fueron muy distintos y no lo voy a seguir contando.
Creo que una misma ley da para hacer muchas enseñanzas distintas porque si no, no se comprende que en un país pudiera haber tantas diferencias. Que las había puesto que me tocó vivirlas.

Por ejemplo, en Madrid. ... (ver texto completo)
E. C. E. P. de Pozuelo.

Antiguo matadero municipal,
posteriormente Centro de Estudios
para Mayores.

Hola, buenas tardes Carmen.
La época en la que estoy con los relatos, es bastante anterior a la que tú me dices. Para esa, la década de los sesenta, llegando a los setenta, ya estaba harto de trabajar, y por ello, y a consecuencia de ello, es por lo que tuve que dejar los estudios, el colegio, a los diez años cerca de cumplir los once. En junio terminaron las clases para mí y en julio, de ... (ver texto completo)
Hola Juan: de acuerdo, mañana viernes a las dos (14:00 H), estaremos en Tendilla. Nos viene perfecto pues nos queda de camino. ¿Será este de la foto el bar que dices? En todo caso, estando allí ya lo veré.

Si no pones por aquí nada en contrario, así quedamos.

Y digo yo, o pregunto: ¿Sería conveniente ponerse un clavel rojo en el ojal y llevar una revista del Hola en la mano, para reconocernos? jaja. ¡Ale! A la antigua; o de película. (es broma)

Saludos
El puente "nuevo de piedra"
(en aquella época), cerca del
colegio en el barrio de La Estación.

ME ACUERDO DE...:
(Continuación)

Lo de la maquinilla de afilar tiene su miga, aunque lo demás también, y hasta corteza. La habíamos comprado entre todos, según él decía y gustaba jactarse de ello ante sus "colegas".

Claro que yo aporté algo menos que otros para la compra, pero más que él sí, pues en una sola aportación ya aporté ocho pesetas y pico. ... (ver texto completo)
El antiguo (más bien es que
se les quedó pequeño, viejo)
de Pozuelo de Alarcón

ME ACUERDO DE...:
(Continuación)

Después de aquella impresión ¿que podía fascinarme ya?, pues muchas cosas.

Recuerdo, que en párvulos estábamos las niñas y los niños juntos, en medianos y mayores no. Las chicas estaban en la planta de arriba y nosotros en la baja pues entonces no se permitía que estuviésemos "revueltos" ambos sexos en la misma clase, ni “a la misma altura”, en cambio en el recreo jugábamos ... (ver texto completo)
Entrando en Pozuelo,
desde Aravaca

Leyendo a carmen me he acordado de lo que puse más arriba, sobre las/os primeras/os maestras/os que tuve y voy a empezar con este fragmento, ya que como dije no cabe todo en un solo post.
Es todo verídico y real, no hay fantasía novelesca -y menos novelera- en el escrito, tan solo he tratado de escribirlo medianamente literario, cuidándome de que no lleve faltas ortográficas. No sé si lo habré conseguido.

ME ACUERDO DE...: Y TENÍA TRES AÑOS

*La vez que mi padre me llevó a la huerta donde había estado trabajando, para ver a sus antiguos compañeros. Las veces que se lo referí a mi madre y a mi padre, ya de mayor, me decían que era imposible que me acordara siendo tan pequeño, hasta que les di los detalles y se convencieron.

*La primera vez que fui al colegio, a la clase de párvulos, todo contento pues me parecía que ya era muy mayor y porque llevaba un babi nuevecito blanco con rayas azul clarito cruzadas, formando cuadritos y con mi nombre bordado, por mi madre, en el bolsillo del pecho.

*Cuando vi a mis dos "señoritas" -así se las llamaba entonces-, una alta y gruesa, la otra baja y delgada y que cuando las vi, se me quitaron las ganas de ir al colegio.
La alta y gruesa, que parecía más joven, pero no lo era, llevaba: una rebeca de punto marrón abrochada por tan sólo dos botones, no recuerdo cuantos la faltaban; una falda azul marino de tubo,-bastante tiempo más tarde supe que se llamaba así- con forma de saco y dada de sí, en extremo, a la altura del sitio de sentarse; unos zapatos, o botas cortas, ortopédicos, -después supe que etc., etc., etc., color marrón tirando a rojo, muy sucios, y torcidos hacia afuera y con los tacones bastante gastados por el efecto de ser coja, - lo que pude comprobar en cuanto se movió-.
El que fuera coja no me causó impresión, puesto que mi madre era coja desde la guerra civil “la del 36”, cuando cayó una bomba en la casa donde vivía y la metralla la destrozó una rodilla, tenía la pierna rígida y no torcía el zapato. Llevaba también, la “seño”, unas medias, muy tupidas, de color..., ¿como diría?..., ¿carne sucia?, o..., es igual, que iban desde los zapatos a la parte de abajo de las rodillas sujetas por unas ligas negras, que se dejaban ver en algunos tramos, en rededor de las piernas; una blusa, no recuerdo de qué color, pero sí recuerdo que tenía tal cantidad de "lámparas" (léase manchas) que quizás por eso no recuerdo el color. Tenía la cara mofletuda, con una curva insinuante de barbilla en su parte inferior y con algún pelillo por aquí, otro por allá, que, como vi más tarde, y en sus "momentos trascendentales", se los arrancaba haciendo pinzas con las uñas, tentándose la cara con las yemas de los dedos, pues, ¡ERA CIEGA!
Pero ¿era ciega de verdad?, esto nos lo preguntábamos pues para mirarte de frente ladeaba la cabeza a un lado, no recuerdo cuál, -"cáchis" con la memoria-; tenía dos ojos, eso sí, pero opacos y uno de distinto color que el otro, uno blanco y el otro con el iris azul con manchas grises y la pupila blanquecina; el pelo entre color marrón y pelirrojo y veteado de tonos grisáceos, parecía una fregona mal puesta (despeinada) sobre la cabeza, pues llevaba una pinza en todo lo alto que asemejaba ser el sitio para empalmar el mango. De vez en cuando comía un trozo de pan.
La baja y delgada, que parecía más vieja, por conforme vestía, iba de negro. Llevaba una rebeca de punto, con algo que parecían lunares, pero no lo eran; un vestido entero, y..., tampoco eran lunares; medias, que al igual que su hermana, y lo eran, -aunque no se pareciesen, eran como dos gotas de agua pero, eso sí, de un charco, todo depende de que una tenga más barro que otra- las llevaba por debajo de las rodillas sujetas por dos ligas ¡cielos blancas! y que igualmente hacían los guiños del Guadiana. Lo de negro, fue la primera impresión, puesto que es el que predominaba, pero con poca atención, pues saltaban a la vista, enseguida vi que tenía tantas "lámparas", o más, que su hermana; amarillas, blancuzcas, marrones y quizás negras, pero con el fondo negro no recuerdo si las había, o no las vi, -"cachis" con la memoria...-; la cara, bueno, típica, o tópica de bruja de cuento, -esto lo averigüé más tarde cuando comencé a leer cuentos-, tenía la barbilla picuda con un pelillo acá, otro allá, y que al igual que la hermana tenía sus "momentos trascendentales", el labio inferior, bueno y el superior, hundidos para dentro de la boca, como si se los estuviese mordiendo, pero no, no tenía dientes; tenía una ligerilla pelusa a modo de incipiente bigote, bueno incipiente, incipiente..., aquello tenía ya tantos años como ella, y tenía un ¿"lunarcillo"? con varios pelos, un poco más largos, en la comisura de los labios; unos ojillos almendrados o avellanados, no recuerdo bien, -"cáchis" con la…-, pero sí que eran pequeños, y que veían muy bien, ¿cómo no, si tenían que ver por las dos?; la frente estrecha surcada de arrugas, - que parecía un trozo de pana gruesa pegado-, y ¡ggff! una berruga del tamaño de un garbanzo, -esto sí lo supe en el acto pues en casa se comía cocido todos los días y yo había aprendido a limpiarlos incluso, así que como para no conocerlos; y tapando todo esto, más unas orejas que a mí se me hacían muy grandes, -sería por aquello de "para oírte mejoooor"-, una melena lánguida, grisácea, colgante y despreocupada, o desatendida, separada en el centro por una línea que parecía trazada por alguien con un pulso incapaz de enhebrar una aguja. Cuando más me asombré fue cuando la vi masticar el agua, sí, sí, masticar, pero ¿cómo si no tenía dientes?, más tarde mi madre me dijo que sería por eso por no tener dientes, Yo, me quedé (¿?).
Pasaban huevos por agua en un cazo que ponían en la estufa de clase y haciéndoles un agujero mojaban pan o los sorbían, -esto lo veía por primera vez- y ¡CLARO, DATE! ya sabía de donde provenían las "lámparas amarillas y blancas, por lo menos, las otras, sobre todo las de las medias y los zapatos lo supe más tarde. ... (ver texto completo)
Como soy amante de la piedra y admirador de aquellos hombres que construyeron tan grandes obras: si que me pregunto como lo hacían. Y es que por si no lo sabes, yo entre otros oficios, me hice cantero... amo la piedra y se de sus secretos. Tengo en mi haber, haber reparado una iglesia bastante deteriorada y su torre, casi en su totalidad, por haber sido destruída por un rayo. Esto en un pueblo de Cantabria llamado San Miguel de Aguayo. Precisamente no hace mucho he entrado en dicho pueblo, por este ... (ver texto completo)
libertad, si es que te quieres desplazar por mostrarme tu pueblo o informarme in situ de algunos pormenores, por mí encantado. Como leo que a la semana próxima no podrías, si quieres o te viene bien esta, alguno de los días que restan de ella, me lo dices y nos acercamos, así nos conocemos y ¡si es que hay bar en el pueblo, y abierto! nos tomamos un café, o lo que sea.
Dejo "esto" por aquí, por cambiar de tercio, que no sé si llamarlo romance o qué, pues es una cosa, diría chorrada, que se me ocurrió en un momento tonto.
Saludos

LA GLEBA

¡Mare despedime del pare!
pos me llevan pal frente.
Pa eso está quí cuesta gente,
que con las armas atizan,
me azuzan, mampujan
y, a tirar palante.
Con la cerviz gacha,
pesar en el alma grave,
dejo la granja con dolor,
y al pare solo que are
toas las tierras y siegue
y tras de aventar el grano,
tos los graneros llene,
pa quel invierno que viene,
tenga pal pan a mano,
y dineros pa comprar carne.
¡Mas, pasará lo quen otra guerra,
que las gentes del rey vendrán,
-la vida del labriego es perra-
de tal modo que arramblarán,
pitanzas, grano y la cerda,
conejos, la vaca y traerán:
pa ellos, gloria y grandeza,
pa nos, jambre y miseria.

¡No te quejes mal vasallo,
del rey, tu señor y amo!
¡Otros que han ido y venido,
con gloria y honor han vivido,
por el resto de sus años!

¡Mare, tu mía! ¿dices así?
Sangre de tu sangre soy.
¿No te apenas por mi,
por tu jombre, mis jermanos,
por lo que perdés aquí?
¿Qué justicia divina es asín,
quel logro con las manos,
no permita que lo comamos,
te castiguen a mal vivir,
por al que los gusanos,
han de dejar como a ti?
¿Qué derecho tién otros,
-y de cierto unos pocos-
a suyugar a la mayoría?
Pos sabido es, quen porfía,
y a costa de la muerte mía,
les ponemos en altaría,
y damos grandeza y honor.
¡Tiempos nuevos llegarán,
quel modo cambies de pensar!
Dineros pa ti, pal pare, igual que pan,
moradas de piedra y no chozas
pa tos los nos habrá.
Tal como otras cosas,
han de hacese quitar,
como es beneficiarse las mozas,
por derecho de perná.
¡De eso, ná de ná!
Que cada palo aguante su vela,
se gane el sustento y la camele,
qués como yo fago
si asín viene.
¡No ta muela! ... (ver texto completo)
En otra postura,
aunque parezca la misma
Esto no es un ave aunque vuele,
es una libélula "roquera" que
posó para mí un buen rato,
cual figura del rocanrol,
micrófono en "manos"
Picapinos,
aunque estaba picando
las ramas de un álamo
Otro amanecer, este de antesdeayer

Buenas noches
Otra de ayer, sacadas con unos minutos de diferencia
Amanecer de ayer,
con máxima apertura
Amanecer de ayer
Churrería en la que trabajé unos años,
en el barrio de La Estación,
en Pozuelo de Alarcón,
Madrid

Carmen, me ha gustado la "carta abierta" a tu profesora. Ojalá hubiera tenido yo alguno de mis profesores así; tanto las "seños" de párbulos, como algún maestro de "medianos" o "mayores", si no como ella, parcidos. Ya dejaré en otro momento un relato muy largo que tengo escrito de aquella época, ahora que lo tendré que poner en varios post, pues es bastante más extenso que el de arriba, que ... (ver texto completo)
Buenas tardes Carmen.
Me alegra mucho que te gusten mis relatos.

Mi pasión por los churros data de hace muchos años, que aunque trabajaba en una churrería desde los nueve años, los sacaba de la sartén y los despachaba calentitos, casi quemándome las manos al ensartarlos o pinchar las porras en los juncos; los he repartido con una cesta colgada a cada brazo en verano y asándome de calor más que junto al fogón, como con una cesta en un brazo en invierno y pasando más frío que un beduino en la Antártida, ... (ver texto completo)
La iglesia de Sacedón vista desde otro
ángulo, subiendo la calle de entrada
al pueblo desde la antigua carretera N-320.

Pues sí, es la de Sacedón. Y creo que ya va siendo hora, y fecha por mi parte, de que visite tu pueblo, como te dije hace tiempo que lo haría y aún no he ido. Eso que me pilla cerca y quizás más cerca aún pase cuando voy y vengo de Guadalajara.

Ya me dijiste lo de tus pasadas por el pueblo y que tu sobrina vive por aquí en unos chalets. Yo vivo cerca del pantano y de la ... (ver texto completo)
MAÑANA FRÍA DE MAYO (2ª parte y final)

... “-Y luego tienes a todos estos que vienen de Madrid y te aparcan de mala manera y donde les da la gana, sin respetar ná. Pero te tiés caguantar encima”.

“-A ver; ¿y qué vashacer?” Le contestó “la madrileña”, que hasta ese momento –y cosa rarísima- no había metido baza en una u otra de las conversaciones, dedicándose a meter los churros en el café y después en la boca, operación que interrumpió, dejando el goteante frito en el aire -el último-, pues ... (ver texto completo)
MAÑANA FRÍA DE MAYO (1ª parte)

Sombras que se ciernen sobre el umbral de la mente, aposentándose en el zaguán, ante la entrada de la cavidad donde languidecen las ideas, custodiando la cancela cual celoso cancerbero, impidiendo la fuga de toda idea coherente, así como la entrada de cosa alguna que las motive.

Con la mente obtusa y la vista perdida en un punto del exterior, desde la silla que ocupo junto a una mesa donde reposa un servicio de desayuno vacío, en el que hace tan solo un instante reposaban unos churros en el plato y el café humeaba en la taza, observo a través de los cristales de la puerta del local, cómo el viento frío de esta fresca mañana primaveral del mes de mayo, mece las frágiles ramas de los bajos matorrales que crecen al amparo de las centenarias piedras que conforman los añejos muros de la iglesia.

Pegados a la pétrea pared, apenas tienen sitio entre ésta y el nuevo bordillo de la acera para enraizarse allí, para profundizar horadando la apretada tierra, llegándose con sus raíces a acariciar los cimientos del templo, en su afán por agradecerle su desinteresada protección, adhiriéndose a él con sus capilares o rizomas, por entre los resquicios que puedan existir entre rocas y cascotes que lo conformen.

Al poco me sacan de mi abstracción dos nuevos clientes, que tras cruzar las puertas e interrumpir mi panorámica, dan los buenos días, siendo correspondidos por los que ya estábamos dentro. El camarero, y dueño del negocio, se dirige al hombre de la pareja en tono amistoso, cordial, como de conocerse ya desde hace tiempo. Más tarde, a tenor de las conversaciones, pude constatar que era nativo del lugar, pero residía en Madrid desde hacía muchos años, volviendo a su pueblo los fines de semana que podía, procurando pasar aquí el verano completo.

La pareja tomó asiento junto a una mesa contigua a la mía y entablaron conversación con otros presentes, interrumpiéndoles sus exposiciones, al “cambiar de tercio” el recién llegado. Y nunca mejor viniera el símil, pues la conversación trató de llevarla por derroteros taurinos.

Las conversaciones se cruzaban. En lo que unos hablaban de toros y toreros, otros llevaban sus comentarios a su terreno, al pueblo, del que estaban orgullosos al residir en él, unos, y del que despotricaban otros por culpa, precisamente, de todos “los extranjeros” que vienen a hacerlo menos tranquilo y menos bello, como se desprendía de unos comentarios vehementes, por una parte, y más condescendientes por otras.

... “-Pues va a Bilbao el diez y seis”. Decía el camarero, escoba en mano, a uno de los parroquianos que se encontraba echando monedas en la máquina tragaperras. “–Ya, es un chico bárbaro”. Le contestó el aludido, haciendo ambos referencia a un torrero, del que no supe el nombre al no oírlo cuando lo nombraron, por estar más atento a la conversación que desarrollaba “el otro bando” más cercano a mí, y que versaba sobre el pueblo. “-Este año en Madrid, no, pero el año pasado hizo una faena de mucho mérito”. Apostillaba el camarero dejando a un lado la escoba, dirigiéndose después tras el mostrador para servir los cafés y churros que le habían solicitado los recién llegados y otros dos que un instante antes entraron.

... “-El Madrid de los setenta y ochenta ya no es lo que era”. Decía “el madrileño”, con claras reminiscencias a un Madrid, que por supuesto, y por estar ya en otro siglo no volvería. Nostalgia evidente de todo “ochentista” que se precie de serlo, como bien se apreciaba que era el interlocutor, creyendo que aquél Madrid lo crearon ellos y “nos lo han venido a estropear todas las nuevas generaciones con sus novedosas costumbres” –palabras textuales-. “-Aunque nosotros fuimos los que sentamos las bases para que éstos pudieran disfrutar de las suyas tan ricamente; con la movida madrileña y otras aperturas, de las que se han venido a beneficiar todos, sin haber arrimado el hombro como hicimos los demás”. Y se quedó más ancho que alto, acentuando su chaparra estatura.

Palabras que oí con interés, o al menos con atención, pues viví aquella época además de disfrutarla. Por tanto, no estaba de acuerdo con sus afirmaciones, ya que no me considero “ochentista” y podría yo haberle rebatido, pues los de mi generación juvenil y adolescente, creyéndonos en edad de disfrutar ciertos placeres reservados a “los más mayores”, o “a los hombres” de aquella época –los sesenta y setenta-, nos considerábamos, o se consideran los que así lo creen, pues yo nunca me he apuntado el tanto aunque participase en el juego, que fuimos nosotros, nuestra generación, la que trajo toda apertura; tanto política como social y de libertades para la juventud.

Lo único más relevante que trajeron, y dejaron los “ochentistas” -los que así se vanaglorian de llamarse, no todo el que vivió la época-, fue el consumo de alucinógenos a ojos vista, “a plena luz del día”, siendo que nuestra generación aún lo hacía en privado; en “guateques” o reuniones caseras, pero no en la calle, donde creíamos que era dar mal ejemplo a los “jóvenes”, con las imágenes de peleles en que se convertían los que los consumían. Además, pesaban sobre nosotros otros cargos de conciencia, difíciles de desprenderse de ellos en tan solo el cambio de una década, tan arraigados en nosotros debido a la educación estricta recibida. También es cierto, que los que crearon la susodicha “movida”, fueron, o fuimos, los que pasaban o pasábamos de una a otra década, los que en la anterior usábamos pantalones campana y melenas; los que buscaban “nuevos horizontes” pues ya estaban hastiados de los que “descubrieron” diez años antes y no supieron, o mejor no quisieron, adaptar su vida ni encasillarla en los modismos y logros conseguidos, queriendo más libertad, ansiando más y más cosas, entrando de lleno en el consumismo y estrellándose en él al trascurrir de los años.

Siguiendo el hilo a la conversación sobre la capital, el camarero le respondió, apoyado en el mango de la escoba, de cara a los que ocupábamos las mesas, teniendo a su espalda el mostrador, imagen del pastor que vigila su rebaño: “-Bueno, pero tiene su encanto. Madrid sigue con su encanto, vayas por donde vayas. Y en verano hará calor, no te lo discuto –nadie le había contradicho ni una palabra-, pero puedes ir como quieras y adonde quieras sin problemas”.

Yo seguía las conversaciones alternativamente, ya que se cruzaban de derecha a izquierda del local, perdiéndome ciertas frases de unos y otros. El camarero respondía a estos o aaquellos, dependiendo del interés que provocasen en él los comentarios, los que “captaba y cogía al vuelo”, estando “en el plato, al caldo y las tajás”, como dice un antiguo dicho popular.

... “-Sí, tu prima, la del tío Vicente, vivía por allí, en la calle...”. Decía el “pastor a una de sus ovejas”, y que le hilaba la conversación por otro lado, aunque coincidiesen con el lugar, ya que “el madrileño” había conseguido centrarla en Madrid, dejando de lado la tauromaquia y el pueblo....“Sí, en Martínez de La Riva”. Contestaba al camarero, ya que daba la impresión de no recordar este el nombre de la calle. “-Sí, eso, por allí está; yo cogía el autobús en Tirso de Molina”. Contestóla el “vigilante del rebaño”.

...”Por mucho cariño que se le tenga a tu pueblo”, pero es así. Apostillaba otro de los contertulios al final de su parrafada en la conversación, que viajaba de Madrid a Sacedón alternativamente, dependiendo si hablaba “el madrileño” o lo hacía “el sacedonense”; o sacedonero, que tanto da, aunque a mí me resulte más agradable el primer gentilicio que el segundo.

“-Aquí no hacen nada por dar facilidades al que viene”. Contestó el dueño del local, interviniendo en esta otra conversación, ya que daba cancha alternativamente a unos y otros. “-Porque, no nos engañemos –prosiguió-, si no fuera por el turismo que viene, aquí no paraba nadie”. Algunos asintieron con un leve movimiento de cabeza afirmativo y otras y otros lo hicieron con palabras, dándole la razón. Y continuó de la guisa que se verá y mirando al madrileño, como dirigiéndose a él en exclusiva –quizás por aquello de dejar de lado al pueblo-, lo que éste tomó como clara alusión a su persona, como así lo mostraba el cariz que tomó su expresión, que de asentimiento y satisfacción, pasó a reflejar asombro y contrariedad.

Continuará

AdriPozuelo (A. M. A.)
Sacedón, Guadalajara
mayo de 2012 ... (ver texto completo)
Milano negro volando sobre mí
Milano negro posándose
Milano negro iniciando el vuelo
Milano negro
Milano negro junto al Embalse de Entrepeñas
Milano negro volando sobre mí
Milano negro volando alrededor mío
Milano negro a punto de emprender vuelo
Milano negro
AL INDIVIDUO LLAMADO ANTONIO BETETA - Secretario de Estado de Función Pública

Con sorpresa, estupor y fuera de mi jornada laboral leo sus declaraciones acerca de los funcionarios y, como le veo muy crecidito he decidido responderle del mismo modo y comienzo diciéndole que es usted un “mal nacido”, y ahora me explico.

Mi nombre es Agustín González, soy funcionario de carrera desde hace 32 años y presto mis servicios en el Ayuntamiento de Arganda del Rey. Al día de hoy mi salario neto está ... (ver texto completo)
Me sumo a los tres olés anteriores, y hasta seis porque se me antoja.

El individuo ese, ni siquiera dice las cosas tan claras; ni se expresa mejor que tú -porque no sabe-; ni vive con mil euros -porque tampoco sabría, aunque es con lo que tendría que vivir-; ni lo que dice es serio ni de recibo -como todo sinvergüenza y además "político"-.

¿Habrá sido en alguna ocasión funcionario -que no creo que valga ni sepa como para ello-, lo haya hecho él así y por eso diga lo que vocifera?

¿Habrá ... (ver texto completo)
LIbélula sobre espina de tojo moruno.
La Alcarria, Sacedón, Guadalajara
Marina IV: Mar Cantábrico.
Costa lucense, Galicia